Chiapas y los músicos zoques
Ser músico zoque: un don supremo
La Voz de los Vientos, Copainalá, Chiapas
Mikeas Sánchez Poeta zoque y directora de XECOPA
El abuelo de mi abuelo fue músico, de él aprendió Simón Sánchez, mi abuelo paterno, a elaborar el carrizo y el tambor. Cuando pienso en la música zoque, irremediablemente me remito a él. Mi abuelo tenía por costumbre levantarse muy de madrugada para tocar el carrizo; era, por así decirlo, su pequeño capricho o su forma de burlar el insomnio. Ocurría a veces que al escuchar la dulzura de sus notas, llegaban otros músicos del pueblo, y lo que en un inicio era una leve serenata, en breve se convertía en un concierto de flautas y tambores. Entonces, hablar sobre aquella música que arrullaba mis sueños me resulta difícil, por no mencionar además que es imposible describir la música y convertirla en sólo palabras.
Desde que tengo memoria, la música tradicional zoque ha sido música de ritual, música que ha acompañado desde siempre las danzas tradicionales, música que supo mantenerse a lo largo del tiempo y que sobrevive dentro del sincretismo religioso. Por supuesto, las deidades antiguas fueron sustituidas por santos y vírgenes; sin embargo, la esencia, el fervor y la dulzura de la música zoque siguen siendo la base de esa cosmovisión. Porque ser músico zoque no es asunto del azar. Son incontables las historias que narran la experiencia de los músicos al ser honrados con este don. La transmisión de este conocimiento musical ocurre en los sueños, donde el afortunado recibe esta distinción por parte del patrono o virgen de la comunidad, o bien –aunque en menor medida-, se adquiere cuando un maestro músico decide, en su lecho de muerte encomendar su don a un “elegido”, a quien soplará su vaho, es decir la esencia de su ser. Así, entre los músicos zoques, la música se convierte no sólo en oficio sino en un acto que trasciende la existencia terrena.
Dar una apreciación estética a una tradición musical que tiene sus orígenes desde lo mítico, desde lo sagrado, sólo es posible desde la reflexión y comprensión de los fenómenos que lo envuelven. Regularmente escucho de los jóvenes, y tristemente también de algunos adultos, que la música zoque es aburrida. Esta desconsideración ocurre justamente porque los sones y alabados tienen un tono ceremonial, es música que fue creada como ofrenda a las cuevas, los ríos, las montañas y los cerros. No es música de entretenimiento, sino de regocijo del alma y conexión con los seres supremos.
Además, gran parte de esta música acompaña a las danzas tradicionales: kak’etze, dzundyi’etze, yomo’etze, oko’etze, weyá’weyá’etze y nibi’etze. Es inconcebible pensar en estas danzas sin el sonido del carrizo, el tambor, el violín, la chirimía o la guitarra. Ya sea que se ejecuten alabados, sones o zapateados para acompañar las festividades patronales, realizar rituales de petición de lluvia, tocar la flauta durante la siembra o tocar el carrizo por mero placer en las madrugadas como solía hacer mi abuelo. La intención es la misma: cumplir con “el trabajo”, la encomienda fincada por una orden divina o superior.
¿Por qué programar este tipo de música tradicional en las radios públicas o privadas? Simplemente porque es importante mostrar la polifonía de voces de este nuestro México multicultural, porque no es posible apreciar lo que se desconoce. Porque no se trata de cualquier música, es la música antigua, la música de honda raíz, la música poderosa que busca la trascendencia. Lamentablemente en México hay un desconocimiento inmenso de nuestra historia y qué decir de la música de los pueblos originarios.
Si escuchamos por ejemplo al virtuoso Tío Luis Hernández Aguilar, flautista de Copainalá, no podríamos dudar un instante de esa encomienda divina, la cual ha cumplido cabalmente toda su vida, participando en todas las festividades patronales, siendo aquél que encabeza las procesiones lo mismo que sus compañeros músicos Cirilo Meza Gómez, Úrsulo González, Sergio de la Cruz, Alejandro Burguete, Julio Hernández, Ángel Morales, Juan Martínez, Lázaro Domínguez… Nombres quizás desconocidos, pero que han procurado dar continuidad a la música tradicional de los pueblos zoques de Chiapas.