Los insurgentes veracruzanos, 201 años después
Miguel Salvador Rodriguez Azueta
La Jornada Veracruz
Gracias a la obra La Conspiración veracruzana de 1812, (Editorial Pasquel 1962), el día de hoy podemos conocer acerca de Antonio Merino y los insurgentes veracruzanos. Merino nació en la nueva Veracruz en 1792 y desde los 17 años fue empleado de un conocido comerciante del puerto llamado Manuel Serapio Calvo. En esta situación Merino conoció a don Ignacio Allende, quien en aquel momento se desempeñaba como comerciante y de acuerdo con el autor, el futuro insurgente bajaba a la costa para arreglar sus negocios con sus homólogos porteños. De esta manera, Merino se entero por casualidad –según él– de los proyectos de independencia. Así las cosas, a partir de ese momento se hizo a la tarea de atraer adeptos a la causa, encontrándolos en dos amigos, empleados de la contaduría de la aduana: Cayetano Pérez y José Evaristo Molina. Los jóvenes insurgentes se reunían en una jacal de palma atrás de la capilla del Cristo en donde planeaban la manera de hacerse de la ciudad a favor de la causa insurgente. Según los datos proporcionados por Merino, el plan se reducía en sustancia a “ganar los corazones del pueblo, seducir al batallón del fijo de Veracruz, la artillería y Castillo de San Juan de Ulúa”, en fin en teoría se lograría todo esto sin derramar una sola gota de sangre, sin embargo la realidad fue otra, pues pasaron más de 15 meses delineando el plan, hasta que alguien se le ocurrió invitar a los miembros de la Compañía Provincial; de este cuerpo militar salieron los traidores que delataron a los jóvenes insurgentes.
En los primeros días del mes de enero de 1812 fueron apresados Cayetano Pérez, José Evaristo Molina, José Ignacio Murillo, Bartolomé Flores, Ignacio Arismendi y José Prudencia Silva, se salvó Antonio Merino, alertado por el ayudante de la plaza el español José María Mojo. Durante más de cinco meses estuvieron detenidos los insurgente veracruzanos, mientras Merino oculto en algún lugar de los médanos a extramuros tenía la esperanza de que el padre de José Evaristo Molina lograra conseguir el indulto para los condenados. Cosas de la vida, el indulto fue expedido por el virrey, pero debido a presiones de los comerciantes veracruzanos, el convoy que venía de México con el vital documento fue detenido en la hacienda de Santa Fe y la ejecución de los jóvenes se llevó acabo el día miércoles 29 de julio de 1812 a las 5:15 horas cerca de la Escuela Práctica de Artillería y del Baluarte Santiago.
El holocausto de los primeros héroes insurgentes fue presenciado por Merino desde lo alto de una torre donde se ocultaba. Al poco tiempo después al tratar de huir hacia Estado Unidos, Merino fue detenido y condenado a muerte, pero fue indultado por el virrey Venegas, y se le conmutó la pena capital por el servicio militar en España, donde permaneció hasta el 13 de junio de 1820, cuando regresó de inmediato a México para unirse a las fuerzas de Agustín de Iturbide.
Merino ocupó diversos cargos menores durante el efímero imperio y la incipiente república, hasta que debido a sus meritos el 1° de junio de 1829 fue nombrado segundo comandante de resguardo de Veracruz –algo así como Vista Aduanal– hasta el 1° de abril de 1837, en el que se separó injustamente, según el documento de largo titulo que publicó en 1842.
Antonio Merino murió pobre, casi desconocido y víctima de las amarguras y de las decepciones que cosechó abundantemente en un medio oficial poco favorable, durante casi 38 años de servicios a la nación y a su patria