En CONACULTA «mucho ruido y pocas nuces»

Corte de caja y nueva óptica para la cultura

Javier Aranda Luna

En el año 2000 el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CNCA) tenía un presupuesto de 4 mil millones de pesos y ahora se tienen destinados para esa institución 16 mil millones. Cuatro veces más.

 

¿Se animó en esa proporción la mesa de la cultura en los últimos 10 años? Al parecer no. Sobre todo si pensamos que una de las áreas sustantivas de esa institución es la promoción de la lectura. Según las últimas encuestas en materia de lectura los mexicanos seguimos leyendo poco más de dos libros al año. Los mismos que hace una década aunque el presidente Fox construyera una «Megabiblioteca» que se ha convertido en uno de los cybercafés más grandes del país y el ex presidente Calderón inaugurara otra en varias ocasiones y cuyos trabajos de remodelación aún no terminan.

 

Y ni qué decir de otras áreas: ¿Recuerda la famosa Estela de Luz cuyo costo de construcción se triplicó?

 

Por eso da gusto saber que el nuevo responsable del CNCA, Rafael Tovar y de Teresa, quiera retomar los principios que dieron origen a esa institución: la de dar servicio al público, a la sociedad.

 

La asignación de recursos públicos, afirma, no deben ser discrecionales y eso «es algo que se tiene que retomar». Son recursos como él mismo dice «que no se pueden utilizar al libre albedrío del funcionario en turno».

 

Tiene razón. Los recursos públicos se deben a la sociedad y a ella deben servir.

 

Esto significa por ejemplo que en el terreno editorial no se publicarán libros «por clientelismo político».

 

Para el responsable del CNCA tres son los objetivos del área de publicaciones: 1) llenar los vacíos en los temas que son importantes para la cultura «y que no son parte del interés de la industria editorial», 2) complementar el esfuerzo editorial en ediciones de grandes tirajes para libros de «interés general» o de cultura universal y 3) producir materiales para las bibliotecas públicas.

 

Uno de los sectores más vitales de cualquier sociedad es sin duda el cultural. En España, en plena guerra civil se publicaron cuentos y poemas en la revista Cruz y Raya de José Bergamín y en México Mariano Azuela y Heriberto Frías, por citar sólo un par de ejemplos, no dejaron de escribir en medio de las ondas destructivas de la Revolución.

 

Ya lo decía el poeta: en medio del fragor de la batalla siempre hay un músico que toca, un poeta que canta, un artista que en medio del olor a pólvora detiene un movimiento, un rostro, una mirada con unos cuantos trazos.

 

Y es esa vitalidad la que impide a los poetas declararse en huelga por carecer de un salario regular y a los cuentistas, y novelistas subsidiar con sus ingresos las horas extras que dedican a su quehacer literario y a los fotógrafos, actores y bailarines no dejar de hacer su trabajo sólo porque no les han pagado el mes anterior.

 

El sector artístico y cultural es un gran generador de empleos y recursos aunque hasta hace relativamente poco tiempo el economista Ernesto Piedras nos demostró, con datos duros, que este sector es de gran importancia económica por su participación al producto interno bruto.

 

Conviene repetirlo: un estudio reciente de museos en Estados Unidos demostró con datos duros que por cada dólar invertido en un museo se recuperaban siete. Imagino que en nuestro país la proporción podría ser similar.

 

¿Por qué no invertir entonces más en museos? Hace unos meses la directora del Museo Frida Kahlo, Hilda Trujillo, me hizo ver que traer exposiciones a México costaba demasiado caro por el costo de los seguros.

 

Y me comentó que en otros países existía un seguro de Estado que cumplía esa función. Si en México existiera esa figura sería posible traer por intercambio más exposiciones internacionales de primer nivel y llevar las nuestras a muchas partes.

 

Es una buena noticia que el presidente del CNCA no sólo comparta esa opinión sino que asegure que ese es el camino a seguir y que está dispuesto a impulsarlo. ¿Ese podría ser el principio de un mayor intercambio de instituciones públicas y privadas para beneficio de todos?

 

Descentralizar las actividades culturales y la toma de decisiones para animar la cultura es, me parece, un buen esfuerzo para transparentar, también los recursos públicos que se destinan a ese sector.

 

Sólo así, me parece, podrán dejarse de lado proyectos faraónicos, dispendio, clientelismo político. Ojalá pues también se facilitara la transparencia en la aplicación de recursos que no es, por cierto, poca cosa.