Diaconisas y una mujer cardenal, bien sí de da esa reforma

 

El Papa: “El actual sistema económico nos está llevando a la tragedia”

Bergoglio, de visita en Cerdeña, improvisa una oración: “Trabajo, trabajo, trabajo. Los ídolos del dinero nos están robando la dignidad”

 

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Pablo Ordaz Cagliari

Cerdeña

“El actual sistema económico nos lleva a la tragedia”

Me siento muy cercano a los que atraviesan una situación de sufrimiento,

El Papa critica la idolatría del dinero en su visita a Cerdeña

 

La novedad del papa Francisco no es tanto lo que dice como lo que escucha. La primera decisión de Bergoglio tras ser elegido Papa fue la de no encerrarse en el Vaticano, no solo para llegar a la gente, sino, sobre todo, para que la gente llegara a él. Y también lo primero que hizo ayer al llegar a Cagliari, la capital de Cerdeña, no fue soltar una monserga al uso, sino escuchar con visible atención las quejas de tres de las víctimas de la crisis, un parado, un pastor y una empresaria. El parado le dijo: “La falta de trabajo debilita el espíritu y provoca miedo y desconfianza en el futuro. No nos deje solos”. Y, como respuesta, el Papa guardó el discurso que traía escrito e improvisó un vehemente alegato en contra del modelo económico: “El actual sistema económico nos está llevando a la tragedia. Los ídolos del dinero nos están robando la dignidad”.

 

Los sistemas injustos quieren robarnos la esperanza

 

El papa Francisco tiene miedo de que sus palabras suenen huecas, impostadas, y así lo reconoció: “No quiero ser un funcionario de la Iglesia que viene y os da ánimos con palabras vacías, dichas con una sonrisa. Perdonad si estas palabras son un poco fuertes, pero digo la verdad: la falta de trabajo te lleva a sentirte sin dignidad. ¡Donde no hay trabajo no hay dignidad! Y esta tragedia es la consecuencia de un sistema económico que ha puesto en el centro a un ídolo que se llama dinero”.

 

Ya para entonces, el Papa había arrancado aplausos y lágrimas a las decenas de miles de personas que abarrotaban las inmediaciones de la basílica de la Virgen de Bonaria —advocación que dio nombre a la ciudad de Buenos Aires— hablándoles del sufrimiento de sus padres al llegar a Argentina: “Me siento muy cercano a los que atraviesan una situación de sufrimiento, a tantos jóvenes sin trabajo, a las personas apuntadas al desempleo o con trabajos precarios, a los empresarios y comerciantes que tienen que hacer muchos esfuerzos para salir adelante. Es una realidad que conozco bien porque vengo de Argentina. Mi padre, de joven, se fue a Argentina lleno de ilusiones por buscar un futuro en América. Y sufrió la terrible crisis de los años treinta. ¡Perdió todo! ¡No había trabajo! Sé que debo hacer todo lo posible para que la palabra ánimo sea una bella palabra dicha de pasada. Quiero que este encuentro me empuje a hacer todo lo posible como pastor y como hombre”.

 

Y como pastor de la Iglesia y como hombre que en estos momentos lleva tras de sí toda la atención mediática mundial, Bergoglio lanzó una andanada a los líderes políticos y económicos: “El actual sistema económico nos está llevando a una tragedia. Vivimos las consecuencias de una decisión mundial, de un sistema económico que tiene en el centro a un ídolo que se llama dinero. Pero Dios ha querido que en el centro estén el hombre y la mujer y que lleven adelante el mundo con su trabajo. ¡Pero aquí manda el dinero! Y caen los ancianos, porque en este mundo no hay un puesto para ellos. Se trata de una eutanasia escondida: no los cuidamos, no los tenemos en cuenta…”.

 

El Papa, que el pasado mes de julio eligió la isla de Lampedusa como su primer viaje en Italia y arremetió contra “la globalización de la indiferencia” ante el drama de la inmigración, ha elegido otra isla, Cerdeña, como su segundo viaje hacia la periferia, esta vez hacia la periferia del desempleo y la desesperanza. Al final de su encuentro con los representantes del mundo del trabajo —o de la falta de él—, Francisco improvisó una oración que era también una queja y una exigencia a un Cristo al que nunca le faltó el jornal: “¡Señor, míranos! Mira esta ciudad, esta isla. Mira nuestras familias. Señor, a ti nunca te faltó el trabajo, eras carpintero, eras feliz. Señor, nos falta el trabajo. Los ídolos quieren robarnos la dignidad. Los sistemas injustos quieren robarnos la esperanza. Señor, no nos dejes solos. Ayúdanos a ayudarnos entre nosotros, a olvidar el egoísmo. Señor Jesús, a ti no te faltó el trabajo, enséñanos a luchar por el trabajo”.

 

Bergoglio también tuvo un encuentro con el mundo de la cultura, durante el cual pidió tener en cuenta a las nuevas generaciones de políticos, y una reunión en la catedral con un grupo de 27 detenidos y 132 personas en situación de pobreza. El Papa que escucha les demostró que tiene calados a quienes utilizan la caridad como un negocio: “A veces también se encuentra la arrogancia en el servicio a los pobres. Algunos hacen alardes, se les llena la boca con los pobres… Sé que esto es humano, pero no está bien. Mejor harían con quedarse en casa”.

 

El papa Francisco contempla entre sus reformas nombrar cardenal a una mujer

El Pontífice pretende recuperar el elemento femenino de los primeros tiempos del cristianismo

 

Francisco: “Es necesario el genio femenino. Hoy afrontamos ese desafío”

 

Juan Arias

Río de Janeiro

 

No se trata de una broma. Es algo que le ha pasado por la cabeza al papa Francisco: nombrar cardenal a una mujer. Quienes le conocen, dentro y fuera de la Compañía, desde antes de llegar a la cátedra de Pedro, aseguran que el primer papa jesuita de la Iglesia está llamado a sorprender cada día no sólo con sus palabras sino también, y sobre todo, con sus gestos. Eso está haciendo en los primeros seis meses de pontificado.

 

Quienes piensan que Francisco, con su sencillez de párroco de provincia, su lenguaje llano y su sonrisa siempre en los labios es un simple o un ingenuo, se equivocan. Este Papa, que no parece Papa, ha llegado a Roma desde la periferia de la Iglesia con un programa bien concreto: cambiar no sólo el aparato herrumbroso de la maquinaria eclesial sino también resucitar el cristianismo de los orígenes.

 

El simbolismo de sus gestos empezó desde que apareció en el balcón central de la Basílica de San Pedro, vestido de blanco, diciéndose “obispo” y pidiendo que la gente de la plaza lo bendijera. No perdió desde entonces un minuto para sembrar de gestos inesperados su primeros meses de pontificado con espanto de muchos, dentro y fuera de la Iglesia.

 

Y lo seguirá haciendo. Por ejemplo, con este plan de hacer cardenal a una mujer. Sabe que el tema femenino dentro de la Iglesia está sin resolver y que no puede esperar. Lo ha dejado claro con dos frases lapidarias en su última entrevista a Civiltá Católica: “La Iglesia no puede ser ella misma sin la mujer”. No es sólo una afirmación. Es una acusación. La frase se puede leer también así: “La Iglesia no está aún completa porque en ella falta la mujer”.

 

Francisco considera que resolver el tema de la mujer dentro de la Iglesia ya es algo impostergable

 

¿Cómo introducir en la Iglesia esa pieza esencial, sin la cual, la Iglesia “no puede ser ella misma”? Lo ha dicho en la misma entrevista: “Necesitamos de una teología profunda de la mujer”.

 

Y esa teología, da a entender el papa, no puede ser construida en el laboratorio del Vaticano, apadrinada por el poder. La están ya construyendo las mujeres dentro de la Iglesia: “La mujer está formulando construcciones profundas que debemos afrontar”, dice.

 

Francisco quiere resolver ese problema durante su pontificado porque está convencido que la Iglesia de hoy está manca y coja sin la mujer en el lugar que le correspondería, que sería ni más ni menos que el que ya tuvo en los inicios del cristianismo, donde ejerció un enorme protagonismo. Por lo menos hasta que Pablo acuñó su teología de la cruz y jerarquizó y masculinizó a la Iglesia.

 

El papa sabe que para llevar a cabo la revolución que tiene en mente necesita “escuchar” a la Iglesia, no sólo a la de arriba, sino también a la de abajo, donde se están llevando a cabo, por parte de la mujer, “construcciones profundas”.

 

Puede haber cardenales que no sean sacerdotes, basta que sean diáconos

 

Podría sin embargo, abrir camino él mismo con algunos gestos que obligarían a colocar con urgencia el tema de la mujer sobre el tapete, o si se prefiere sobre “el altar”. Y uno de esos gestos sería nombrar cardenal a una mujer. ¿Que es imposible? No. Hoy, según el derecho canónico, puede haber cardenales que no sean sacerdotes, basta que sean diáconos.

 

Pero es que la mujer, podría decir alguien, hoy no puede aún ser diaconisa, como lo era hace 800 años y sobre todo en las primeras comunidades cristianas. Pues esa es también una de las reformas que Francisco tiene en la cabeza. No se trata de ningún dogma. La mujer podría ser admitida al diaconado mañana mismo.

 

Como ha escrito Phyllis Zagano, de la Universidad de Loyola de Chicago, la mayor experta de la Iglesia en este tema, “el diaconado femenino no es una idea para el futuro. Es un tema de presente, para hoy”. Y cuenta que había abordado el tema con el cardenal Ratzinger, antes de ser papa, y que le respondió: “Es algo en estudio”. A Benedicto XVI se le quedó en el tintero, pero el papa Francisco podría acelerar el proceso. Ya hoy, la Iglesia Apostólica Armenia y la Ortodoxa Griega, ambas unidas a Roma, cuentan con diaconisas.

 

Llegada la mujer al diaconado, puede ya, sin cambiar el actual Derecho Canónico, hacer a una mujer cardenal con el título de diaconisa. Más aún, bastaría cambiar la actual normativa para permitir que un laico, y por tanto una mujer, pueda ser elegida cardenal, ya que ha habido por lo menos dos casos en la Iglesia en que fueron nombrados cardenales dos laicos: el Duque de Lerma en 1618 y Teodolfo Mertel en 1858.

 

El cardenalato no implica consagración presbiterial ni episcopal, es un puesto de consejero del papa

 

El cardenalato no supone la consagración presbiterial ni episcopal. Los cardenales son consejeros del papa y su función principal es elegir al nuevo sucesor de Pedro. ¿Hay algún inconveniente en que una mujer pueda dar su voto en el silencio del cónclave? ¿Su voto valdría menos que el de un varón?

 

Un jesuita me decía: “Conociendo a este papa, no le temblaría la mano haciendo cardenal a una mujer y hasta le encantaría ser él el primer papa que permitiese que la mujer pudiera participar a la elección de un nuevo papa”.

 

Cuando Francisco, en su larga entrevista, insiste en que no quiere hacer los cambios precipitadamente y que antes prefiere “escuchar” a la Iglesia, es porque esos cambios, algunos sorprendentes, los tiene ya en mente, quizás bien enumerados. Quiere sólo presentarlos con el aval no sólo de la jerarquía sino del pueblo de Dios.

 

Con este Papa, como diría Federico Fellini: “La nave va”. Con Francisco, los pilares de la Iglesia se empiezan a mover. Y muchos empiezan a temblar. De miedo. Dentro, no fuera de la Iglesia. Fuera empiezan a resonar más bien las notas del estupor y hasta de la incredulidad. “Con este papa casi me están dando ganas de hacerme católica”, escribió ayer una lectora en este diario.

 

Algo se mueve, y quizás irreversiblemente en la Iglesia justo en el momento en el que en el mundo laico y político, en el campo de la modernidad, los relojes parecen haberse parado todos a la vez.