Brooklyn, el apítome de la vida literaria

 

Brooklyn festeja su músculo literario

Una nueva generación de escritores, desde Jhumpa Lahiri a Nicole Krauss, han convertido este barrio en epítome de la vida literaria neoyorquina

Andrea Aguilar

Nueva York

 

Puede que las novelas de Jonathan Lethem hayan migrado en los últimos años a otros barrios, pero la vitalidad y fuerza del nervio literario de Brooklyn está fuera de duda. El domingo cerca de 200 casetas que ocupaban el paseo ajardinado frente al juzgado del downtown eran una excelente prueba de la consolidación de esta pedanía como potente centro libresco. Más allá de Paul Auster, de Malamud o Norman Mailer, una nueva generación de escritores, desde Jhumpa Lahiri a Nicole Krauss, han convertido Brooklyn en epítome de la vida literaria neoyorquina.

 

Además de librerías independientes de Williamsburg como Spoonbill & Sugartown, especializada en libros de arte, o la tienda-editorial Powerhouse books de DUMBO, y de los cada vez más numerosos sellos asentados a este lado del East River como Verso o Melville, a la cita otoñal instaurada hace tan sólo siete años acudieron actores clásicos de la escena editorial como Penguin, universidades como Columbia, centros culturales y más de una treintena de revistas, desde la brooklinita N+1 hasta New York Review of Books. El festival, que transcurre a lo largo de una sola jornada, ha incluido este año una semana de actividades paralelas. ”La escena de Brooklyn se ha convertido en referencia obligada en el mundo literario”, escribe Evan Hughes en Literary Brooklyn. “Hasta hace poco Manhattan era el faro intelectual y esto dejaba poco espacio para imaginar Brooklyn como un lugar sofisticado y cosmopolita, a pesar de su tamaño y diversidad. Si buscabas escritores se suponía que tenías que ir al Greenwich Village”. Los más de 250 autores que firmaron el domingo ejemplares en distintos puntos de la feria demostraron que la brújula literaria marca hoy un destino distinto.

 

Una multitud desfiló ante los puestos y abarrotó las charlas y coloquios que se celebraron desde las 10 hasta las seis de la tarde en 9 escenarios. En una de las salas del edificio de los juzgados un panel trataba sobre Las Caras de Brooklyn y Adelle Waldman reflexionaba sobre su experiencia como novelista en esta zona de Nueva York: “Soy de Baltimore pero vivo aquí y mi novela ocurre aquí, así que la experiencia que evoco es la de un trasplantado. Es algo complicado porque aunque te sientas muy vinculado y estés muy orgulloso de este lugar, también sabes que contribuyes a un cambio que no es enteramente positivo para todo el mundo”. La transformación de Brooklyn implica el desplazamiento forzoso de muchas familias humildes y trabajadores, la desaparición de un paisaje sobre el que Pete Hamill, otro de los participantes en esta charla ha escrito extensamente. “Yo crecí aquí y las calles estaban llenas de personajes, vamos podía decirse que los personajes se caían de las ventanas”, apuntó. “¿Escribir sobre escritores en Brooklyn? Más vale no hablar de toda esa gente que se rasca el ombligo esperando que la siguiente palabra que encuentren sea la acertada. ¡Si tienes que hacer un personaje que no sea escritor por favor!”.

 

Una planta más abajo, en otra de las salas del juzgado el colombiano Juan Gabriel Vásquez, el argentino Patricio Pron y la sudafricana Zoë Wicomb abrían una ventana al mundo en un coloquio en torno a “Las mentiras y los secretos históricos”. En la iglesia de St Anne Francine Prose leía un extracto de Reinaldo Arenas en un acto de denuncia por la vigilancia estatal y la NSA. Y en el zaguán de esta misma iglesia Tom Wolf, el autor de “La hoguera de las vanidades”, vestido con su inconfundible traje blanco, firmaba ejemplares. Si Wolf ha llegado a Brooklyn, algo definitivamente ha cambiado. “Muchos de los personajes de Woody Allen hoy vivirían en Brooklyn”, escribe Hughes. “Artistas plásticos, músicos y diseñadores abundan entre los recién llegados pero un número desproporcionado son editores, agentes literarios, escritores, o una combinación de las tres cosas”. Su festival modesto y popular, ofrece el toque cercano del que esta pedanía presume frente a Manhattan