La Negra Graciana (1939-2013)
La emblemática cantante, arpista y decimista del puerto de Veracruz
Una mexicana intérprete de sones jarochos
«Yo sólo puedo hacerlo de la manera que me enseñaron; feo o bonito, es mi forma de tocar. Mis esperanzas y entusiasmo siempre han salido del arpa. Simplemente, me viene del corazón.«
Grabó dos discos e hizo una gira por Europa
Su verdadera vida fue tocar en Los Portales
Unica mujer arpista que por años fue emblema del son jarocho tradicional, a la que se le veía llegar a Los Portales cargando su arpa en una mano mientras en la otra llevaba el paliacate jarochísimo y rojo, para enjugar el sudor que bañaba su rostro y cuello cuando cantaba, tocaba, improvisaba y reía.
Proveniente de una familia de músicos, desde muy pequeña Graciana tuvo contacto con la música veracruzana.
En 1994 grabó con el sello Corason, de Eduardo Llerena y Mary Farquharson, el disco La Negra Graciana, sones jarochos con el Trío Silva, en el que la acompañaron su hermano Pino Silva, Zeferino Romero, en el requinto, y su cuñada Helena Huerta, también arpista.
Gracias a ese disco, el primero para el mundo comercial discográfico, viajó a Europa.
La arpista se maravilló con el teatro Ville de París, en el Harbour Centre de Toronto y el Barbican de Londres. En su gira por Europa se grabó el álbum La Negra Graciana en vivo desde el Theatre de la Ville, comercializado en 1999.
A su regreso a México, la arpista volvió a llevar su música a Los Portales del puerto de Veracruz.
Me hace falta un arpa nueva…, solía decir, cuando el instrumento aún costaba 6 mil pesos.
Su padre era jaranero , su madre cantaba e improvisaba versos, su hermano Pino Silva toca la jarana, el violín y canta, formó parte de su grupo de músicos y algunos de sus tíos son arpistas también.
Aprendió a tocar el arpa a la edad de 10 años, cuando su padre a cambio de un lechónl, le pidió a un arpista ciego llamado Rodrigo Rodríguez que le enseñara a tocar el arpa a su hijo Pino Silva, hermano de Graciana.
Ella, mientras Pino escuchaba las lecciones, tomaba una silla y aprendía las posiciones de los dedos. Furtivamente, tomaba el arpa y repetía las lecciones de su hermano, de manera tan virtuosa que Rodríguez dijo:
«Quien va a aprender es la chiquilla, el niño no.» «Cuando el cieguito empezó a afinar el arpa, sentí como si me diera un salto el corazón. Fue entonces que me dije: yo voy a tocar el arpa«, afirmó Graciana años después.
Esta tarde calurosa, en Los Portales de Lerdo, la noticia fue confirmada por los soneros jarochos que aún vienen a tocar en los bares: La Negra Graciana, la arpista y decimera del municipio de Medellín, ha muerto.
A los 79 años se fue Graciana Silva,
Supo del reconocimiento a su arte en Tlacotalpan, durante las fiestas de La Candelaria este año, gracias al documental Tu vida, nuestra historia, dirigido por Carlos Saldaña Sandria y el grupo cultural Idea Morada.
Graciana aceptaba rasgar las notas de La bruja por una cerveza oscura fría, que bebía en dos tragos; luego sonreía y carraspeaba.
Sus dedos, regordetes y morenos, parecían palomas sobre las cuerdas, mientras su voz, ya disminuida por las preocupaciones, se imponía sobre todo el pasillo portalero.
A Graciana Silva sus descubridores le grabaron 18 canciones tradicionales y muy antiguos sones jarochos, entre los cuales destacan los que sus papás habían amado especialmente, como El siquisirí o El balajú.
Graciana era de personalidad impactante: amulatada, de ojos que parecían feroces. Era sencilla y franca; le preocupaba la vida cotidiana.
Hasta donde pudo portaleó; dejó de hacerlo hace por lo menos cinco años.
Un diciembre que visitó Los Portales, fue tan solicitada que terminó agotada, pero con una sonrisa. Dijo que ya había sacado para la cena.
La Negra vestía la moda sin edad del Sotavento: vestidos de tira bordada, blancos de escotes sobrios, o conjuntos de dos piezas en tonos pasteles.
Tocaba sones jarochos, que ya pocos saben y cada vez piden menos los parroquianos, como la versión vieja del Colás, el Son de los conejos, La bruja a la manera sotaventina y su amada La iguana, que le hacía mover los pies y los hombros como si temblara.
Como artista nata, Graciana se echaba el paliacate al hombro y encajaba su arpa en las rodillas y el pecho: una imagen que no se volverá a ver pero que permanecerá en el corazón de muchos.
La Negra Graciana fue velada en el municipio de Medellín, en el puerto de Veracruz.
Estuvo casada en dos ocasiones y tuvo ocho hijos.
En la juventud de Graciana, su padre la llevaba a las tradicionales fiestas de la región para tocar con su grupo musical, con el que se ganaba la vida.
El público se maravillaba de que una jovencita pudiera tocar el arpa con tal sensibilidad y dominio.
La fama de Graciana se extendió por los alrededores de Veracruz.
Su maestro Rodrigo Rodríguez siempre se mantuvo como su guía, y ella rechazó ofertas de otros músicos que le ofrecían enseñarle otras técnicas.
«Yo sólo puedo hacerlo de la manera que me enseñaron; feo o bonito, es mi forma de tocar. Mis esperanzas y entusiasmo siempre han salido del arpa. Simplemente, me viene del corazón.»
Al principio tocaba el arpa con los arpegios usuales, hasta que muy pronto tuvo la destreza necesaria para los rápidos cambios e improvisaciones, que se convirtieron en su sello característico. Ella es también conocida por sus décimas (diez versos alineados) cantadas, en su mayoría improvisadas, siempre con humor y una pizca de ironía, que hablan de los temas cotidianos, especialmente los romances y el amor a sus propias tradiciones.
Durante muchos años recorrió con su arpa casi todos los bares del puerto de Veracruz, lo cual le valió para ser conocida por la gente que frecuenta los portales de la calle de Lerdo. En uno de esos bares conoció a Eduardo Llerenas, productor musical y fundador de la disquera independiente discos corasón, quien quedó sorprendido por la gracia de su voz, ingenio y virtuosismo.
Llerenas regresó varias noches consecutivas y le propuso hacer una grabación. Graciana aceptó, y en 1994 grabaron su ópera prima La Negra Graciana, Sones Jarochos con el Trío Silva, en compañía de su hermano Pino Silva, Zeferino Romero en el requinto y su cuñada Helena Huerta, quien es también arpista y posee una pequeña granja de guajolotes que utilizó como un improvisado estudio de grabación.
En este lugar grabaron 18 canciones tradicionales y muy antiguos sones jarochos, que el padre de Graciana había amado en su época, como El Siquisirí o El Balajú.
Este álbum le valió a Graciana y a su trío ser invitados a tocar en prestigiosos teatros de Europa y América como el Royal Festival Hall y el Barbican de Londres, el Harbour Centre de Toronto y el Theatre de la Ville de París.
En este último se grabó su segundo álbum La Negra Graciana: En vivo desde el Theatre de la Ville, París, lanzado en 1999.
Participó también en The México-Festival in Berlin (15 de septiembre de 2002 – 1 de diciembre de 2002).
El repertorio musical de Graciana fue extenso; ejecutó piezas de gran tradición y antigüedad, como El Colás, La Bruja, El Siquisirí, La Bamba, El Torito, La Candela, La Guacamaya, El Cascabel, El Conejo y La indita, entre cientos más.
En sus actuaciones, Graciana aparecía con un típico ensamble de son jarocho. Además de su arpa jarocha, dos jaranas, un requinto y una guitarra de cuatro cuerdas. Los sones de México siempre se han asociado con ciertas tradiciones de danza, por lo que los conciertos de Graciana incluían bailarines siempre que era posible, que contribuían a los ritmos con sus zapateos, estos últimos ejecutados por su hija menor, Guadalupe Córdoba, quien formó parte del ballet folklórico de la Universidad Veracruzana.
Graciana definía su estilo de tocar el arpa como «a lo antigüito«. Su forma era más lenta y menos recargada que la de varios de sus colegas, que desde los años 50s. han estado tratando de hacer el son jarocho más bonito y comercial. Rara vez utiliza el arpa como instrumento solista, más bien la usa para acompañar a sus décimas en las que ella y su hermano Pino reflexionan sobre todo y todos.