José Emilio Pacheco, a un año de su partida

José Emilio Pacheco, a un año de su partida

ARMANDO PONCE

Septiembre de 2006.

Pacheco inaugura la Casa de la palabra.

Marco A. Cruz

proceso.com.mx

Hace un año, un domingo como hoy, sin que pudiera asimilarlo, el mundo literario en lengua española se ensombreció: A la entrada del Instituto de Ciencias Médicas y Nutrición “Salvador Zubirán”, la también escritora Laura Emilia Pacheco dio a conocer la partida de su padre, José Emilio Pacheco.

“Eran casi las 19 horas –se consignó en la revista Proceso el 3 de febrero de 2014–. Habían sido dos días interminables para todo el mundo y silenciosos para él, el más importante hombre de letras de la lengua española y el más reconocido de México por su honestidad intelectual, su desapego a la publicidad, su atenta mirada crítica al desastre de la política nacional y su tarea inconmensurable en pos de una obra permanentemente revisada.”

Y es que la noche del viernes 24 el autor de Las batallas en el desierto había sufrido una caída al tropezar con unos libros en su estudio, justo luego de entregar a la revista su columna “Inventario” –que publicó en el semanario desde su fundación el 6 de noviembre de 1976 y que se constituyó en la más importante en la historia del periodismo cultural del país–, paradójicamente dedicada esa semana a la muerte del poeta argentino-mexicano y amigo y vecino de Pacheco, Juan Gelman.

Proceso refirió también:

“El viernes 24 de enero no fue como todos los viernes: Cristina Pacheco habló a la sección cultural de Proceso para avisar que el ‘Inventario’ se retrasaría y que, por favor, no se le llamara a su esposo para no distraerlo. Acababa de pasarlo en limpio en la computadora para que José Emilio Pacheco lo corrigiera. La periodista se iba a su programa en Canal Once.

–Él hablará cuando esté listo, sentenció Cristina.

“Pasadas las 18 horas, en pleno cierre de edición, la columna no había llegado.

“A las 18:38 finalmente entró con el siguiente mensaje en la computadora de la reportera Niza Rivera:

“Querida Niza:

Espero que te haya ido muy bien en tus vacaciones. Te agradecería que me llamaras para decirme si todo llegó bien. Con un esfuerzo mortal te mando el último artículo sobre Gelman.”

Así, el lunes 27,la sala mayor de El Colegio Nacional –donde el poeta, narrador, traductor, guionista y periodista leyó el 10 de julio de 1986 su discurso de ingreso “A 150 años de la Academia de Letrán”– abrió sus puertas de par en par para que la comunidad cultural lo despidiera.

Y lo hizo como a ningún otro escritor mexicano, pues a ella se integraron estudiantes y público en general, como cuando año con año impartía ahí sus cursos gratuitos, inolvidables clases de literatura.

En el recinto, Proceso recogió 31 testimonios de artistas, escritores e intelectuales sobre la lectura de “Inventario”.

Como homenaje a la memoria de JEP (que así firmaba esos textos), se reproducen en seguida cinco de ellos:

Marco Antonio Campos (narrador, poeta, traductor y editor):

“Inventario” representa el gran fresco de la literatura que se hizo en México en varias décadas. A mí ante todo me enseñó que se podía hacer un artículo o ensayo o crónica, literario o histórico, impecablemente escritos y sin repetirse nunca. Cuando abría Proceso lo primero que buscaba era la columna de José Emilio.

No ha habido y tardará mucho para que surja alguien que escriba una columna semanal así tan amena, tan informada, tan lúcida. La literatura mexicana, mejor dicho la literatura, tiene un hueco enorme al no haberse recopilado esos cientos o quizá miles de textos en libros. Nada me ha sido más útil en el periodismo literario que esta columna.

Felipe Gálvez (historiador, investigador y periodista, profesor de la UAM-Xochimilco):

José Emilio Pacheco fue un faro generoso en medio de una realidad cultural cada día más empobrecida. Leer cada entrega de su “Inventario” era, es, rasgar ese oscuro velo y desembarcar en múltiples puertos pletóricos de sugerencias, hallazgos, aprendizajes y rumbos generosamente compartidos. Abrir Proceso en lo sucesivo será, dada la agreste circunstancia del país, un ejercicio menos grato sin su “Inventario”.

Cabe esperar, empero, que su simiente pronto germine en el pulso vigoroso de alguno de sus incontables alumnos y lectores. Toca a Proceso agrupar y editar en forma de libro los frutos de esa constante siembra de saberes. Apueste Proceso, aun en contra de los propios vaticinios del poeta periodista, a que el palpitar de su obra y de su nombre seguirán vivos en los pupitres y las aulas sin muros de las generaciones por venir.

Elena Poniatowska (escritora y periodista):

El “Inventario” es notable, es una enciclopedia viviente, una clase de historia, de literatura, de ética, porque ante todo José Emilio era un hombre moral, un héroe moral de nuestra época.

Enrique Serna (novelista):

El “Inventario” fue muy importante en mi formación de escritor, lo empecé a leer a los 18 años y en ese momento trabajaba en una agencia de publicidad de películas mexicanas, Procinemex, donde estaban varios escritores y críticos de cine, como el poeta Francisco Hernández y el dramaturgo Carlos Olmos, y nosotros comentábamos todos los lunes el “Inventario” de José Emilio Pacheco y muchas veces íbamos a comprar los libros que él comentaba, de modo que yo aprendí mucho leyéndolo y creo que como divulgador cultural dejó una huella muy profunda en México.

José Emilio fue muy modesto y nunca quiso reunir sus “Inventarios” en libros. Ahora probablemente –espero que– aparezcan, porque si los dividen por temas podrían ser libros muy disfrutables. Ojalá se rescaten esos materiales porque la gente admira las obras de Pacheco en las librerías, pero hay otra escondida en las hemerotecas que tiene igual importancia que su poesía y su narrativa.

Juan Villoro (narrador y cronista):

Mi generación se formó leyendo “Inventario”. En esa columna, Pacheco reinventó el periodismo cultural, demostrando que las noticias del arte y la reflexión vienen de muy lejos y no dependen de la moda. A contrapelo de tantos opinionistas que sólo se interesan en la “rabiosa actualidad”, amplió el repertorio de la cultura y demostró que el periodismo es una forma del arte. Sus temas esenciales fueron los libros, las biografías de los autores y las curiosas correspondencias entre ellos. Pero esto no lo apartó del contexto histórico.

Pacheco fue un implacable crítico del ecocidio, la pérdida de los valores educativos, el veneno lento de la corrupción. Aunque se postulaba como un simple notario de lo real y firmaba con modestia con sus iniciales (JEP), fue un imprescindible crítico moral de la época y un defensor de lo que se debe preservar en ella.

“Inventario” es la obra de un enciclopedista. Cuando esa copiosa producción se reúna en libros podremos darnos una idea del torrente cultural escrito bajo las inolvidables iniciales de José Emilio Pacheco.