XXXI ASAMBLEA DE LA ASOCIACIÓN MEXICANA DE INSTITUCIONES DE EDUCACIÓN SUPERIOR DE INSPIRACIÓN CRISTIANA
(AMIESIC),
Reciban mi atento saludo, así como mi agradecimiento por su invitación a participar en esta su Asamblea: “Hacia el Fin de la Pobreza en México: el Papel de las Universidades Cristianas”. Vengo en representación de la Conferencia del Episcopado Mexicano, como responsable de la Dimensión de Pastoral de la Cultura. Se me ha confiado el procurar estar en relación con las universidades y centros superiores de estudios de inspiración cristiana, para que juntos trabajemos en impulsar la nueva evangelización de las culturas contemporáneas, con el fin de que el Evangelio ilumine los diversos ambientes y se transforme el hombre y la sociedad de hoy.
Celebro que el tema central de esta asamblea sea la pobreza. Desde su identidad de ser centros de pensamiento y de profunda reflexión, es urgente pensar caminos para avanzar en su comprensión, combate y solución. Las estadísticas nos indican que la pobreza no disminuye considerablemente, sino que en algunas regiones y en algunos grupos se degrada en miseria, al grado de que muchas personas carecen de atención adecuada para su salud, no tienen trabajo y se sienten obligados a emigrar, no tienen condiciones para mantener una educación escolar, su vivienda no es digna de un ser humano, e incluso pasan hambre. Profesores, alumnos, padres de familia y personal de servicio de una institución superior de inspiración cristiana, no pueden permanecer indiferentes ante el drama de la pobreza. Nos preocupa la pobreza económica, pero sabemos que ésta es consecuencia de otras más profundas, las pobrezas culturales: el relativismo, el egoísmo, la falta de sentido, la indiferencia, la inmanencia, el tedio, la avaricia, el consumismo, la incapacidad de cercanía con los otros.
La Palabra de Dios, sobre todo la vida de Jesús, el Magisterio social de la Iglesia y, actualmente, la insistencia machacona del Papa Francisco sobre el amor preferencial a los pobres, cuestionan nuestra conciencia y no nos pueden dejar pasivos, reduciéndonos a lamentos y críticas. Dar a los pobres el lugar que Dios les da y luchar por su liberación integral, no es comunismo o marxismo, ni es teología de la liberación condenada por la Iglesia, sino que es puro Evangelio, es lo más esencial del cristianismo, como consta particularmente en Mateo 25, 31-45. Seremos juzgados por el amor que hayamos manifestado a los que sufren, a los pobres, a los marginados, excluidos y descartados. Si una institución de educación superior no tiene esto en su ideario, en su misión y visión, en su pedagogía, no es plenamente de inspiración cristiana. Por supuesto, no sólo hay que hacer un trabajo por los efectos de la pobreza, sino sobre todo revisar sus causas, las estructuras económicas, sociales, culturales y políticas, entre otras, de la pobreza.
Abordan ustedes una dimensión fundamental de nuestra fe cristiana, en un ambiente donde a muchos alumnos lo que más les interesa es obtener un título para ganar más y más dinero, tener más y más bienes materiales, integrarse a empresas y sistemas de amplio mercado, que generen más y más ganancias; en una palabra, en un contexto donde impera la mentalidad y la ilusión de ser parte del actual sistema económico, político y social, que de por sí es generador de inequidad, de exclusión, y por tanto de injusticia. ¿Cómo generar una mentalidad diferente? ¿Se preparan profesionistas para ser parte de ese sistema, para reforzarlo y hacerlo más invencible, o para buscar alternativas sociales, políticas y económicas más humanas? ¿Es posible educar una forma de pensar y de actuar conforme al Evangelio, en un mundo universitario que tiene otros valores? ¿Es posible ir a contracorriente?
El asunto de la pobreza es particularmente sensible para algunos Estados de la República, como Oaxaca, Guerrero, Veracruz y Chiapas. Hay otros Estados con menos recursos naturales, pero que han encontrado alternativas para disminuir su pobreza. Quienes servimos en Chiapas, constatamos con dolor y preocupación, muchas veces con impotencia, que todavía en algunas comunidades no hay luz eléctrica, las mujeres deben ir a acarrear el agua a lugares distantes, hay clínicas o centros de salud, pero sin médicos ni medicinas, el campo es abandonado por su poca rentabilidad, donde la emigración es una opción de vida o muerte. ¿Qué hacer?
Tengamos en cuenta que la medición de la pobreza es relativa. La pobreza en Chiapas es inocultable. Yo llevo 24 años allá, y he visto cambios positivos: hay más carreteras y escuelas, más electrificación y agua entubada, mejoría en la vivienda, muchos vehículos por todas partes y celulares que abundan por todos lados; sobre todo, hay más conciencia de la propia dignidad de los indígenas y mejor defensa de sus derechos. Los gobiernos, algunos empresarios, la Iglesia y algunas organizaciones sociales han puesto sus ojos en Chiapas y no podríamos negar su mejoría.
En nombre de mis hermanos Obispos, quiero seguirlos exhortando a asumir el documento Educar para una Nueva Sociedad. Apostemos por una educación verdaderamente humana y de calidad para todos. Ahí está la solución para muchos de nuestros grandes problemas. El problema está en el corazón del hombre, en su concepción de quién es y para qué es. La emergencia educativa es una emergencia antropológica.
Gracias por esta reunión. Felicito a la Universidad del Centro de México, anfitriona de este evento, por sus treinta años de existencia. Les reitero, no están solos en esta tarea educativa. Los obispos de México estamos también comprometidos y cuestionados en este rubro. Cuenten con nosotros y con nuestras parroquias e instituciones. Cuenten con los sacerdotes, con las y los religiosos, con tantos laicos comprometidos que quieren en verdad ser coherentes con su fe. Exijámonos unos a otros mayor fidelidad al Evangelio, mayor capacidad de servicio conjunto en bien de nuestro País. Propóngannos iniciativas para colaborar con ustedes. Organicen eventos, conferencias, retiros, pláticas, foros, y cuanto sea posible, para poner nuestro granito de arena en la lucha contra la pobreza en México.
¡Animo! ¡Sí es posible construir otro México, más incluyente y solidario! Ustedes tienen en su campo de acción la posibilidad de generar otra mentalidad, otras actitudes, en este Cambio de Época. Es lo que nos piden Jesús y su Iglesia.
Cuenten con nosotros, nuestra oración. Muchas gracias.
+ Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo de San Cristóbal de Las Casas
Responsable en la CEM de la Pastoral de la Cultura