Octavio Paz en manos de la censura franquista

Octavio Paz en manos de la censura franquista

La dictadura elaboró, entre 1950 y 1976, hasta 14 informes contra los libros del Nobel

VÍCTOR NÚÑEZ JAIME

Madrid

Los funcionarios de la Dirección General de Propaganda y la Dirección General de Cultura Popular del Ministerio de Información y Turismo, que se ocupaban de revisar (léase censurar) todo lo que se publicaba en España durante la dictadura de Franco, afilaban la mirada, subrayaban, tachaban y, al final de su lectura, rellenaban siempre el mismo formulario: “¿Ataca al dogma? ¿A la moral? ¿A la Iglesia o a sus Ministros? ¿Al Régimen y a sus instituciones? ¿A las personas que colaboran o han colaborado con el Régimen? ¿Los pasajes censurables califican el contenido total de la obra?”. Uno de los grandes afectados por aquellas preguntas y los subsiguientes cortes y supresiones de pasajes fue el escritor mexicano Octavio Paz (1914-1998).

En julio de 1950, la compañía Editora y Distribuidora Hispanoamericana S.A. (EDHASA) solicitó el permiso para distribuir 200 ejemplares de Libertad bajo palabra de Octavio Paz, publicados en México. El libro fue enviado a dos censores. El primero, Pedro de Lorenzo, dijo en su informe que en seis páginas había “frases o expresiones obscenas, otras irreverentes”. El segundo, Andrés de Lucas, apuntó con letra angulosa: “Versos oscuros y estúpidos con algunas expresiones equívocas. Creo, sin embargo que puede autorizarse por el escaso número de lectores que leerán estos engendros”.

Catorce informes de este estilo, sobre distintos libros del escritor mexicano y Premio Nobel de Literatura 1990, se exhiben hasta el próximo 20 de marzo en el Archivo General de la Administración, ubicado en Alcalá de Henares (Madrid), como parte de la exposición Octavio Paz: Guerra, Censura y Libertad. “La muestra podría dividirse en dos partes: la figura de Octavio Paz y el contexto de sus ideas y su obra en relación con España”, dice Evelia Vega, una de las comisarias, quien trabaja en el archivo dependiente del Ministerio de Educación Cultura y Deporte. En la exposición hay, además, fotografías del autor mexicano durante su estancia en España en 1937, junto a algunos de sus colegas que asistieron al Congreso de Escritores Antifascistas de ese año en Valencia, como el narrador José Mancisidor, el poeta Carlos Pellicer, el músico Silvestre Revueltas o el pintor José Chávez Morado. Y un reportaje gráfico de abril de 1982, cuando Octavio Paz visitó el Ateneo de Madrid.

“¿Ataca al dogma? ¿A la moral? ¿A la Iglesia o a sus Ministros? ¿Al Régimen y a sus instituciones? ¿A las personas que colaboran o han colaborado con el Régimen? ¿Los pasajes censurables califican el contenido total de la obra?”

Dice Eduardo Ruiz Bautista, investigador de la Universidad de Alcalá, que los censores franquistas se caracterizaban por su “servilismo desmedido, exceso de celo, ínfulas de literato frustrado y la crasa ignorancia y competencia lectora que exhibían en muchos de sus juicios y prejuicios”. Cuando en 1955 revisaron el poemario Semillas para un himno, escrito por Paz un año antes, Jesús Garcés señaló en su informe que se trataban de “poesías de un poeta americano, creacionista sin un argumento general. Después de la obra creadora el poeta hace unas traducciones de los poetas Marvell y Gerardo Nerval. Nada que objetar. Autorícese salvo superior parecer”.

Cuenta Jesús Cañete, el otro comisario de la exposición y director del Festival de la Palabra de la Universidad de Alcalá, que “la censura veía a Octavio Paz como alguien peligroso por haber asistido al Congreso Antifascista de Valencia. Quizá porque esa experiencia marcó para siempre al autor de El laberinto de la soledad, tanto en su obra poética como ensayística. Llama la atención que cuando la censura no podía evitar la publicación de algún libro, hacía todo lo posible por demorarla. El 17 de abril de 1973, Círculo de Lectores solicitó autorización para reeditar Los signos en rotación y otros ensayos, que ya había publicado Alianza en 1971. En esta ocasión el lector censor volvió a tachar las referencias que había a la Virgen en el texto dedicado a la obra de Marcel Duchamp (“La novia desnudada por sus solteros”). La editorial protestó argumentando que el libro ya se había editado anteriormente y que detener la impresión le causaba daños económicos. Entonces el censor no pudo impedir su impresión pero sí hizo todo lo posible por retrasarla. El libro no se publicó hasta año y medio más tarde: en septiembre de 1974”.

En 1971, la editorial Seix Barral decidió publicar Las peras del Olmo, un compendio de ensayos del Premio Cervantes 1981. La censura pidió que se suprimiera el texto titulado Aniversario Español. Y así se hizo en su primera edición. La censura, sin embargo, no se conformaría con trocear los libros de Paz. En 1975 se impidió la libre circulación de la revista Plural en España y el editor Pere Gimferrer organizó una protesta pública. Un año después, cuando ya el dictador había muerto, la censura seguía fijándose en los libros de Paz. “Vuelta, poemario de Seix Barral, es poesía surrealista. No me ha gustado. Pero desde el punto de vista jurídico-administrativo, nada que señalar”, dice el informe fechado en aquel año.

Este tratamiento al que fue sometida la obra de Octavio Paz en la España franquista ha despertado un interés mesurado entre los conocedores de la vida y obra del escritor mexicano. “Conocer estos documentos es algo curioso”, dice el filósofo Fernando Savater, “y son una buena anécdota para sumarla a toda la información que ya tenemos sobre Octavio. Son interesantes, también, porque demuestran la mentalidad de esos inquisidores contemporáneos que eran los censores franquistas, cuyos criterios literarios dejaban mucho que desear. Lo sé bien, porque me tocó vivir la censura en todo lo que escribí hasta los 28 o 30 años, la edad que tenía cuando yo murió Franco”.

Para Chus Visor, editor de Visor Libros, “los cortes que se le hicieron a la mayoría de los libros que pasaban por la censura franquista fueron poco importantes para su publicación. De lo contrario, los autores se hubieran negado a publicar. Lo que solía hacerse era cambiar algunas palabras por eufemismos. Y eso te jodía, como autor o editor, pero eras consciente del contexto en el que vivías y podías soportarlo”. Joan Tarrida, director editorial de Galaxia Gutenberg, que en alianza con Círculo de Lectores ha publicado las obras completas de Paz en España, opina que “el hecho de que ahora se conozcan estos informes no aporta gran cosa a la vida y obra del Nobel. Pero sí a la historia cultural de España. Porque demuestra cómo se trataba a los escritores durante la dictadura”.