Brandford Marsalis, un Saxofón

Branford

Juan Arturo Brennan

Un buen dato para una primera aproximación al perfil del gran saxofonista Branford Marsalis se encuentra en su página web, y se refiere tanto a su biografía como a su discografía. Se ha dicho, y con razón, que Branford Marsalis siempre ha tenido un pie en el mundo del jazz y el otro en el mundo de la música clásica. Su página lo confirma, ya que en ella en encuentran dos trazos biográficos separados, uno sobre sus andanzas en el mundo jazzístico, y otro que da cuenta de sus pasos en el ámbito de la música de concierto; su discografía está dividida de igual manera. Este hecho permitiría esperar, quizá, que una presentación de Marsalis en concierto incluyera música de ambos mundos; no sé si acostumbre presentar programas de este tipo, pero el hecho es que en su reciente paso por estos rumbos, se dedicó cien por ciento al jazz, y con resultados formidables.

Hace unos días, Branford Marsalis se presentó en el Lunario del Auditorio Nacional con su cuarteto, en una tocada de alto voltaje que viene a añadirse a las ya numerosas sesiones de jazz de alto nivel que se han estado ofreciendo en esta ciudad en los últimos años. A pesar de que la música escuchada esa noche fue de incuestionable calidad en su concepción y en su realización, no faltaron algunas reacciones de desconcierto ante las propuestas más avanzadas de la velada, como tampoco faltaron los inconformes que se apropiaron de esa tan trillada frase que se aplica por igual a los artistas que a los deportistas: Quedó a deber. Esto fue sin duda un espejismo, o simples ganas de dar lata.

A lo largo de la caliente sesión, Branford Marsalis tocó, en efecto, relativamente poco, dejando una buena parte del peso específico de la música en manos (muy hábiles, por cierto) de sus colaboradores; él mismo confesó que la altitud de la ciudad de México lo había dejado sin aire. Así, aprovechó sus parsimoniosos descansos para recuperar ese aire, y una vez recuperado, lo filtró a través de sus saxofones con toda la energía y todo el poder que es usual en sus presentaciones. Es decir, no quedó a deber absolutamente nada, porque sus ejecuciones fueron extraordinarias, y las de sus cómplices también. El repertorio de esa noche tocó algunas bases de importancia capital, entre las cuales destacaron piezas de dos indispensables: el enorme pianista y compositor Thelonious Monk, y el prolífico songwriter Irving Berlin. Tan distintos como son los estilos de ambos, así de variadas fueron las versiones de Branford Marsalis y compañía. De manera muy puntual, el lenguaje complejo y avanzado de Monk fue complementado por la creación original del extrovertido pianista del cuarteto, Joey Calderazzo, cuyo estilo fogoso y energético se va alejando poco a poco de los cánones del jazz/blues tradicional hasta llegar por momentos a expresiones armónicas, formales, melódicas y de uso instrumental que se acercan más al concepto de la música contemporánea de cámara. (Aquí fue donde los tradicionalistas alzaron la ceja). El cuarteto abordó música original (también bastante compleja) del contrabajista Eric Revis, que en algunos de sus episodios se percibía como un complejo laberinto sonoro, venturosamente equipado con salidas múltiples. Para el final, un breve retorno a raíces más clásicas, con una cadenciosa versión de la muy tradicional canción folclórica St. James Infirmary, que se hiciera famosa originalmente gracias a Louis Satchmo Armstrong.

De pilón. El Disquero de esta sección reseñó hace algunos sábados un par de recientes cedés de Branford Marsalis en su versión jazz, y yo pongo mi granito de arena recomendando uno de sus discos añejos, titulado Romances for saxophone, donde hace refinadas y deliciosas versiones de piezas de Debussy, Ravel, Fauré, Rajmaninov, Stravinski, Colombier, Villa-Lobos, Satie y Mussorgski, con un gran acompañamiento a cargo de Andrew Litton al frente de la Orquesta Inglesa de Cámara. Es una pulida joya sonora en la que destaca con luz propia la sutil faceta de la música francesa.