El amor sale por la ventana

El amor sale por la ventana

La Jornada Semanal

Freud destacó siempre que los poetas y los artistas solían adelantarse a los descubrimientos del psicoanálisis. Los nombres que puso a algunos de sus conceptos teóricos centrales muestran su conciencia de la importancia que daba a los modelos culturales y literarios, por ejemplo, complejo de Edipo, narcisismo, ambos en relación con relatos de la mitología clásica. También utilizó obras literarias de su época para ejemplificar sus teorías y abordó elementos literarios e históricos en un ejercicio de psicoanálisis aplicado que ha dado lugar a críticas metodológicas por parte de algunos autores.

Sus ejemplos clínicos o literarios tienen el sello de su época vistos en comparación con la realidad actual, pues tanto los individuos como los conjuntos sociales e instituciones somos hijos de nuestro tiempo y del lugar donde nos desarrollamos, es decir, el contexto histórico y social nos influye de manera determinante y, en el caso de los individuos, tan determinante como la influencia seminal de la familia en la infancia.

Aunque el psicoanálisis tradicional hace énfasis en sólo una de las partes, somos el resultado de influencias parentales, epocales y situacionales.

En el siglo XIX, Musset lo comprendió muy claramente y por eso a sus memorias las tituló Confesiones de un hijo del siglo, donde también identificó la que consideró la psicopatología de la época, el tedium vitae, el tedio de vivir. El cuadro de la época romántica lo completó Goethe en uno de sus personajes, de fuerte contenido autobiográfico, el joven Werther, que se suicida ante la realidad de un amor imposible.

Ahora bien, la influencia histórico-social no sólo alcanza a las subjetividades individuales sino también a la forma de establecer vínculos, entre otros, el de pareja.

De la alianza de linajes al amor romántico

En la Edad Media, cuando el hombre existía como un simple integrante de alguna colectividad (Iglesia, feudo, gremio, ejército o familia) sometido siempre a alguna autoridad indiscutible, el matrimonio (siempre como unión legal, jurídica o religiosa) mantiene, en consecuencia, un sentido semejante: una alianza de linajes que representan la unión de intereses de dos grupos familiares. La pasión amorosa y sexual, la individualidad y la subjetividad tenían ahí nulo o mínimo espacio.

Aun en ese contexto tan monolítico se desarrolla en Europa la lírica trovadoresca, entre el siglo XI y XIII; donde se expresa una nueva forma de amor dirigido a una mujer idealizada que no es la propia y que supone el adulterio. Esta poesía se basa en formas que implican la humildad y el vasallaje del hombre ante la mujer, así como la cortesía y el refinamiento.

Si bien se idealiza a la mujer, no se trata de un amor platónico, más bien al contrario: es sexualizado y pasional, generalmente adúltero que por ello requiere, como norma caballeresca, la discreción absoluta del amante en relación con la dama que le ha otorgado sus favores.

Estas son las formas del amor cortés que busca expresarse fuera del matrimonio, ya que en él no existe la libertad y es el origen de una revolución histórica futura en el campo de los afectos y de los vínculos: el amor romántico y el matrimonio por amor, que en la modernidad propia de la revolución industrial (siglo XV) tiende a substituir a la feudal alianza de linajes.

Un ejemplo de esta forma literaria que es heraldo de un cambio social trascendental sería una canción de Bernat de Ventadorn, un trovador francés del siglo xii:

Buena Dama, yo nada pido

sino ser vuestro servidor;

os serviré como a mi señor,

decir el premio merecido.

A vuestro mandato soy

humilde, alegre y cortés,

que vuestro gusto no es

de fiera, pues vivo voy.

A mi “Cortés”, donde esté,

mando mis versos en fe

de que lejano no estoy.

En clara correspondencia con la afirmación freudiana con que inicié este trabajo: los afectos y relaciones amorosas y sexuales durante largos siglos fueron terreno privilegiado de los poetas para expresar sus emociones, y de los ministros religiosos para buscar normar y reglamentar las relaciones. Sólo hasta épocas recientes se convirtió en ámbito posible de abordar por psicoanalistas, así como por otros científicos sociales e investigadores médicos.

Del modernismo al posmodernismo

Estas etapas históricas con sus diferentes modelos de relaciones amorosas y de pareja dan lugar a que en la sociedad actual coexistan parejas tradicionales, premodernas y modernas, con parejas de nuevo cuño. En estas últimas subyacen los efectos del debate social (más actuado que verbalizado) entre modernidad y posmodernidad. En el primer caso, alrededor de los conceptos de un deber ser centrado en la colectividad y/o en un bien superior y, en el segundo, en una actitud centrada en la importancia de la propia persona y el placer inmediato, así como en el énfasis en el consumo, donde las relaciones amorosas se vuelven un objeto más del mercado, de modo que en los lugares de encuentro los sujetos postmodernos se exhiben y deambulan como en una tienda, con la calculada distancia propia del interés controlado, y en otros momentos con la superficial cercanía de la camaradería colegial. Por supuesto, esa exhibición social se correlaciona con el énfasis posmoderno en la imagen, que lleva a una atención mayor en la conservación del cuerpo y a su exposición más amplia.

Los cambios en la subjetividad comienzan por los individuales, donde el narcisismo, hedonismo e individualismo llevan al predominio de los proyectos personales sobre los compartidos, volviendo a las relaciones amorosas inestables y de horizonte limitado, lo que Zygmunt Bauman ha considerado el paso del “amor sólido” al “amor líquido”, más fluido y evanescente. Aumenta la tendencia a la falta de compromiso para establecer relaciones de pareja y se vuelve notoria la disminución en la duración de las uniones, así como la tendencia a evitar su legalización. Hay más personas viviendo solas, aunque no solitarias porque comparten diversiones, afectos y sexualidad con otros.

Los roles masculino y femenino se reformulan con un ascenso de posibilidades en la mujer que participa en el mundo laboral y en la esfera pública, dotándola de una nueva situación de poder y de una amplificación de sus intereses al ámbito no doméstico. En muchos casos, inclusive, se da un cambio de roles donde las mujeres son más emprendedoras y obtienen mayores ingresos económicos y estatus mientras que los hombres, sobreprotegidos y pasivizados por sus madres, tienen escolaridad e ingresos inferiores.

Los nuevos ideales

Si bien las grandes utopías sociales y religiosas tienden a desaparecer, eso no significa que desaparezcan los ideales sociales, aunque cambian sustantivamente hacia los aspectos ya mencionados de individualismo sin responsabilidad social, el hedonismo y el narcisismo. En esta época hay más parejas que no quieren tener hijos, por la combinación de limitaciones económicas y por el cambio de ideales que ya no se plantea la realización a través de los hijos, sino en forma directa como realización hedonista personal. Al igual hay un desinterés en los aspectos ideológicos y políticos, sociales e intelectuales.

En las parejas estables, que las hay a pesar de todas las presiones del entorno, suele producirse un cambio en el rol masculino que ahora tiene mayor participación en las tareas domésticas y el cuidado de los hijos.

El hedonismo dominante lleva a nuevos ideales sexuales en la pareja matrimonial; ya no el amor-reserva sino el amor-pasión, con búsqueda de relaciones plenas y satisfactorias para ambos cónyuges, donde la iniciativa no queda reservada sólo al hombre, sino que también se le permite a la mujer, de quien quien se acepta la realidad de tener, como el hombre, experiencia sexual en su vida premarital.

En un ambiente cultural que le da más importancia a la sexualidad y crea menos inhibiciones, ésta tiene inicios más tempranos y se mantiene aun en las personas de edad avanzada, a condición de que mantengan una buena condición física, un interés en la sexualidad y un compañero o compañera con quien compartirla.

Esta tendencia social, que da mayor importancia a la satisfacción sexual, tiene el contrapeso del narcisismo que, en su individualismo acendrado, teme a la entrega amorosa y sexual y a su consecuencia de buscar una vida compartida “por siempre” o cuando menos por largos períodos; la búsqueda del placer y la seguridad de una vida amorosa compartida entra en conflicto con la sensación de “atrapamiento”, de pérdida de la libertad individual. En otros casos, la satisfacción amorosa y sexual de una vida compartida con poca profundidad y compromiso no es comparable a la intensidad de placer que a algunas personalidades les brinda el desplazamiento libidinal a las satisfacciones derivadas del ejercicio del poder político y/o económico.

Las nuevas modalidades vinculares

El vínculo posmoderno se caracteriza por el ocaso del modelo de la pareja burguesa y romántica que es substituido por un enfoque amoroso más ligero, menos comprometido; un modelo de relación caracterizado por un desapego distante que queda ahora definido mediante calificativos provenientes del inglés: las relaciones light, de poco compromiso, laxas, con vínculos de fácil disolución, o con modalidad cool de distancia afectiva, hiperdiscriminadas, como táctica para disminuir el compromiso y el dolor potencial de la pérdida llegado el momento de la inevitable separación. Cuando las mujeres se mantienen en enfoques tradicionales de dependencia y romanticismo, encuentran una frustración constante a sus aspiraciones en relación con el comportamiento evasivo y la falta de expectativas de compromiso en los varones: el encuentro sin solución de modalidades vinculares del siglo XIX o XX confrontadas con las del siglo XXI.

El cortejo tiende a desaparecer. Las relaciones tienden a volverse predominantemente sexuales, buscando la diversión sin vínculo afectivo profundo ni compromiso, dando lugar a nuevas denominaciones: relaciones free en México o rollo en España, aunque algunas pueden pasar después a un nivel de mayor profundidad. El inicio de las relaciones cambia de un conocimiento gradual por medio del noviazgo, en el pasado, a una inmediata o rápida inmersión en la sexualidad, en el presente. Hay un desprecio a las manifestaciones relacionadas con la ternura, uno de los grandes componentes del vínculo amoroso junto con la sexualidad, lo cual vuelve limitado al vínculo erótico al frustrar las necesidades de apoyo y dependencia. Esto es estratégico como obstáculo para las relaciones estables, ya que la corriente tierna estabiliza el vínculo mediante la indulgencia que permite tolerar las inevitables imperfecciones humanas presentes en el compañero.

En algunos casos, cuando se logra establecer un vínculo de pareja estable, puede darse la propuesta de no tener una convivencia bajo el mismo techo, sino mantenerse en sus espacios individuales. Esto, a veces, como forma de regular la cercanía y compromiso para controlar el temor a la pérdida de la libertad individual y, en otras ocasiones, por limitaciones de orden económico, sobre todo en jóvenes o adultos insolventes e inmaduros que no pueden sostener los gastos de un domicilio de pareja, tendiendo a permanecer hasta edades avanzadas en el domicilio de las familias de origen. También, en otros casos, como solución pragmática y razonable en divorciados con hijos grandes que no quieren enfrentar los difíciles problemas de la formación de una familia compuesta.

La expectativa de una relación para toda la vida tiende a ser substituida por una de corto plazo o, cuando menos, de plazo limitado.

En nuestro medio latinoamericano, los cambios sociales y económicos producidos por los cambios en el modelo económico han producido curiosas contradicciones entre la búsqueda contemporánea de independencia y su imposibilidad en las grandes capas poblacionales depauperadas por el neoliberalismo que, consecuentemente, tienen necesidades de apoyo externo (por ejemplo, los hijos que no pueden abandonar el hogar paterno por insuficiencias económicas y que por la misma razón evaden establecer una pareja estable), pero que mantienen sin cambio el discurso ideológico y axiológico propio de la contemporaneidad.

Las parejas ya establecidas encuentran, a su vez, las presiones tanto de índole económica (inflación, desempleo, carencia de servicios sociales, etcétera) como las derivadas de la llamada flexibilización laboral, o sea, el cambio de las condiciones estables y convencionales de trabajo que implica inéditos arreglos en el cuidado del hogar y los hijos, derivados de quién de los cónyuges conserva empleo y capacidad económica y de qué tiempos libres disponen.

La economía del hogar, en parejas de convivencia bajo el mismo techo, con frecuencia es compartida, dado el desfase entre ingresos individuales y gastos familiares y la creciente autosuficiencia de las mujeres que –en ocasiones– llegan a tener ingresos superiores a los de los varones, dando lugar a cambios en la distribución del poder y en los roles.

Una mayor tolerancia social a la homosexualidad hace más frecuentes y visibles a parejas de este tipo, que en muchos países pueden incluso legalizar su unión y adoptar hijos, acercándolos más a los modelos de parejas y familias heterosexuales.

En un ambiente cultural que aumenta la tolerancia a la diversidad sexual y que promueve la formación de caracteres preedípicos que mantienen la potencialidad polimorfa de la sexualidad infantil, tiende a ejercerse con mayor frecuencia la posibilidad de ejercicios bisexuales paralelos o alternantes tanto en la juventud como en la adultez. Ya no es raro que en la consulta psicoanalítica una paciente llegue un día comentando que la novedad es que ahora ya no tiene novio sino novia y que después de una temporada homosexual continúe la heterosexualidad. Es menos frecuente en los varones pero también llega a suceder.

En conclusión, los procesos que dan lugar a la constitución de la subjetividad individual y los vínculos humanos son fuertemente influidos por los cambios en el entorno cultural y económico, de tal manera que no es de extrañar que los actuales tengan el sello de la cultura posmoderna y del neoliberalismo.

Haruki Murakami, escritor japonés contemporáneo que se ha salido de temas nacionales para abordar temas, personajes y situaciones universales, ha publicado recientemente un libro de cuentos, Hombres sin mujeres, que muestra estas pautas amorosas y de vida posmoderna en las modalidades que adopta en la sociedad japonesa. Ilustrativa es, sobre todo, la historia del dr. Tokai, un encumbrado cirujano plástico (“Un órgano independiente”), que alterna una activa vida profesional con una activa vida sexual con distintas mujeres en encuentros temporales o fugaces, y una vida general cómoda que disfruta en un tono de superficialidad afectiva, hasta que entra en crisis existencial al enamorarse de una de sus amantes, casada, con la cual tiende a estabilizarse mientras ella lo explota económicamente sin que a él le preocupe, hasta que ella lo abandona y se va, no con el marido, sino con un tercer hombre. La crisis del engaño es tal que el facultativo se deprime y se deja morir en un abandono anoréxico que no logra evitar su fiel secretario.

Viñeta 1: La levedad del ser, una separación cool

Rafael y Zita son jóvenes profesionales de treinta y pocos años. Él viene de las ciencias sociales y ella del área tecnológica. Llevan tres años en unión libre donde él se siente mucho mejor que con anteriores parejas, ya que la relación fluye con facilidad en la convivencia cotidiana y la sexualidad, amén de que se dan amplia libertad individual con sus respectivas amistades. Ha logrado no sentirse atrapado en una relación y sin libertad para ligar mujeres más guapas o más interesantes.Ambos se sienten insatisfechos con sus trabajos que les producen buenos ingresos pero que no les apasionan, por lo cual han iniciado estudios de postgrado en nuevas áreas que esperan que les den la satisfacción anhelada, aunque no queda claro cómo les van a proporcionar un ingreso equivalente al que tienen o cuando menos suficiente para cubrir sus necesidades.

La diferencia es que él está entusiasmado con sus estudios y ella no. Entran en crisis. Cada uno está cada vez más inmerso en sus distintos círculos amistosos, y disminuye el interés en las actividades compartidas. Él siente que no recibe suficiente estímulo de Zita, que es de carácter fácil pero superficial, sin intereses culturales o ideológicos, sólo interesada en la diversión a través de películas banales y la música pop del momento. Se habla de la posibilidad de separación, así como de buscar reconstruir, revitalizar la relación. La decisión final parte de ella, que toma conciencia de que tiene muy poco claro su proyecto personal de vida y que, en la relación, gira alrededor de él sin poder desarrollar, de manera paralela, un proyecto personal.

La relación termina de la misma manera tan fluida como inició, sin dramas, sin conflicto, como evidencia de no haber podido generar suficiente profundidad de vínculo y de compromiso. El leve duelo propio de una relación cool se vuelve todavía más llevadero mediante salidas con amigos y amigas, algunos encuentros sexuales, así como diversiones diversas acompañadas de alcohol y mariguana.

Viñeta 2.: El factor neoliberal: la crisis de los desempleados.

a y b, ambos en sus cincuenta, llegan a consulta de pareja por no poder llegar a acuerdos en su nueva situación: él perdió su empleo, como ejecutivo medio, desde hace dos años y no ha podido encontrar uno nuevo. El primer año sobrevivieron con la liquidación que recibió, el segundo con una modesta herencia que está llegando a su fin y con la cual también han montado, recientemente, un pequeño negocio.

Hace poco tiempo un amigo le consiguió una entrevista con el jefe de personal de una empresa de servicios creada por la privatización de esa área. Le ofrece, como gran oportunidad, la posibilidad de un trabajo administrativo con horario de 9 a 19 hrs., con un salario equivalente a 800 dólares mensuales que no alcanza a cubrirle siquiera los gastos alimenticios de la familia. No ha aceptado la oferta por los sentimientos que le crea de devaluación e indignación. Su esposa, en cambio, le insiste en que trabaje aun por ese escaso salario.

Él fue siempre el proveedor del hogar. Ella hacía pequeños trabajos cuyos ingresos utilizaba sólo para sí misma. Tiene un apariencia muy arreglada y con evidencias de probables cirugías plásticas.

Él se queja de que ella gasta demasiado pero, contradictoriamente, habla de no querer bajar de nivel social. Ella habla de que siente abrumadora la tarea de generar el ingreso para el hogar cuando siempre lo hizo él.

Ambos están atrapados en la dificultad de asumir la realidad de una baja severa de ingresos económicos y de ajustarse a esa disminución de estatus y encontrar nuevas fuentes de ingresos que difícilmente van a ser semejantes a las anteriores, así como de cambiar sus roles tradicionales.

¿Podrá sobrevivir la pareja en esta dura realidad de cambios radicales de más a menos? Un viejo refrán dice que cuando la necesidad entra por la puerta, el amor sale por la ventana •