10 señales de que tienes un ‘perrhijo’

 

10 señales de que tienes un ‘perrhijo’

Si le has organizado más fiestas de cumpleaños a tu perro que a tu madre, sabrás de lo que hablamos

Acéptalo: no eres el dueño que esperabas ser cuando adoptaste a tu perro. Probablemente la idea que tenías en un inicio era ser esa persona cool que lo educa, lo pasea, lo alimenta y lo acaricia cuando llega a casa. Obviamente lo ibas a querer con todo tu corazón y lo premiarías cuando te diera la mano o se sentara, pero nada más. Años más tarde, te das cuenta de que eso nunca sucedió. El amor te cegó y lo que al principio era una mascota ahora se ha convertido en una combinación extraña entre un perro y un hijo o lo que es lo mismo un perrhijo.

Mario Terrés, fundador de la comunidad en Facebook Perrhijos, explica a Verne vía telefónica que eso es muy común entre personas jóvenes que aún no tienen hijos o han decidido no tenerlos. En la red social, este grupo mexicano cuenta con más de 190.000 seguidores, lo que indica que este concepto es cada vez más común: “Somos muchos los que tenemos un lazo distinto con nuestro perro. Ya no es una mascota, es un integrante fundamental de la familia”, comenta. “Esto no es solo en México, también tenemos seguidores de Chile, Costa Rica, Colombia, Argentina y España”.

Habrá quien lo niegue, pero hay señales que delatan a las familias que tienen un perrhijo. Con la ayuda de Terrés enlistamos algunas que te ayudarán a determinar si ya perteneces a este peculiar grupo.

1. Tu perro viste mejor que tú. Hace casi un año que no te compras ropa, los agujeros en tus pantalones lo dicen todo. Tu perra Camila, sin embargo, tiene cinco suéteres con cuello de tortuga (porque son los que mejor le van). Unas botas para que no se ensucie las patitas en el parque y un impermeable porque no le gusta mojarse. Esto lo complementas con su collar de luces Led, claro.

2. Duermes en su cama. No nos referimos a que te acuestes en el suelo. La cuestión es que tu cama dejó de ser tuya hace muchos años, para pasar a ser propiedad de Toby. Cuando está de buenas, te deja dormir a su lado, pero si tuvo un mal día se apropia de la totalidad del espacio. A veces terminas durmiendo al pie de la cama para no incomodarlo, no se vaya a molestar.

3. Cuidas más su peso que el tuyo. Cada vez que cobras es lo mismo: pagas la tarjeta, el alquiler y, obviamente, las croquetas de control de peso de Pancho. «Es que pobre, los perritos como él suelen tener problemas de sobrepeso y a la larga, si no lo cuido, puede ser peligroso». Eso le dices a tu amigo mientras se comen dos hamburguesas (cada uno).

4. Tiene más juguetes que tus primos pequeños. Tus sobrinos ya están en edad de leer un cuento cada noche, sin embargo, tú prefieres comprarle un kong gigante (otro más) a Laica porque hay prioridades. Además, su colección de 30 no es suficiente y los peluches que te regaló Ricardito (tu novio de la primaria) ya le aburren. Incluso hay quienes se disfrazan del juguete favorito de sus perrhijos para hacerles pasar un buen rato.

5. Le pones música para que se relaje. Con la intención de mejorar el día de Tito eres capaz de todo. Gracias al tiempo que compartes con él, has notado que cuando suena Buena Vista Social Club se relaja bastante. Hay días en los que su corazón metalero sale a flote. Eso solo lo sabes tú.

6. No sales de viaje si él no va. Puede que no hayas tenido vacaciones en varios meses y que el plan que te están proponiendo tus amigos sea la oportunidad perfecta para hacerlo. Sin embargo, hay una pregunta que deben responderte antes de que confirmes tu asistencia: ¿puede ir mi perro Yoda? Si la respuesta es negativa, inventas una excusa y terminas sentado en un parque cercano con Yoda chupándote la cara. Ya habrá otra oportunidad.

7. Sus cumpleaños son mejores cada año. Al principio le regalabas una carnaza o un premio el día de su aniversario. Hoy invitas a sus amigos, les pones gorrito y les preparas un enorme pastel de croquetas. Por otro lado, no recuerdas cuándo fue la última vez que le organizaste una fiesta a tu mamá. Es triste, pero muy cierto.

8. No puedes dejar de hablar con él. Esta situación ya no se da solo en tu casa. Las conversaciones con Winnie ocurren en cualquier lugar. En el restaurante, en el parque o en la cola del súper. Cualquier lugar es bueno para contarle a tu perro por qué crees que debiste haberte quedado callada en la reunión o lo que hace falta comprar para llenar la nevera. Típico.

9. Confías más en su intuición que en la de tus amigos. Desde que Pulguitas le gruñó a Adrián, tu exnovio, sabías que algo iba mal. En cambio, tus amigos te animaron una y otra vez a echarle ganas y a darle otra oportunidad a ese tipo. Si te rompieron el corazón en cuarenta mil pedazos fue culpa de ellos. Nada de eso habrías sucedido si hubieras escuchado a Pulguitas.

10. El 95% de las fotos que subes a redes sociales son de tu perro. Instagram, Facebook, Twitter o Snapchat, todos son perfectos canales para dar a conocer la increíble personalidad de tu perro. Y lo bien que se llevan. Y es que a todos les interesa ver el nuevo truco que hace Benito, les preocupa saber cómo despertó, si ya comió y quieren ver la cara que pone cuando le avisas que es hora de pasear. «¡Claro que me interesa!», dijo nadie nunca.