El suicidio en tiempos de la posmodernidad

El suicidio en tiempos de la posmodernidad

Mario Campuzano

La Jornada Semanal

El suicidio es un evento difícil de comprender. ¿Qué sucede en algunas personas y en su entorno que los lleva a atentar contra su propia vida? A Freud le inquietó este acto tan contrario al impulso vital y terminó considerándolo una de las expresiones del impulso de muerte. En la actualidad esta explicación no resulta suficiente y se han buscado otros elementos que permitan entender los factores determinantes de una realidad que ha acompañado a la humanidad a todo lo largo de su devenir histórico.

La importancia actual de este comportamiento autodestructivo radica en el aumento progresivo del número de casos en nuestro país, de tal forma que se considera un asunto de salud pública. El problema alcanza una dimensión tal, que en adolescentes y adultos jóvenes es la segunda causa de muerte.

La influencia social y de época

En el siglo xix, Émile Durkheim (El suicidio. Estudio sociológico) inicia la comprensión de este fenómeno en relación con sus determinantes sociales, lo cual permite trascender el estrecho marco de un problema individual de orden psicológico o moral.

Desde la perspectiva social queda claro que el suicidio no puede considerarse siempre de origen patológico, ya que hay suicidios de honor asentados en un determinado marco cultural, por ejemplo, los que se realizaban en la vieja cultura japonesa, como el hara-kiri; suicidios rituales en culturas del pasado para obtener favores de los dioses, en el México prehispánico donde se practicaba el autosacrificio ritual religioso del cual tenemos, como mito, el suicidio/autosacrificio de Nanahuatzin, que se lanza al fuego para convertirse en el sol necesario para alumbrar al mundo, o suicidios conscientes y racionales determinados por distintos motivos, como enfermedades terminales o insoportables, vejez u otras causas.

Esta última posibilidad implica una postura diferente a la mayoría de las grandes religiones que estigmatizan la realización del acto suicida, al punto que en alguna de ellas los suicidas no pueden sepultarse en el cementerio religioso.

Goethe, desde la literatura, mostró un ejemplo clarísimo de la influencia de la cultura de época, en ese caso el romanticismo del siglo xix, en su novela juvenil de fuerte contenido autobiográfico Las penas del joven Werther, personaje que se suicida ante la realidad de un amor imposible con una mujer casada. La publicación de la obra mostró los efectos de “contagio social” ya que, como reguero de pólvora, se produjo una cauda de suicidios similares que se llamaron “efecto Werther”, condición que se repite hasta la actualidad como secuela de la difusión pública de suicidios notables.

Si la frecuencia, motivaciones y forma de realización del suicidio dependen de los factores sociales, económicos y culturales de cada época, en la actualidad tenemos que considerarlos en conjunción con neoliberalismo y postmodernismo. Y si, como muestran las estadísticas, se han incrementado los suicidios, ¿qué nuevas condiciones en la cultura de época pueden explicarlo, así como las peculiaridades de las formas con que se realiza?

Causas del suicidio o intento de suicidio patológico

La experiencia acumulada a lo largo del tiempo en la psiquiatría ha permitido identificar dos causas principales del suicidio o del intento de suicidio. En primer lugar, episodios depresivos de origen emocional y, en segundo lugar, trastornos psicóticos como la esquizofrenia y los trastornos bipolares. Esta es la visión médico-psicológica tradicional, sólidamente asentada. Ahora bien, en épocas recientes se ha podido identificar y comprender una modalidad particular, de gran importancia, que conforma un tercer grupo: la de los suicidios reiterados, identificados como de origen caracterológico.

Es importante destacar que todos estos casos pueden acompañarse de factores coadyuvantes que agravan el cuadro, en especial las adicciones, situaciones económicas críticas o el desempleo. Y aquí, en los factores coadyuvantes, es donde podemos encontrar elementos de la cultura de época que expliquen el crecimiento del problema.

Empecemos con el tema de las adicciones y su relación con los cambios culturales de la postmodernidad, donde se produce un incremento del individualismo con un corte narcisista, hedonista y consumista, propio de la época de consumo de masas, lo cual genera ciertas patologías de época: las adicciones, por una parte, y por otra, trastornos de la alimentación como la anorexia nerviosa y la bulimia.

Las adicciones son ejemplo del énfasis social en el consumo, en este caso como consumo del placer inmediato a través de distintas substancias psicotrópicas que el mercado ofrece y que son fácilmente asequibles de forma legal o ilegal, y que han dado lugar a un severo problema social y de salud pública. La magnitud del problema actual, inédito en la historia, hace evidente su origen social, aunque también se sustente en fragilidades individuales y vinculares que hay que considerar en su tratamiento y prevención.

Aunque en algunos casos puede haber una búsqueda tanática, lo dominante, según la experiencia en la clínica, es la búsqueda hedonista como postura narcisista favorecida por la inmediatez de efectos que da el consumo de una substancia psicotrópica, así como su facilidad de consecución, donde no hay que batallar con esfuerzos mayores a tener un poco de dinero para comprarla, ni aventurarse en las complejidades de la búsqueda de satisfacciones vinculares y sociales; de ahí que en situaciones avanzadas de adicción el sujeto, cada vez más alienado, se vuelva pasivo y aislado, y busque en las drogas las satisfacciones imaginarias que otrora buscara en el medio social real.

Los otros factores coadyuvantes son las situaciones económicas de carencia grave y de desempleo. Es muy comprensible que ambas lleven a determinaciones tan radicales, ya que un ingreso insuficiente o nulo pone en riesgo la posibilidad de la vida misma; amén de que el empleo y el dinero son elementos básicos de sostén, junto con el cuerpo, del narcisismo normal que todos requerimos. Las estadísticas oficiales del inegi apuntan en ese sentido, ya que en 2014 un tercio de la población que cometió suicidio no tenía trabajo. Esta situación de desempleo y déficit monetario grave se incrementa en la población como efecto estructural del modelo económico neoliberal, y es algo que los economistas con esta orientación prefieren ignorar al tomar sus decisiones.

Los intentos de suicidio reiterados

Los intentos de suicidio reiterados son muy conocidos en los servicios de urgencias, pero poco comprendidos en su causalidad y tratamiento hasta épocas recientes. Tienen, en la mayoría de los casos, origen caracterológico asentado en estructuras inmaduras, infantiles. Su tendencia es crónica, repetida, como expresión de un estilo de vida y una forma de comunicación que en el psicoanálisis grupal se llama comunicación figurativa o dramatizada, porque implica la actuación de un conflicto psíquico o interpersonal, o la expresión de un mensaje que no es verbalizado. La conducta suicida recurrente suele tener intenciones de control y manejo del ambiente interpersonal, aunque en realidad el paciente sufre porque no puede manifestar verbalmente su sentir y simplemente lo actúa en contra de sí mismo en forma de un acto suicida.

Esta modalidad de intentos de suicidio no es de origen reciente, pero el cambio postmoderno de formas de crianza y educación que favorece el incremento de caracteres inmaduros, dependientes y narcisistas tiende a aumentar su frecuencia.

Estos trastornos graves de la personalidad pueden cursar con episodios depresivos o con reacciones adaptativas que son vividas muy intensa o exageradamente, y es cuando quienes los padecen se vuelven violentos, irritables, agresivos y pueden proyectarlo hacia el exterior o en contra de sí mismos en actos suicidas.

Algunos casos, poco frecuentes, tienen otro origen, que siempre hay que considerar, como el caso que pude conocer de un hombre abusado sexualmente por su padre en la niñez, que intentó suicidarse en un par de ocasiones como expresión de su desesperación al no encontrar salidas y como recurso extremo para pedir ayuda que, quizá, alcanzó a comprender el padre, pues ya no intentó nuevos abusos.

La nueva patología emocional

El psicoanálisis se inicia a partir de la teoría freudiana donde, como patología psíquica, sólo se concibe el modelo de las neurosis, de tendencia inhibitoria, con sus mecanismos de defensa intrapsíquicos organizados alrededor del conflicto entre distintas instancias, predominantemente entre la satisfacción de los impulsos sexuales y agresivos y su control ajustado a las necesidades de la convivencia social y los mandatos culturales.

La evolución del psicoanálisis en sus más de cien años de existencia ha mostrado el pasaje de problemáticas centradas en el control excesivo, inhibitorio, de los impulsos sexuales y agresivos al predominio de caracteres infantilizados con comportamientos donde destacan la impulsividad y la fragilidad. Estos caracteres se mantienen, aun en la adultez, en formas vinculares semejantes a la etapa infantil de intensa dependencia entre el hijo y la madre, que se puede mantener extemporáneamente con la persona original o desplazarse a otra persona que actúa como estabilizador y organizador externo, sustituyendo funciones del aparato psíquico del sujeto. Como consecuencia, predominan en estos caracteres infantilizados las defensas interpersonales para el control del ambiente familiar y social por medio de comunicación no verbal y figurativa, semejante a la tenida en la relación temprana del bebé con su madre. Claro, ajustado a las nuevas necesidades donde el llanto del bebé, por hambre, para solicitar el alimento que la calme, cambia a la manipulación para obtener atención, apoyo, amor u otras necesidades a satisfacer. Por esas razones no domina el porqué del conflicto intrapsíquico, sino el para qué de los intentos de manejo del ambiente interpersonal, aunque también tengan mecanismos de defensa intrapsíquicos de tipo primario.

 Importancia de la inclusión de la familia

Es imprescindible incluir a los familiares en el proceso de diagnóstico y tratamiento, ya que son ellos quienes pueden favorecer y poner límites a las acciones controladoras de la persona. Cuando la familia queda “atrapada” por el control del individuo afectado, favorece el riesgo suicida, de manera que cuando no es viable cumplir sus deseos se puede repetir la acción de intento suicida generando un círculo vicioso.

Tras la realización del intento de suicido y después de una o varias sesiones psicoterapéuticas de corte especial con el paciente y sus familiares, es necesario establecer claramente y por escrito la responsabilidad diferencial del paciente, de la familia, del psicoterapeuta y de la institución para el tratamiento del individuo, el cual tiene como objetivo el mantenimiento de su vida y la mejoría de su problemática mental y emocional, aunque tiene que advertirse que lo delicado y difícil de estos casos hace que no siempre se alcance el objetivo buscado y haya una tasa de mortalidad a pesar de los esfuerzos de tratamiento, aún en los casos impecablemente conducidos.

 Cortes en la piel de un joven

Hay otros casos en la patología psíquica contemporánea en los que el cuerpo es autoagredido. Se trata de una situación frecuente en los jóvenes (y algunos no tan jóvenes), que se practican cortes en la piel, especialmente en áreas que la ropa cubre para poder ocultarlo a los padres. Algunos casos, poco frecuentes, tienen origen masoquista, como el descrito en la novela La pianista, de la premio Nobel Elfriede Jelinek, novela que después fuera llevada al cine con el mismo título.

La mayoría de los casos aparece en personalidades inmaduras, que utilizan esta conducta como una forma de controlar la ansiedad u otras emociones desagradables que su yo débil no es capaz de manejar y que forma parte del conjunto sintomático de estos caracteres de la postmodernidad