Sergio Ramírez, premio Cervantes 2017
El escritor es el primer nicaragüense en obtener el galardón. Novelista y periodista, fue revolucionario sandinista y vicepresidente de su país entre 1985 y 1990 con Daniel Ortega
JESÚS RUIZ MANTILLA
Madrid
El País
Cree Sergio Ramírez que la gracia del viaje de Don Quijote, es que no desea el regreso. Cuando te lo encuentras por esos mundos, sabes que suele andar a gusto allá donde pueda compartir con amigos una buena conversación sobre literatura o política, acompañado siempre de Tulita, su esposa. Ambos tendrán que desplazarse a España en abril para recibir de manos del rey Felipe el Premio Cervantes. El jurado se lo otorgó este jueves con amplio consenso y después de tres horas de deliberaciones y siete votaciones sucesivas. Es el primer autor nicaragüense y centroamericano que lo consigue.
Escritor en un sentido amplio y ancho de la palabra. Autor total a sus 75 años: novelista, ensayista, memorialista, periodista. Pero también político. Hombre de rectos principios, comprometido con la Revolución Sandinista hasta el punto de haber sido nombrado vicepresidente –cargo que ejerció entre 1985 y 1990- por un Daniel Ortega que lo ve hoy como su principal pesadilla. Es crítico con la deriva autoritaria de su país. El prestigio internacional de su conciencia, la de un creador traducido a 20 lenguas por todo el mundo, pesa.
¿Las razones? Buena parte de ellas se leen en Adiós, muchachos, su memoria de aquel tiempo, hoy reducido al caudillismo residual de su líder en Nicaragua. Ramírez fue abogado, pero la literatura lo cautivó pronto y latió durante toda su vida junto a su activismo por causas políticas, sociales y civiles. Hasta 1996 compaginó su carrera literaria con la política y la abogacía, pero a partir de entonces, se dedica exclusivamente a crear.
Su obra está impregnada por toda una rica amalgama de compromiso cívico, cuajada de un pensamiento que cuestiona la realidad, experiencias en varios frentes, referentes históricos de la literatura y el arte y atención constante a las corrientes del tiempo que le ha tocado vivir.
El jurado, presidido por Darío Villanueva, director de la Real Academia Española (RAE), ha destacado que su obra, dice el acta, “aúna la narración, la poesía y el rigor del observador y el actor”. También, añaden, “que refleja la viveza de la vida cotidiana convirtiendo la realidad en una obra de arte, todo ello con excepcional altura literaria y en pluralidad de géneros, como el cuento, la novela y el columnismo periodístico”.
Ramírez es un autor que conoce y profundiza en lo que le rodea, discreto y siempre dispuesto. Sereno y cálido. Nació en 1942 en Masatepe y ya a los 18 años publicó sus primeros cuentos. Durante sus años de estudiante de Derecho fundó la revista literaria Ventana y en 1970 publicó su primera novela, Tiempo de fulgor.
Desde entonces hasta Ya nadie llora por mí, su última novela publicada hace dos meses, han aparecido Baile de máscaras, Margarita está linda la mar –Premio Alfaguara en 1998-, Sombras, nada más, Mil y una muertes, La fugitiva o la obra policiaca, El cielo llora por mí. Otro de sus géneros constantes ha sido el cuento en los que destacan los volúmenes El reino animal, Perdón y olvido o Flores oscuras. Pero también la memoria, el ensayo y el articulismo en cada frente.
El fallo del premio dotado con 125.000 euros fue anunciado este jueves por el ministro Íñigo Méndez de Vigo. Lo acompañaron en la mesa Darío Villanueva y Eduardo Mendoza, ganador de la pasada edición. Méndez de Vigo le llamó personalmente para comunicarle el fallo. Eran las siete de la mañana en Managua cuando marcó. “Es una buena manera de comenzar el día”, le dijo Ramírez.
Probablemente ya llevaría levantado unas horas. Escribe desde que canta el gallo o sale a pasear. Y en los años de sus viajes constantes como representante de su país, no era extraño tropezárselo haciendo footing con su prominente altura de pívot de baloncesto.
Villanueva, por su parte, destacó el hecho de que el fallo resultara difícil: “Es buena prueba de lo poderosa que es la literatura en lengua española”. Haber elegido a Ramírez le alegra por ser, dijo, “un gran representante del territorio de La Mancha, que diría Carlos Fuentes, participa de manera muy destacada y en plenitud de todas las aventuras, vicisitudes y proyectos del panhispanismo”.
Además, destacó el director de la RAE, es un maestro de narradores y no solo el primer escritor nicaragüense que gana el Cervantes, sino centroamericano, algo especial cuando acabamos de celebrar hace un año el centenario de Rubén Darío, renovador de la poesía en castellano. Ramírez es digno heredero de la huella que dejó”. Y también admirador con sanos remedios desmitificadores de su figura, como hizo en Margarita está linda la mar y en otras obras suyas, como Mil y una muertes, donde en una suerte de brillante narración trufada de varios géneros, lo mezcla con otras figuras legendarias como Flaubert o Chopin.
Mendoza, por su parte, aseguró que estaba muy contento por el fallo, “pero a la vez triste porque siento que acaba mi reinado”. Así que el autor de La ciudad de los prodigios planea llamarlo para que no se venga arriba: “Le diré que no se haga ilusiones porque, en un año, pasa a la reserva”. Bromas aparte, sino, no sería el gran Mendoza, “es un premio que él llevará con dignidad, mucho mejor que yo”