Salvador Riestra: el descubridor y dueño de un Greco en México
Elena Poniatowska
Es un gusto encontrar en la vida a un hombre tan bien dispuesto hacia los demás como Salvador Riestra. Sonriente, amable, generoso, felicita a cada uno de los que están a su lado y ofrece su ayuda. Cuando dice: Yo te ayudo es fácil sentir que ayudar es en él una consecuencia de su buena disposición hacia los demás: niños, mujeres, ancianos. El mismo pintor y escultor talentoso funda el grupo de los Contemporáneos, que ya no son Salvador Novo, Jorge Cuesta, Gilberto Owen, Carlos Pellicer y Jaime Torres Bodet, sino pintores modernos cuya obra lo entusiasma y que él ayuda a exponer.
Ahora, para coronar su actitud ante la vida y su vocación altruista hacia quienes tienen talento, ha recibido el más grande los premios posibles, el descubrimiento de una pintura de El Greco. ¿Un Greco en México? ¿Cómo fue esto posible? De la noche a la mañana, Salvador Riestra se hizo célebre al anunciar públicamente que un San Andrés pintado por El Greco estaba en posesión de un grupo de pintores llamados los Contemporáneos.
–Este cuadro me lo llevó un anticuario, Jorge Urbina. Perteneció a una familia Escalante Fouque que vivió en Coyoacán durante más de 50 años. Lo adquirió Jorge Urbina y él lo trajo a los Contemporáneos para que investigáramos si de veras era de El Greco, tal como parecía serlo, aunque estaba muy maltratado. Investigamos durante cuatro años. El restaurador de la Virgen de Guadalupe, José Sol Rosales, fue quien descubrió que el cuadro estaba catalogado en un primer libro de los años 40 de José Camón Aznar, Dominico Greco, la primera edición. En esta segunda edición de 1970 que ahora mismo te estoy enseñando, Elena, Camón Aznar tuvo oportunidad de ver físicamente los cuadros. Catalogó casi toda la obra de El Greco, quien pintó cuatro San Andreses que son estos. (Salvador Riestra da vuelta a las hojas del libro en el que aparece San Andrés). Mira, aquí está el del Museo Metropolitano de Nueva York; este otro es de la colección Mario Fumazoni, de Madrid; este otro San Andrés pertenece a una colección privada en París. Y el San Andrés que nos ocupa es este que ahora mismo vas a ver, el San Andrés de la colección de Diego Cánovas.
Trabajamos apasionadamente durante más de un año y con la investigación descubrimos cómo llegó este cuadro a México. Mira, esta marca la tiene la tela, es un corte de las costuras del cuadro.
–¿Cabe la posibilidad de que los dueños nunca se imaginaran que eran poseedores de un Greco?
–Supongo que sí sabían. Cuando estudiamos el cuadro encontramos en la parte de atrás una dirección manuscrita en una etiqueta en el marco de la Manhattan Storage World House de Nueva York. Descubrimos que pertenecía a la colección de Diego Cánovas en Madrid. Suponemos que durante la guerra civil española lo sacaron de ese país y lo llevaron a una bodega especializada en arte, en Nueva York, y de ahí lo adquirió la familia Escalante Fouque en los años 60, lo trajo a México y lo conservó en su casa de Coyoacán durante 50 años. Creo que, con el tiempo, las nuevas generaciones ya no supieron ni lo que tenían y el dueño le firmó una cesión de derechos del cuadro a nuestro amigo Jorge Urbina, quien lo trajo a los Contemporáneos.
–Pero los Contemporáneos eres tú…
–Nosotros le hicimos los análisis químicos, estratigráficos. Investigamos, y una vez que descubrimos que estaba catalogado, lo presentamos en la Fundación Miguel Alemán.
“Para confirmar la autenticidad del cuadro –porque siempre hay dudas en un descubrimiento de esta magnitud– contratamos a expertos, hicimos pruebas de la tela para ver si correspondía al siglo XVI; comprobamos que los pigmentos eran de la época para ver el ADN de la pintura porque conseguimos la paleta de El Greco en el Museo Soumaya. Para autentificarlo contratamos al mismo experto que hace los análisis en el Soumaya. Toda esta información la he divulgado en varias instancias y te traje los comprobantes en esta carpeta, aquí viene en detalle.”
–¿Tú costeaste todo?
–Todo. Llevo cuatro años.
–Te salió como lumbre, ¿o qué?
–Pues sí, ha salido muy caro pero ha sido un trabajo extraordinario, porque sin nosotros esta obra ya se hubiera perdido.
–La tuya es una hazaña que no hace cualquiera.
–Cuando me trajeron el cuadro estaba roto de los lados. Nadie imaginaba que podía ser tan valioso.
–¿Cómo te diste cuenta?
–Me di cuenta que era bueno y pensé en El Greco por los trazos y las figuras alargadas. Mandamos toda la información al Museo de El Greco, en España. Creí que los españoles iban a aplaudir, pero son reacios. El Greco pintó cuatro cuadros de San Andrés y este era el que faltaba. Lo primero que dijeron los expertos españoles es que era falso, sin haberlo visto jamás. Es falso. ¡No lo han visto! ¡Jamás lo han visto! Afirmaron que un experto estadunidense lo había declarado falso cuando sólo había visto el cuadro por una foto. Desechamos su tesis. Otro gran conocedor asentó: “Ese cuadro lo hicieron a principios del siglo XX, cuando se puso de moda El Greco, por tanto es falso.
Las pruebas demostraron que la tela es del siglo XVI y que tiene la paleta y los pigmentos de El Greco, que son de 1600. Esto ya lo comprobamos.
–¿Algún experto internacional ha coincidido contigo?
–Al final, el director del Museo de El Greco nos dijo que no creía que era falso, sugirió que se hiciera una radiología contrastada, yo no sabía lo que era. Investigué y es una radiografía y al hacérsela descubrimos que abajo del cuadro hay otro cuadro, y lo llamamos El milagro de San Andrés, también de El Greco. En sus análisis, los expertos suponen que es San Jerónimo…
–Cuando se descubre una pintura debajo de otra, le dicen pentimento. Lillian Hellman escribió una novela con ese título: Pentimento, arrepentimiento.
–Mira, Elena, en esta foto aparece San Jerónimo y junto a él hay una calavera… Ese San Jerónimo se parece mucho al que pintó Miguel Ángel en la Capilla Sixtina.
–¿Eso no fue suficiente para los expertos de España?
–No hemos hablado después. Me cayeron mal. Ahora presento el cuadro con el título de El milagro de San Andrés, porque apareció otro Greco bajo la pintura.
–¿Qué piensas hacer con tu San Andrés mexicano?
–Lo más seguro es que se lo venda a un museo del mundo.
–¿Aquí ninguno tiene suficiente dinero para comprarlo?
–No he recibido ninguna oferta, pero estamos en pláticas con casas de subastas internacionales, Sothebys, Christie’s y otras tres en Nueva York. Ahora somos un patronato que incluye a Jorge Urbina, el anticuario que nos trajo la pintura.
–Pero qué maravilla, dos Grecos en uno, El milagro de San Andrés. ¿Tú te interesabas en la pintura antes de fundar el grupo de los Contemporáneos?
–Desde niño me fascinó por mi papá, que era conocedor de pintura. Vivíamos en la colonia Del Valle, a dos cuadras del Polyforum. Siqueiros se la pasaba todo el día armando sus estructuras y yo me iba a verlo y a platicar con él. Era un gran conversador. Quería a los niños. Yo le preguntaba y él me respondía por qué hacía eso y lo otro y cómo lo hacía. Trabajaba con mucha gente. Después traté a Dolores Olmedo, porque su sobrino estaba en la misma escuela que yo y nos íbamos de pinta a su casa La Noria, en Xochimilco. En esa casa vi mucho arte. Después mi papá puso una tienda de regalos y vendía obras de arte, y apenas alcancé la mayoría de edad fundé los Contemporáneos. Me hice muy amigo de Pedro Friedeberg y de pintores que están hoy en el patronato, como Vito Ascencio, el caricaturista Luis Carreño, Alfonso Caso, Franco Ceciarelli, el escultor Pedro Cervantes, Ofill Echeverría, Yiyi Gasca que acaba de morir, Alejandro González Acosta, Lorenzo Rafael, Agustín Grajales, Ignacio Hernández, María Esther Massieu, Rubén Meráz, Octavio Ocampo, Cristina Parra, Orlando Pla, Alfredo Robert, José Elías Romero Apis, Salvador Riestra, Antonio Zedillo Castillo y Gastón Melo, encargado del programa de la mexicanidad. También dibujo y hago escultura. Soy promotor y he hecho muchas publicaciones. De Antonio Zedillo Castillo, Crónica Florida de Oaxtepec, de la época prehispánica hasta nuestros días. Hicimos El recinto Legislativo de Guanajuato y El Hospital Real de Naturales, de notable importancia histórica. Publiqué un gran libro sobre el pintor Octavio Ocampo, otro sobre Raúl Anguiano y otro sobre Pedro Alvarado; he montado exposiciones de Pedro Cervantes, Raúl Anguiano, Pedro Ramírez Vázquez, Pedro Friedeberg, Jaime Anzures, Vito Ascencio, Claudia Chapou, Pal Kepenies y Salvador Dalí, hace años. En ingeniería cultural se recuperó y reconstruyó, a solicitud de David Reyes Irigoyen, la casa de Chucho Reyes, en la calle de Milán, y se logró la catalogación de su archivo personal gracias al apoyo del antropólogo y amigo, don Antonio Zedillo Castillo.
“También me ha apasionado la música, sobre todo la cubana. Hice De Cuba con amor: el danzón en México, la historia del ritmo musical nacido en Matanzas. Produje el disco de Agustín Lara y estoy terminando el gran disco de José Alfredo Jiménez. Pero el tema de la música da para otra entrevista…”