Y sí, el proyecto podía tener una dimensión estética, pero los hechos la sepultaban. La realidad de la que debía dar cuenta le hizo decir en 2012, con motivo de la muerte de Trayvon Martin, adolescente de 17 años abatido por la espalda en Florida: «En la vida me quedan dos cosas por ver: un chico blanco alcanzado por la espalda por las balas de la policía y un hombre blanco condenado por haber violado a una mujer negra. Con un ejemplo me basta». Es en ese punto de desequilibrio entre el horror cotidiano, la bruma que tiende a ocultarlo, y la necesidad de reaccionar en nombre de la justicia con lo que se tiene a mano, en su caso la palabra, lo que hace que su escritura sea el equivalente de una descarga eléctrica.
Leer a Morrison no es fácil, ni estilística ni temáticamente. Su obra tiene como centro la experiencia afroamericana vista desde la perspectiva de la mujer, con el trauma de la esclavitud como trasfondo.