Un beaterio pobre de terciarias carmelitas

Por José Félix Zavala

 

Real Colegio y Beaterio del Señor San José – Carmelitas –

 

Casi en el centro de la ciudad, al finalizar la calle que divide al convento de Capuchinas, se encuentra el Real Colegio Beaterio del Señor San José de Hermanas Carmelitas Descalzas, que dentro de su pobreza tuvieron coro, portería y locutorio. Jamás tuvo bienes, ni rentas y sobrevivió mas de cien años a base de limosnas.

La hermana María Magdalena del Espíritu Santo, mujer fuerte y de elevados pensamientos, comenzó a fines de 1736 a reunir doncellas pobres para fundar en esta ciudad un Beaterio de Carmelitas que observaran la regla de santa Teresa de Ávila, con la asesoría espiritual del fraile carmelita, Simón de la Expectación.

Las primeras seis doncellas reunidas por esta gran mujer, comenzaron su retiro en la casa de Antonia de Castilla, a los seis meses les fue recogida la casa y con gran dolor buscaron otra casa, hasta que al ingreso de tres doncellas, familiares del P. Diego Colchado les hizo donación de una casita donde ahora se encuentra el templo y Beaterio.

Su primer bienhechor fue el virrey y arzobispo de México Juan Antonio de Vizarrón y Eguiarreta, concediéndoles domicilio oficial y capellán propio.

El beaterio fue iniciado en 1739 de manera informal, estuvo sujeto al ordinario. Se creó con la finalidad de albergar y educar a doncellas pobres, que no podían pagar su dote. Para 1751, aún no habían podido obtener el permiso definitivo.

Celebraron con gran regocijo la erección de ese pequeño e incipiente Beaterio, el 19 de marzo de 1750, bajo el patrocinio del Señor San José.

Se regían por las constituciones redactadas por el Arzobispo de México, Manuel Rubio y Salinas, en la visita que hizo en 1756 y en 1791.El rey las tomó bajo su real patrocinio, emitiendo la real cédula y concediéndoles puerta del oratorio a la calle a favor de los vecinos, para las liturgias.

El Cardenal Lorenzana estableció en este colegio la enseñanza de niñas, por cédula de 7 de junio de 1791 y el 17 de febrero de 1800, se les concedió la construcción de un nuevo templo y de habitaciones más cómodas, fue síndico del colegio el tercer Marques de la Villa del Villar del Águila y benefactora Doña Josefa Vergara.

La construcción de este beaterio fue a cargo de Juan Antonio Fernández de Jáuregui y Urrutia, quien siendo síndico del beaterio donó la mayor parte del costo del edificio. Se dedicó el 20 de junio de 1802, día del tránsito del Señor San José.

Destacaron en este Beaterio, las religiosas; Ceferina de Jesús, Mariana del Padre Eterno, Rosalía del santísimo Sacramento y la india otomí, Salvadora de los Santos, cuya vida ejemplar escribió el padre Antonio Paredes, siendo impresa en 1762.

Esta insigne india otomí, carmelita descalza, dedicó toda su vida de religiosa a recoger limosnas para su Beaterio, por toda la ciudad y por las haciendas cercanas, muriendo a los 61 años de edad, el 25 de agosto de 1762.

El convento de carmelitas es de traza humilde, pero sobria y decorosa, las beatas fueron exclaustradas en 1863. Se perdió la huerta que colindaba con la de Capuchinas y el beaterio fue convertido en vecindad.

“En el corto estrecho del colegio del Señor San José de Carmelitas se mantienen voluntariamente trece hermanas beatas de Nuestra Señora del Carmen, espiritualmente asistidas y dirigidas por un capellán eclesiástico secular y económicamente gobernadas por su rectora. Está sujeto al ordinario y observan la regla de nuestra santa madre Teresa de Jesús, con tanto esmero y vigilancia que anulan a las más austeras y estrechas religiosas de dicho sagrado orden, viven en voluntaria clausura y tienen su oratorio privado en que a la suprema y divina majestad tributan reverentes cultos con sus continuas oraciones y penitentes ejercicios sin tener para sus preciosos mantenimientos renta alguna, más que las de sus bienhechores que en limosnas les erogan y ellas con su personal trabajo adquieren”.

Esta entrada fue publicada en Mundo.