Carta a un zapatero por Juan José Arreola

Con el paso del tiempo, muchos oficios han desaparecido, ya no vemos por la calle a los organilleros, cada vez hay menos zapateros, es difícil encontrar un buen carpintero, ya no hay jóvenes cueteros, por mencionar algunos ejemplos modernos. En gran parte lo debemos a los avances tecnológicos y a que adoptamos una visión consumista, donde no se busca lo mejor, sino lo más nuevo. Un claro ejemplo es la industria es la industria de los teléfonos celulares, que aproximadamente cada 6 meses lanzan una nueva generación, y sin importar que el celular que poseemos todavía sirva a la perfección, deseamos el modelo más nuevo. Otro ejemplo puede ser la industria del calzado, antes (me cuenta mi abuelo), los hombres tenían un par de zapatos, solo un par, pero de excelente calidad, y cuando por el uso de los años se dañaban o sufrían alguna avería, se tenía que acudir con el zapatero, este reparaba el calzado y le daba un par de años más de vida, así, cuando alguien salía con sus zapatos recién reparados del zapatero, se mostraba orgulloso porque aguantaron una reparación más, aparte que se aprovechaba la visita con el doctor del calzado, para darles una manita de gato, una sacudidita de tierra y una pintadita con grasa. En nuestros días ya no es así, la mayoría de calzado es más económico, a costa de materiales sintéticos menos durables, aparte, que preferimos estrenar a cada rato, hay tantos modelos, tantos colores, tantos estilos que nos resulta aburrido pensar que podemos durar con el mismo calzado mucho tiempo. Como esos, existen muchos ejemplos de oficios que se van extinguiendo.

Juan José Arreola, a quien le toco vivir en tiempos donde un par de zapatos parecían eternos, le escribe una carta a un zapatero que al parecer no hizo bien su trabajo, Arreola no se jacta de ser un experto en el tema de la reparación de calzado, sin embargo el zapatero hizo tan mal su trabajo que no queda duda que lo hizo sin ganas, sin amor a su profesión, y ese es el principal reclamo de Juan José, el no hacer las cosas con pasión.

Zapatero

La carta de Arreola ve dirigida específicamente a un zapatero que no hizo bien su trabajo, sin embargo, cuando la observo, puedo leer entre líneas las intenciones del autor: hacer una crítica a aquellas personas que no hacen lo que les apasiona. Sin duda dedicarnos a nuestras pasiones es muy gratificante, se trabaja con alegría, y aunque no todo puede ser felicidad todo el tiempo, si es muy satisfactorio ver lo que se puede lograr con trabajo apasionado. Y esto desde todos los niveles, si el albañil disfruta de su oficio, creara obras majestuosas, casas bonitas, muros derechos, resistentes; si el burócrata le gustara un poquito lo que hace no nos trataría tan mal ni nos haría esperar tanto. Todo depende de la pasión que le pongamos a lo que hacemos.

Y eso lo transmite Arreola en su obra, en toda ella. Se puede notar al leerlo, que le gustaban las palabras, que disfrutaba de plasmar sus ideas en papel (me gusta imaginar que platicar con él debió ser un deleite), pues era un hombre muy apasionado con los discursos, con las pláticas entre amigos y conocidos, siempre dispuesto a aportar algo. Por eso Arreola solo hablaba de lo que sabía, al ver su obra nos damos cuenta de cómo cuidaba los detalles, no dejaba un cabo suelto y todo lo conectaba con todo, en el más simples de sus escritos, hace referencias a la historia, a personajes importantes. Por eso en ocasiones su vuelve un desafío leerlo y salir bien librado, porque como dije, el solo hablaba de lo que sabía, y sabía de todo.

Juan Jose Arreola

No me queda duda que “La carta a un zapatero que compuso mal unos zapatos”, es una crítica a los que realizan mal su trabajo, y Arreola como escritor, fue el más apasionado de su oficio.

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