La Jornada Semanal
Alonso Arreola
¿Son la pintura, la danza, el teatro, el cine… son las artes inteligencia en sí mismas y por ellas mismas, o son expresiones de la razón, comprensión, juicio y talento humanos como parte de un desarrollo inevitable? En otras palabras, ¿las artes son arco o son flecha?
Hace nueve días presentamos una conferencia en el IV Congreso de Educación Artística para el Desarrollo Humano del Instituto Cultural de León. Horas antes y frente a un variopinto grupo de maestros y estudiantes, hicimos un círculo reflexivo a partir de la pregunta propuesta por la organización: “¿Es la música un tipo de inteligencia?” Pues bien, hoy añadimos: ¿Son la pintura, la danza, el teatro, el cine… son las artes inteligencia en sí mismas y por ellas mismas, o son expresiones de la razón, comprensión, juicio y talento humanos como parte de un desarrollo inevitable? En otras palabras, ¿las artes son arco o son flecha?
Acordemos primero que la inteligencia es suma de cualidades, como memoria, concentración, análisis, predicción, creatividad, capacidad para resolver problemas, imaginación, organización en tiempo y espacio, asociación de ideas, síntesis… Todas cualidades móviles y flexibles en un cambio de “mirada” constante. Ahora pensemos en la música como ese río de elementos preexistentes (culturales, teóricos y técnicos), cambiante siempre, al que nos es dado entrar para manifestarnos brevemente. Así, la música es la suma de todas las músicas que nos precedieron. Es un vehículo más o menos independiente que promueve nuestra inteligencia sea como compositores o como recreadores (escuchas); una huella que nos activa mientras viaja por el aire. Es como un casco invisible que comunica gimnasios o discotecas cerebrales, pues es la única actividad conocida que activa, enciende y combina simultáneamente todas las zonas especializadas que se han identificado a través de tomografías magnéticas (lóbulos, amígdala, hipocampo, córtex, etcétera).
Ahora bien, la idea del gimnasio es peligrosa pues nos lleva a mitos no comprobados como el del “Efecto Mozart”. ¿Lo conoce nuestra lectora, lector? Es el que supone que por escuchar música clásica niños y bebés serán luego más inteligentes; lo que en realidad queda en segundo plano, justamente, por la enorme actividad cerebral que se desarrolla con la atención musical y que –paradójicamente– termina ocultando aspectos de influencia en áreas específicas manteniéndonos en el misterio. Sin extendernos, además de esta inteligencia en términos tradicionales, sería justo hablar de una inteligencia emocional y de una inteligencia corporal. En los tres tipos se ve involucrada la música de principio a fin, pues ha servido por milenios para que el hombre aprenda lecciones, rituales y prácticas de supervivencia en sociedad y frente a la naturaleza.
Desde otra mirada, hay también inteligencia artificial producida por algoritmos con principios aleatorios, como GenJam y GenBeBop, que van aprendiendo a improvisar “jazzísticamente” a partir de la información con que se alimentan. Estos principios nacieron siglos atrás no sólo con el surrealismo, el dadaísmo y el fluxus, sino con propuestas estocásticas como las de Xenaquis. Hablamos de técnicas relativas a teoría de probabilidad, estadística, teoría de grupos, teoría de juegos y conjuntos aplicándose a la música computarizada. (Ya desde antes Mozart componía minuetos echando los dados, “escuchando” a la suerte.) Estos experimentos buscan destacar la inteligencia de un sistema asequible a partir de parámetros programables, alejados de la espontaneidad humana.
Allí el origen del daño que causan géneros como el reguetón, pues limita los argumentos más elementales y primitivos del sistema musical para un entendimiento extendido, sin retos intelectuales. Una violencia cultural compleja, pues el consumidor manda causando –sin saberlo– una xenofobia sonora.
Así es,: los robots identifican sus gustos mientras músicos y productores los sacian. Romper ese ciclo con ideas estéticas o morales es un estorbo en su negocio. Ya se ve: hablar de inteligencia musical o de música inteligente; de la inteligencia flotando en la música o de la música flotando en la inteligencia, es como tratar de fotografiar un baile entre fantasmas. Perdónesenos el intento. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos.