Eternidad de lo efímero

Carmen Parra

 

Los dos primeros ideogramas del ‘I Ying’ o ‘Libro de las Mutaciones’ representan el cielo y la tierra, lo creador y lo receptivo.
Los dos primeros ideogramas del I Ying o Libro de las Mutaciones representan el cielo y la tierra, lo creador y lo receptivo. No se oponen uno al otro, se complementan. Su unión genera la vida en su peregrinación hacia lo sagrado y el encuentro con lo divino. El I Ying es un viaje al infinito entre las seis líneas de cada hexagrama. No se trata de un libro de adivinaciones, como pretende un acercamiento profano. Es un recorrido que abre el abanico de todas las posibilidades de la metamorfosis, de mutación en mutación, de consumación a reencarnación.

En la exposición que llevará a Japón, titulada Eternidad de lo efímero, la artista Carmen Parra, a través del revoloteo de las mariposas, ilustra con sus telas el viaje al seno de lo sagrado, el altar convertido en espejo del cielo donde el hombre, el visitante que contempla sus pinturas, puede ver su reflejo en lo divino.

La mariposa, nos señala Carmen, llamada Riqui, representaba para los aztecas el alma que exhala el moribundo y emprende su vuelo al Cielo. La transformación del huevecillo del insecto en oruga, de oruga en crisálida, de donde esa larva envuelta en su capullo brota al fin la mariposa. Y con ella, el vuelo.

Una magnífica exposición, retrospectiva de su obra a través de cincuenta años de creatividad, será presentada, durante los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, en la ciudad de Hiroshima, Capital Mundial de la Paz. Invitada por el Museo de la Prefectura de Hiroshima, con el fin de estrechar los lazos de amistad entre esta ciudad mártir y México, a través de esta exposición Parra propone un verdadero y profundo viaje iniciático. Camino de mutaciones para despojarse del sudario, emerger del lienzo mortal y alcanzar la resurrección. Mariposa y águila real, alas de pájaros y arcángeles que conducen con su vuelo en el espacio de la Catedral de Ciudad de México, entre órganos y altares, coros de ángeles, a los altares donde se refleja el hombre que se mira en el cielo.

Desde su primera exposición en la Casa del Lago de Chapultepec, en 1966, Carmen Parra ha seguido un camino a contracorriente de escuelas y tendencias pictóricas en boga en México durante el siglo pasado. Mientras algunos artistas buscaban sus raíces en el mundo prehispánico, otros abandonaban el realismo socialista de los muralistas o perseguían aspiraciones de modernidad en la abstracción, Carmen vive poseída por el arte barroco de la Colonia, donde se unen en comunión sagrada las culturas originarias del llamado Nuevo Mundo y la traída a México por los españoles con la evangelización católica. Sobre las ruinas de los templos indígenas se erigen las iglesias adornadas a fruición por los indios que recubren muros, techos, suelos, pasadizos y recovecos de figuras ricas en color y en oro. El mestizaje se extiende a los mismos santos, ángeles, vírgenes, cristos, en cuyos rostros surgen los rasgos y el color moreno de la piel de los indígenas en un sincronismo cultural que obedece a un proceso de transculturación.

Volutas y espirales caracolean y dan movimiento a la luz en la pintura de Parra. Hojas de oro y arena del Pacífico. Lujo y exuberancia del juego de claroscuros: los órganos se elevan hacia el firmamento impulsados por la música sagrada que emana de sus tubos dorados, pléyades de ángeles y arcángeles alzan el vuelo entre apariciones y desapariciones en su epifanía a la vez efímera y eterna, los altares se abren para mostrar el interior de sus sagrarios en cuyos espejos el hombre se mira en comunión con lo divino, parpadeante, cegado por el brillo de la luz, visionario.

Carmen Parra compartió con María Luisa la China Mendoza su exploración del barroco. Si Riqui alcanza el extravío del vuelo en sus peregrinaciones por el laberinto de la Catedral, la China se abandonaba al vértigo espiritual, “vaporosa sombra fugitiva”, en su constante lectura de los “Sueños” de Sor Juana: “Piramidal, funesta de la tierra/ nacida sombra, al cielo encaminaba/ de vanos obeliscos punta altiva/ escalar pretendiendo las estrellas…”

Eternidad de lo efímero será el único evento cultural de México durante los próximos Juegos Olímpicos de Tokio. Espléndida oportunidad para mostrar la riqueza del barroco mexicano y despertar el interés en Japón por el pensamiento filosófico que surge del mestizaje. La exposición es también una respuesta a un generoso convenio de la Prefectura de Hiroshima para alojar en esa ciudad a los deportistas mexicanos. La exposición es promovida por Rodolfo González, dueño de Global Pacífico, empresa que representa compañías mexicanas en Japón y japonesas en México. Hace falta el apoyo financiero de México para que este proyecto se realice en Hiroshima.

La exposición se abre con una tela titulada “La eternidad de lo efímero”, intervención de los pinceles de Carmen Parra en un cuadro colonial del siglo xvii, con mariposas que revolotean entre figuras santas. Cabe señalar que un “Objeto” de Emiliano Gironella, acaso mano, acaso pluma, inicia la lluvia de mariposas.

Cielo y Tierra se unen en la Eternidad de lo efímero.

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