Mallarmé lector de San Pablo

La Jornada Semanal

Mucho ha dado y seguirá dando a la reflexión y la crítica literarias el famoso y enigmático “Soneto en ix” de Stéphane Mallarmé (1842-1898), traducido a nuestro idioma por Octavio Paz, Ulalume González de León y Tomás Segovia. Aquí se plantea la posible relación del pensamiento de Mallarmé y la Epístola a los filipenses en el Nuevo Testamento. Además, el autor nos propone su versión del poema.
En sus Cinco lecciones sobre Wagner, Alain Badiou menciona, un poco de pasada, que la obra de Mallarmé abunda “en metáforas y simbolismos cristianos” y que nunca lo abandona una nostalgia por lo que él llamaría la ceremonia moderna, presumiblemente sin Dios. Se sabe, en efecto, que el autor de Un lance de dados había sido católico durante su infancia y parte de su juventud. ¿Siguió acudiendo a la Biblia en su madurez? Una reciente lectura del famoso soneto en que acuña la expresión “bibelot abolido” y en que utiliza la extraña palabra “lampadóforo”, que muchos de los traductores al castellano preservan, por cierto, de Octavio Paz a Ulalume González de León, me hace pensar que dicho soneto mantiene un cierto diálogo implícito con una de las Epístolas de San Pablo, aquella, ni más ni menos, en que el apóstol explica el “anonadamiento (o el “vaciamiento”) de Dios, quien sin dejar de serlo, se convertiría en un hombre finito quien además sufrirá el escarnio de morir en la cruz. Guía invaluable, al menos para mí, el término “lampadóforo” aparece en el comentario que elabora el sacerdote jesuita Augusto Segovia para aclarar un pasaje de la Epístola a los filipenses. Ahí observa, a propósito de la aparición de la palabra “antorcha”, que los estudiosos “modernamente suelen aducir el ejemplo de las carreras de antorchas en las fiestas religiosas griegas, sobre todo en Eleusis; los cristianos serían lampadoforoi [lampadóforos], y su testimonio, una gran procesión de antorchas, donde se lleva en alto la palabra de Vida.”

La palabra sería testimonio, pues, de una ceremonia pública, aunque el poeta la revierta a una noche vacía en que domina la Angustia. Pero hay otros elementos que retoma y aprovecha para sus propios fines la composición de Mallarmé. Estos serían: 1. El impresionante “anonadamiento” de Dios, que acaso sirve de modelo al poeta no sólo para representar los aposentos vacíos de la casa que aparece en el soneto (pues el Señor “partió por lágrimas a la Estigia”) sino igualmente, y sobre todo, para afincar su famosa tesis de la desaparición o “muerte” del autor; y, 2. El acento en la finitud y en la humillación de la cruz, que también aparece en la Epístola. Como se sabe, una característica textual del soneto reside en la dificultad de las rimas. Mallarmé decidió hacer un uso obsesivo de palabras terminadas en “ix”. La traducción y el comentario anexo de Paz bautizaron de paso este texto al que desde entonces se le conoce entre nosotros como “Soneto en ix” –aunque yo estimo que sería mejor que lo llamáramos, como hacen los colegas franceses e ingleses, “Soneto en x”, dado que la consonante simboliza de modo doble, por un lado, la crucifixión (en la crux decussata), y por otra, el enigma, el misterio, tan caros a Mallarmé.

Transcribo en seguida, añadiendo subrayados en las palabras estratégicas, los pasajes de la Epístola a los filipenses que pudo tener en mente el poeta al momento de construir su soneto: “5 Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús: 6 El cual, siendo en forma de Dios, no tuvo por usurpación ser igual a Dios; 7 Sin embargo, se anonadó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; 8 Y hallado en la condición como hombre, se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y muerte de cruz, 9 Por lo cual Dios también le ensalzó a lo sumo, y diole un nombre que es sobre todo nombre; […] 12 Por tanto amados míos […] 14 Haced todo sin murmuraciones y contiendas. 15 Para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin culpa en medio de la nación maligna y perversa, entre los cuales resplandecéis como antorchas en el mundo.”

¿Regresa Mallarmé al cristianismo? Por supuesto que no. El diálogo intertextual, en dado caso, le permite girar estas alusiones para otorgarles el sello de la ironía o la franca parodia. Hay una sensación de abandono y de obsolescencia.
El Señor está ausente porque ha ido a colectar lágrimas a la Estigia. Tarea inútil por no decir que ridícula, ¿a quién le importan las lágrimas de los muertos? ¿Es que los muertos pueden seguir llorando, como nosotros en el Valle de Lágrimas? El aboli bibelot (caracol o vasija) tampoco está sobre las repisas, pues el Señor se lo ha llevado para “recoger” el presunto llanto. Domina una angustia mortal, pero ésta es “lampadófora”, o sea, emite señales luminosas en medio del desastre.

Esta es la situación de los cuartetos. Pero el soneto igual obedece a la forma de la cruz, o por mejor decir, de la encrucijada. Por ello los tercetos ofrecen una salida, no menos asombrosa: en el fondo de la habitación hay un espejo, y sobre este espejo lo que aparece es la figura decorativa de una Ninfa desnuda y muerta, sin duda sangrante, que ha sido cornada por unos míticos unicornios, y sobre esta figura “crucificada” si se me permite la expresión, lo que alcanza a verse en su piel son los resplandores de las luminarias que forman la Osa Polar, reflejadas desde el cielo por el espejo. Como en los viejos tiempos de los pitagóricos, el universo es uno solo y se refleja a sí mismo en cada una de sus partes. Lo notable en este caso es que no es un hombre el que ha sido crucificado, sino una Ninfa, una virgen, acosada por la voracidad de los unicornios. Acaso el acto sexual, como todo mundo sabe, evoca no sólo el éxtasis sino también la muerte. Eros y Tánatos serían dos caras de una misma realidad humana.

Un añadido filológico. La primera versión de este soneto, que Mallarmé nunca publicó, es de 1868. Tenía entonces un título muy preciso: “Soneto alegórico de sí mismo.” La versión publicada, de 1887, elimina el título y por supuesto modifica muchas expresiones. ¡Casi veinte años pasó el autor puliendo y corrigiendo su texto!

Soneto en x

Stéphane Mallarmé

En ofrenda, con refinadas uñas de ónix,

La Angustia, hoy medianoche, resguarda, lampadófora,

Mucho vesperal sueño quemado por el Fénix

Cuyas cenizas no recalan en un ánfora

Del yermo salón; en las credenzas: conca no hay,

Marmóreo derelicto de vacuidad sonora

(Porque el Señor partió por lágrimas a la Estigia

Con ese único objeto que es honor de la Nada.)

Mas junto a la ventana hacia el norte vacante

Un agónico oro escorza acaso la quimera

De unicornios que atizan lumbre contra una ninfa,

La cual, desnuda y muerta en el espejo, fija

De pronto, en el olvido que recorta el marco,

Leves cintilaciones del septeto.

Versión de Evodio Escalante

Esta entrada fue publicada en Mundo.