«La vida abierta» de Valeria List

(apro).-

El jurado calificador del Premio de Poesía Joven UNAM 2019, integrado por María Baranda, Eloy Urroz y Eloy Sánchez Rosillo, resolvió de manera unánime declarar como ganador el libro La vida abierta de la traductora y poeta Valeria List (Puebla, 1990), conforme al siguiente criterio:

“En virtud de su logrado desarrollo de un mundo íntimo, propio y definido a partir de imágenes personales. De su aliento poético que revela conocimiento y dominio del género y por su habilidad para establecer un diálogo entre la poesía en prosa y una voz lírica de corte formal”.

Valeria List estudió letras hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, donde actualmente cursa la maestría en letras españolas. Escribe en huellademyo.wordpress.com y trabaja en el departamento de publicaciones del Instituto de Investigaciones Bibliotecológicas y de la Información (IIBI-UNAM), amén de ser cofundadora de servicios editoriales Ahuehuete (https://youtu.be/JOmxcTcPY0g).

A continuación, las primeras páginas de las 71 que contiene La vida abierta, editado por la Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial de la UNAM (palabras de presentación por Pedro Serrano).

Poemas
Aún no vivía en esta ciudad cuando mi papá me trajo a ver la vida abierta. Era una novia asustada adentro de un bodegón viendo las frutas partidas, todas más grandes que ella, todas yendo hacia la descomposición.

Muchos años después viajé a la Sierra Gorda, donde hacia arriba y hacia abajo la vida podía ser mucho más abierta. La vegetación cambiaba radical a cada altura, los ecosistemas daban plantas brillantes al fondo y en la superficie oscuras, casi en la opacidad. Llegamos al mirador de Cuatro Palos y la niebla no dejaba ver, los magueyes ahí eran grises y el día se impregnaba en la cara. Los pájaros cantaban tan fuerte y unísono que pensamos que algo se le había roto al carro.

Un día me separé de un hombre que pensé amaría para siempre. La desazón me hizo aprender a ver mis pensamientos. En ese momento la vida se abrió de verdad, y yo miraba mi mente como la novia asustada miraba las sandías abiertas.

*

Ponemos el ojo en lo que llena el engaño
pero una flecha envenenada
expande su verdad al horizonte:
lo que toca la vista está vacío.

Desmontar en ese escenario
que empiece el cuerpo
a inflarse a desprenderse a reventar
a llevarse lo que parecía
esta vida
no la efectivamente silente
la abierta.

*

Darle su límite a la mente
este ejercicio diario

ya calla tu ave del recuerdo
cállala por meses

la recetada parálisis del dolor
ofrece su pantera del descanso.

Lo que se logra es un hueco
hay que tratar de
no poner nuevas cosas ahí.

*

Si muriera ahora mismo
con la punta de una lasca en el pecho
¿me mirarías entonces y lo confesarías todo?
¿brotarían prismas de tu propio pecho y lo confesarías todo?

como si la herida fuera tuya
¿sangrarías diamantes rojos, confesándolo todo?

**

Se mueven las palmas con lentitud y responsabilidad, como si tocaran suavemente un toro. Así muestran al espectador una textura muy diferente a la que tendrían su estuvieran tocando el aire. A menos que en verdad lo tocaran, se tomaran el tiempo de sentir su textura y cuánto pesa la densidad, cuánto pesa el vacío.

La soleá es un baile de triunfo porque la soledad es una fuerza creadora: la resistencia del abandono de sí mismo ante la ausencia de los otros. El tronco apenas se sale del centro; los brazos y las piernas siempre vuelven. Así se lleva el peso de los ausentes encima al bailar. Si un pie se desplaza, se toma su tiempo. Siente la duela, el empeine va como un miembro independiente.

Un cuerpo puede pesar lo que ocho y cargarlos a todos encima. Se llevan de un lado a otro y se vuelve siempre al centro. Una mujer puede vivir encorvada por años, hasta que una bruja en un semáforo le dice que está cargando un muerto.

En la soleá se suda mucho por la contención de los movimientos lentos. Si se ha perdido alguien es más fácil bailarla. Si ya casi no duele, si duele cada vez menos, más.

*

Un elefante abarcaba todo el espacio y no podía moverse
y yo tenía que cuidarlo a rastras
y a la vez mi vida dependía de él
y lo amaba
y quería matarlo cada noche
y lloraba cada mañana mi deseo.

**

La metáfora del cielo y las nubes
habla de la gente estable
y sus brumosos diálogos internos.
Miro carpas en un estanque
van tan rápido que parecen inasibles
pero el agua siempre se puede tocar.
La mente es un estanque
el amor acabado es el pez más grande.

***

El corazón que sudaba fervoroso se ha convertido en una fruta.

Los caquis están secos
y caen en las cabezas de los hombres
(no saben que están frescos por dentro).

El amor ahora es símbolo
para que no duela
para usarlo.

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