Judith Amador Tello
(apro).-
Para el escultor y pintor Miguel Peraza (Ciudad de México, 1959) todo está en una continua evolución, incluida la humanidad, que constantemente se está reorganizando, replanteando qué hacer, “somos migrantes”, y los mismos cambios tecnológicos obligan a los seres humanos a transformarse para no ser desplazados de sus labores.
En este sentido, dice en entrevista con Apro que las artes –la música, la literatura, el teatro–, todas las disciplinas involucradas con la producción cultural, son receptoras de los cambios que la humanidad percibe en su modo de vivir y “de alguna manera quiere verlos reflejados en la cultura o la técnica de un artista.
“Nosotros somos un crisol de sueños, de emociones de los demás, entonces si todo está en cambio, significa que la parte de la construcción interna del artista también está en cambio”.
El artista, ganador del premio Ariel a la Dirección de Arte por la película Bienvenido-Welcome, de Gabriel Retes (1995), autor de más de 80 obras públicas en espacios como la Universidad Biomédica Rafael Guízar y Valencia, en Xalapa, Veracruz, y el Instituto de Geografía de la UNAM, celebra sus 45 años de trayectoria artística con la edición del libro Miguel Peraza. Escultor periférico.
De 222 páginas en papel couché mate y pasta dura, el bello volumen condensa su desarrollo, su vida (si bien el artista aclara que no es autobiográfico sino “anecdótico”), reflexiones acerca del trabajo escultórico, “no como oficio, sino en el sentido filosófico”, y la opinión que diversos personajes tienen acerca de Peraza.
En las páginas centrales se incluye una selección de 45 obras realizadas a lo largo de estos 45 años, pero no es una por años, hay años que o bien no incluyen una pieza o presentan más de una. La lista comprende, entre otras: De regreso a casa, Incógnita del mundo, Espíritu Probursa, Ajedrez, América Unida, Colonia desierta, Reloj solar, La casa de Leonardo, Hombre rojo, Erosión, Corazón de piedra, Nosotras siempre, El Navegante, Homenaje a Calder, Mediterráneo y Sol en fuga.
En los textos, al tiempo que va explicando sus conceptos sobre escultura, Peraza habla de sí y su quehacer artístico:
“Cuando trabajo en mi estudio entro a una meditación activa, me atrae el silencio, la soledad. La creatividad de un acto tan personal que no se puede enseñar, lo que yo conozco y puedo enseñar son los procesos del hacer. Disfruto del modelar y de combinar toda clase de materiales, me siento un indagador de la historia, que busca elementos que den otra vida a la escultura, en permanente experimentación, no me importa si me describen o no como escultor, pero sí es importantísimo cuando atrapo con una obra un alma sensible, esa comunicación con el otro es quizás lo más trascendente…”
–¿Con qué técnicas, formatos y tamaños se siente más a gusto cuando hace su obra y qué prefiere, la obra pública o privada?
–La verdad es que son dos atmosferas distintas, me encanta la parte publica porque es donde uno tiene mayor oportunidad de alimentarse de la observación de la gente que no te conoce, que no sabe dónde está el artista porque lo que ve es la obra. Es un espacio público, para hablar de otra manera a través del consumo estético que no tiene que ver con el dinero sino con el consumo espiritual.
“Y la parte del coleccionismo privado ha jugado un rol importante a lo largo de la historia muy importante. Los coleccionistas han preservado las obras a lo largo de la historia, que después se convierten en colecciones públicas, en los museos, esa parte también hay que aprender a conservarla, y saberla mantener, porque sin coleccionistas los artistas no tenemos la capacidad de hacer todo, de acumular y demostrar, entonces quizá el coleccionista –que es un consumidor de la obra, del objeto– también preserva, de ahí nacen los grandes museos desde la época de los griegos”.
Publicado por Ediciones del Lirio, el libro se presentó en la pasada Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería y en fechas próximas se presentará también en el Estado de México. Se divide en seis capítulos, más la introducción de Josu Iturbe y el epílogo de Joaquín Fernández.
Iturbe destaca:
“Miguel Peraza casi nunca se repite, lo suyo no son las variaciones sino la búsqueda permanente provocada por una insatisfacción constante, y esa es su característica más notable, lo que lo hace más artista que cualquier otro que, en cuanto encuentra una forma de hacer que tiene éxito, se repite hasta la saciedad. Lo cierto es que cuando la autoreferencia y lo complaciente entran por la puerta la creatividad sale por la ventana. No es el caso de Miguel que, en cuanto siente el ramalazo del manierismo, se va corriendo en dirección contraria…”