Civilización agotada

 

Francisco a los movimientos populares: civilización agotada

Bernardo Barranco

La pandemia del Covid 19 ha lastimado crudamente la dictadura del mercado. Los mercados financieros apanicados muestran quebrantos inimaginables apenas unos meses atrás. Los virus microscópicos revelan la alta vulnerabilidad del sistema económico mundial. Toda esta soberbia y lujuria simbólica se ha resquebrajado. La quimera neoliberal se muestra ahora chata y herida. El sistema que aspiró afianzarse a escala global a partir de la caída del muro de Berlín. Proceso que Francis Fukuyama, pomposamente tituló: el fin de la historia. Los modelos dominantes de producción, comercio, distribución, consumo y de desarrollo han estallado. La humanidad necesita urgentemente buscar nuevos paradigmas civilizatorios, sustentados en la libertad, que ampare desarrollos sostenibles, un tipo diferente de relación con la naturaleza y la Tierra, contrario al modelo dominante. Se necesita evaluar profundamente, seleccionar aquellas experiencias válidas y desechar aquellas nocivas; una ruta de triagem, o un proceso de nuevo embalaje y de selección diría la vieja filosofía, es necesaria.

Por ello, resulta muy interesante escuchar al papa Francisco. En su carta pascual publicada el 12 de marzo pasado y que tuvo como destinatarios a los movimientos populares. Frente a la pandemia el Papa reconoció la solidaridad, la comunitariedad y la esperanza de los pobres. A manera de reconocimiento dijo: Qué difícil es quedarse en casa para aquel que vive en una pequeña vivienda precaria o que directamente carece de un techo. Qué difícil es para los migrantes, las personas privadas de libertad o para aquellos que realizan un proceso de sanación por adicciones. Ustedes están ahí, poniendo el cuerpo junto a ellos, para hacer las cosas menos difíciles, menos dolorosas. Los felicito y agradezco de corazón. Espero que los gobiernos comprendan que los paradigmas tecnocráticos (sean estadocéntricos, sean mercadocéntricos) no son suficientes para abordar esta crisis ni los otros grandes problemas de la humanidad.

En tres ocasiones el sumo pontífice se ha reunido con los movimientos sociales provenientes principalmente del Tercer Mundo, y que luchan desde su condición de pobres organizados. Los encuentros han sido respectivamente, en Roma (28-02-2014), en la ciudad boliviana de Santa Cruz de la Sierra (7/7/15) y nuevamente en Roma (5/11/16). Debo reconocer que cuando Francisco se refiere, habla o escribe a los movimientos populares está en su mejor versión. El Papa argentino transforma su discurso pontifical en la versión más crítica del capitalismo imperante. Ninguno de los últimos pontífices había sido tan contundente en sus críticas y tan decididamente inclinados hacia los pobres del planeta. Apoyado por el diálogo con los movimientos populares mundiales, el Papa insiste en las tres famosas T ( tierra, techo y trabajo) su planteamiento se hizo popular, al sentenciar: Digamos juntos desde el corazón: ninguna familia sin vivienda, ningún campesino sin tierra, ningún trabajador sin derechos, ningún pueblo sin soberanía, ninguna persona sin dignidad, ningún niño sin infancia, ningún joven sin posibilidades, ningún anciano sin una venerable vejez

Sin empacho, Francisco es implacable con los excesos del neoliberalismo globalizado. El Papa rescata la fibra profética de la teología latinoamericana. Dicha postura le ha ganado numerosos enemigos internos del ala conservadora de la Iglesia y sobre todo reproches de altos ejecutivos de grandes consorcios corporativos internacionales. Quienes lo califican de populista de izquierda y religioso tercermundista. No pocos jefes de Estado lo miran con recelo cuando Francisco se enfunda en la causa de los movimientos populares y aborda temas como migrantes, ecología y deuda externa. Con mucha energía sostiene: un sistema económico centrado en el dios del dinero también necesita saquear la naturaleza, saquear la naturaleza para mantener el ritmo frenético de consumo propio. La élite internacional no tolera el discurso del Papa sobre la idolatría del dinero y la prepotencia del imperio de la corrupción. Bajo esta atmósfera discursiva el Papa se vuelve intransigente para asumir como propia la condición de los pobres, que se organizan para sobrevivir a los dictados del sistema económico actual. Francisco defiende abiertamente un cambio estructural: “Queremos un cambio, un cambio real, un cambio en las estructuras. Este sistema es insoportable; los campesinos no lo apoyan, los trabajadores no lo apoyan, las comunidades no lo apoyan, los pueblos no lo apoyan… E incluso la Tierra no lo apoya. Hermana Madre Tierra , como solía decir San Francisco (7/7/15).

En la carta enviada a los movimientos populares en 2020, ante a la interrogante que todos nos hacemos acerca del día después de superada la pandemia, el Papa desafía a los movimientos sociales: “ustedes no son unos improvisados, tienen la cultura, la metodología, pero principalmente la sabiduría que se amasa con la levadura de sentir el dolor del otro como propio… Sé que ustedes han sido excluidos de los beneficios de la globalización. No gozan de esos placeres superficiales que anestesian tantas conciencias. Muchos de ustedes viven el día a día sin ningún tipo de garantías legales que los proteja. Muchos de ustedes no tienen un salario estable para resistir este momento y las cuarentenas se les hacen insoportables. Tal vez sea tiempo de pensar en un salario universal que reconozca y dignifique las nobles e insustituibles tareas que realizan; capaz de garantizar y hacer realidad esa consigna tan humana y tan cristiana: ningún trabajador sin derechos”.

Esta cara social de Francisco es la mejor. Muchos cuestionarán que se queda sólo en la discursividad. Es cierto, pero los efectos que tienen los planteamientos de un pontífice son altos. Ojalá no tuviera tanta resistencia dentro de la Iglesia, porque no tiene otra alternativa, sino cambiar.

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