García Abreu
La Jornada Semanal
En este ensayo se conmemoran la vida y la obra de Robert Walser. La revista cultural Turia elogió el trabajo del escritor suizo en su más reciente número y, en 2020, se celebran setenta años de la vital reedición de la novela ‘Jakob von Gunten’, aparecida en 1950.
Yo no estoy aquí para escribir, yo estoy aquí para estar loco.
Robert Walser
Robert Walser (Biel, 1878-Herisau, 1956) publicó quince libros. En 1910 sufrió por primera vez una profunda crisis que le impidió escribir –narra la filóloga y traductora Isabel Hernández en su “Biocronología” del autor. En marzo de 1913 regresó a Suiza y vivió con su hermana Lisa. Tras pasar algún tiempo en casa de su padre en Biel se mudó al hotel Zum blauen Kreuz, en el que pasó los siete años siguientes. Conoció a Frieda Mermet, con la que mantuvo una larga correspondencia. El 9 de febrero de 1914 falleció su padre. Walser trabajó en el volumen Prosas breves. Se publicó el volumen Historias. Tras el estallido de la primera guerra mundial tuvo que prestar servicio militar. El 17 de noviembre de 1916 falleció su hermano Ernst en la clínica psiquiátrica de Waldau, cerca de Berna. Su hermano Hermann se suicidó el 1 de mayo de 1919.
En 1920 experimentó de nuevo una crisis que le impidió escribir. En enero de 1921 se trasladó a Berna. En noviembre concluyó la novela Theodor. El pintor Ernst Morgenthaler lo invitó a pasar ocho días en su casa de Wollishofen. En febrero de 1925 vio la luz el último libro que publicó en vida: La rosa. Pasó unos días de vacaciones con Frieda Mermet en Murten. En octubre comenzó su relación epistolar con Therese Breitbach. El 25 de enero de 1929 ingresó por voluntad propia en una institución psiquiátrica. “Yo sabía que Robert Walser había ingresado en 1929, en calidad de enfermo mental, en el sanatorio […]. Sentía la necesidad de hacer algo por la publicación de sus obras y por él mismo”, escribió Carl Seelig.
En 1933, Robert Walser fue trasladado contra su voluntad a la clínica de Herisau y decidió poner fin a su trabajo literario. Mientras el encierro ocurría se publicó una nueva edición de Los hermanos Tanner. En 1936 conoció al mencionado Carl Seelig. Su amistad se mantuvo hasta el final de sus días. Con él sostuvo conversaciones trascendentes y dio largos paseos. El 28 de septiembre de 1943 falleció Karl Walser y el 7 de enero del año siguiente su hermana Lisa. En 1950 la novela Jakob von Gunten fue reeditada, concluye Isabel Hernández. El escritor murió el 25 de diciembre de 1956, mientras daba un paseo en solitario.
Durante el brillante e infausto viaje de retorno al universo de Robert Walser –que emprendo con relativa frecuencia– se generan nuevos recuerdos. En esta ocasión vuelvo al escritor y a su obra a través de novedosos y exquisitos textos: se trata de un cartapacio de incalculable valor literario incluido en el número 133-134, publicado en 2020, de la revista cultural Turia –del Instituto de Estudios Turolenses, fundada y dirigida por Raúl Carlos Macías– que rinde homenaje a la obra del escritor suizo. En el monográfico también se da a conocer un poema original de Walser y una selección de su correspondencia. En la travesía participaron Patricia Cifre Wibrow, Anna Fattori, Carlos Fortea, Isabel Hernández, Gertrud Leutenegger, Beatrice von Matt, Peter von Matt, Mercedes Monmany, Rafael Narbona, Fernando j. Palacios León, Lorena Silos Ribas, Reto Sorg, Peter Utz, Berta Vias Mahou, Teresa Vinardell Puig y Matthias Zschokke.
Regreso al “solitario por antonomasia, un ‘hombre de un solo cuarto’ en el sentido más literal. Con este término se denomina a sí mismo en una de sus piezas de prosa breve del año 1916, un texto que ilustró su hermano Karl, el gran artista, que dibujó al autor sentado en su habitación sobre su maleta, meditando, el sombrero hongo sobre el alféizar: un anacoreta de la modernidad”, según el germanista Peter von Matt.
Mercedes Monmany escribe en la revista Turia que Walter Benjamin le dedicó un bello comentario a Walser: “Sus personajes vienen de la noche, de allá donde es más negra, de una noche veneciana, iluminada por míseras candelas de esperanza.” La genial escritora barcelonesa colige: “se mantuvo permanentemente en estado de exilio.” Concluye: “el libro [Paseos con Robert Walser] de Seelig no sería uno más. Su obra emocionante y sin género pasaría a la historia como uno de los más bellos homenajes a una amistad sincera, generosa y protectora, mantenida en el tiempo.”
“Entre las tropas de sus criaturas, al final ya no es posible reconocer a Walser, dijo […] w. g. Sebald. Escribiendo completó su proceso de despersonalización… hasta la renuncia absoluta en la clínica psiquiátrica”, recuerda Beatrice von Matt. Tras la muerte sistemática de su familia –incluido el suicidio de su hermano Hermann– el escritor buscó asideros. Pero se retiró de la vida. Escuchaba un canto fúnebre. El de Walser fue un proceso de miniaturización y de despersonalización. De eso se trata su pérdida.