Texto original: Helen Lewis
Traducción, adaptación y edición por Natt Félix.
La pandemia afecta de manera diferente a hombres y mujeres
En tiempos en que las personas intentan ser optimistas en cuanto al tema del distanciamiento social y el ahora tan mencionado home-office, además de hacer un marcado énfasis en que William Shakespeare e Isaac Newton crearon algunos de sus trabajos más destacados mientras una plaga arrasaba Inglaterra, existe una cuestión que debería tomarse en cuenta: Ninguno de los dos tenía responsabilidades de cuidado infantil.
Shakespeare pasó la mayor parte de su carrera en Londres, donde se encontraban la mayoría de los teatros, mientras su familia vivía en Stratford-upon-Avon, una pequeña provincia al sur de Inglaterra. Durante la plaga de 1606, el dramaturgo tuvo la suerte de evitar la epidemia (su casera murió en el punto álgido del brote) y su esposa, Anne Hathaway, y sus dos hijas ya adultas, Susanna de 23 años y Judith de 21 años se quedaron a salvo en la región rural de Warwickshire.
Newton, mientras tanto, nunca se casó ni tuvo hijos. Vio pasar la Gran Peste de 1665-1666 en la propiedad de su familia en el este de Inglaterra además de pasar la mayor parte de su vida adulta como miembro residente de la Universidad de Cambridge, donde la propia institución le proporcionaba comidas y las labores domésticas estaban cubiertas.
Para aquellos con responsabilidades de cuidado, es poco probable que el brote de una enfermedad infecciosa les dé tiempo para escribir el “King Lear” o desarrollar una teoría sobre la óptica. Una pandemia magnifica todas las desigualdades existentes (incluso cuando algunos gobiernos insisten en que este no es el momento de hablar de otra cosa que no sea la crisis inmediata).
En perspectiva, trabajar desde casa en un empleo de cuello blanco podría considerarse más privilegiado en situaciones como esta que otras labores como el comercio o el caso de los trabajadores independientes. Los empleados de oficina con salarios y prestaciones estarían entonces mejor protegidos, aunado a esto, el autoaislamiento es mucho más agobiante en un departamento estrecho que en una casa espaciosa. Sin embargo, uno de los efectos más notables del Coronavirus se verá reflejado en regresar a muchas familias a la década de 1950, donde proliferaba el modelo tradicional de organización social, donde a nivel mundial la independencia de la mujer será la víctima silenciosa de la pandemia.
Irónicamente, como mera enfermedad física, el Coronavirus pareciera afectar menos a las mujeres. Pero en últimos días, la conversación sobre la pandemia se ha ampliado: no solo estamos viviendo una crisis de salud pública, sino económica. Debido a que gran parte de la vida normal se suspenderá por tres meses o más, la pérdida de empleos será inevitable. Al mismo tiempo, el cierre de escuelas y el aislamiento de los hogares están trasladando de nuevo el trabajo de cuidado de niños de la economía remunerada (guarderías, escuelas, niñeras) a la no remunerada (madres y padres en casa). El Coronavirus rompería así con el trato que tantas parejas con doble salario han hecho en el mundo desarrollado: ambos podemos trabajar porque alguien más está cuidando a nuestros hijos. Ahora, dadas las circunstancias, las parejas tendrán que decidir quién de ellos recibirá el golpe.
Muchas otras cuestiones están también relacionadas con esta pandemia. Entre las más exasperantes está el fracaso del mundo occidental en aprender de la historia y experiencias anteriores: la crisis del Ébola en tres países africanos en 2014, el Zika en 2015–2016 y los recientes brotes de SARS, gripe porcina y gripe aviar. Los académicos que estudiaron estos episodios descubrieron que poseían también efectos profundos y duraderos en el tema de la igualdad de género.
«Los ingresos de todos se vieron afectados por el brote de Ébola en África Occidental», menciona Julia Smith, investigadora de Políticas de Salud de la Universidad Simon Fraser, en una entrevista que dio al New York Times este mes, asimismo “los ingresos de los hombres volvieron a lo que habían sido antes del brote más rápido que los ingresos laborales de las mujeres».
Clare Wenham, profesora asistente de Políticas de Salud Global en la London School of Economics, afirma que los efectos sociales de una epidemia pueden durar años, como ejemplo de esto están las tasas decrecientes de vacunación infantil durante el Ébola que más tarde resultaron en que madres de familia tuvieran que abandonar sus empleos cuando estos niños contrajeran enfermedades prevenibles.
A nivel individual, las elecciones de muchas parejas en los próximos meses tendrán una lógica económica perfecta y bastante lógica. ¿Qué necesitan los pacientes pandémicos? Cuidado. ¿Qué necesitan las personas mayores autoaisladas? Cuidado. ¿Qué necesitan los niños que se quedan en casa fuera de la escuela? Cuidado. Todo este trabajo de cuidado no remunerado recaerá más en las mujeres debido a la estructura existente de la fuerza laboral.
«No se trata solo de las normas sociales de las mujeres que desempeñan funciones de cuidado; también se trata de aspectos prácticos «, agregó Wenham. “¿A quién se le paga menos? ¿Quién tiene la flexibilidad?
Según las cifras del gobierno británico, el 40 por ciento de las mujeres trabajan a tiempo parcial, en comparación con solo el 13 por ciento de los hombres en las mismas circunstancias. En las relaciones heterosexuales, es más probable que las mujeres sean las que ganan menos, lo que significa que sus trabajos se consideran de menor prioridad cuando surgen interrupciones e imprevistos. Y esta situación con el Coronavirus podría durar meses, por lo cual los ingresos de algunas mujeres no se recuperarían fácilmente. Con las escuelas cerradas, muchos padres de familia sin duda darán un paso al frente, pero eso no se dará de manera generalizada.
A pesar de la entrada masiva de mujeres en la fuerza laboral durante el siglo XX, el fenómeno del «segundo turno» (doble jornada de trabajo: empleo/casa) todavía existe. En todo el mundo, las mujeres, incluidas las que tienen trabajo, realizan más tareas domésticas y tienen menos tiempo libre que sus parejas masculinas. Incluso los memes sobre las compras de pánico reconocen que las tareas domésticas, como la compra de alimentos, son asumidas principalmente por mujeres.
«No le temo al COVID-19, lo que da miedo es la falta de sentido común que la gente tiene», dice uno de los tweets más populares sobre la crisis del Coronavirus. «Tengo miedo por las personas que realmente necesitan ir al supermercado y alimentar a sus familias, Susan y Karen compraron víveres como para 30 años». El chiste funciona porque se entiende que «Susan» y «Karen» —nombres imaginarios para madres suburbanas—son responsables de la administración del hogar, en lugar de, por ejemplo, Mike y Steve.
Miremos a nuestro alrededor y podremos ver parejas que ya están tomando decisiones difíciles sobre cómo dividir este trabajo adicional no remunerado. La misma Clare Wenham se aisló con dos niños pequeños; ella y su esposo alternaban entre turnos de dos horas de cuidado infantil y trabajo remunerado. Esta es una solución, sin embargo, para otros, la división se ejecutará a lo largo de líneas más antiguas. Las parejas de doble ingreso podrían encontrarse viviendo como sus padres o abuelos, un ama de casa y un sostén de la familia.
“Mi esposo es médico de urgencias y está tratando activamente a pacientes con Coronavirus. Acabamos de tomar la difícil decisión de que él se aísle y se mude al garage de la casa en un futuro mientras siga tratando a los pacientes «, escribió Rachel Patzer, médica epidemióloga de la Universidad Emory, que tiene un bebé de tres semanas de nacido además de dos niños pequeños. «En mis intentos de hacer la escuela en casa con mis hijos (yo sola) con un recién nacido que grita si no está en brazos también me preocupa la salud de mi esposo y mi familia».
Los padres solteros enfrentan decisiones aún más difíciles: si bien las escuelas están cerradas, ¿cómo hacer malabares con el dinero y el cuidado de los niños? No se debería sentir nostalgia por el «ideal de la década de 1950» del padre regresando por las noches con la cena recién servida y los niños recibiéndolo, cuando incluso entonces tantas familias no formaban parte de este sistema. En la Gran Bretaña de hoy, una cuarta parte de las familias son monoparentales, de las cuales más del 90 por ciento son mujeres, por lo tanto el hecho de que las escuelas estén cerradas hace su vida aún más difícil.
Otras lecciones de la epidemia de Ébola fueron igual de severas y se verán efectos similares, aunque quizás más pequeños durante esta crisis en el mundo desarrollado. En ese entonces el cierre de escuelas afectó las oportunidades de vida de las niñas, porque muchas abandonaron la educación básica debido a un aumento en las tasas de embarazo adolescente que exacerbó esta tendencia, además del incremento de la violencia doméstica y sexual, más mujeres murieron durante el parto porque los recursos de salud se desviaron a otras prioridades.
En situaciones como ésta es lógico que exista una distorsión de los sistemas de salud y todos los recursos se dirijan hacia el brote pandémico, menciona Wenham, quien viajó al oeste de África como investigadora durante la crisis del Ébola. Las cosas que no son prioridades para los gobiernos se cancelan y eso lógicamente puede tener un efecto sobre la mortalidad materna o el acceso a cuestiones como la anti-concepción. Estados Unidos ya tiene estadísticas terribles en esta área en comparación con otros países ricos, aunado a que las mujeres negras tienen el doble de probabilidades de morir en el parto que las mujeres blancas por cuestiones de falta de acceso a la salud.
Para Wenham, la estadística más llamativa de Sierra Leona, uno de los países más afectados por el Ébola, fue que entre 2013 y 2016, durante el brote, más mujeres murieron por complicaciones obstétricas que por la enfermedad en sí. Pero estas muertes, al igual que la mano de obra no reconocida en la que se ejecuta la economía moderna, atraen menos atención que los problemas inmediatos generados por una epidemia. Estas muertes se dan por sentado.
En su libro “Invisible Women”, Caroline Criado Pérez señala que se publicaron 29 millones de artículos en más de 15,000 títulos revisados en la época de las epidemias de Zika y Ébola, sin embargo menos del 1% exploró el impacto de género de los brotes. Wenham no ha encontrado ningún análisis de género del brote de Coronavirus hasta el momento; ella y dos coautores ya han entrado en la brecha para investigar sobre el tema.
La evidencia que tenemos de los brotes de Ébola y Zika debería informar la circunstancia actual. Así mismo tanto en los países ricos como en los pobres, los activistas esperan que aumenten las tasas de violencia doméstica durante los periodos de cuarentena.
El estrés, el consumo de alcohol y las dificultades financieras se consideran también factores desencadenantes de la violencia en el hogar y las medidas de cuarentena que se imponen en todo el mundo aumentarán sin duda los tres al mismo tiempo. La organización benéfica británica “Women’s Aid” dijo en un comunicado que estaba «preocupada de que el distanciamiento social y el autoaislamiento se utilizarán como una herramienta de comportamiento coercitivo y de control por parte de los perpetradores además de que se cerrarán los canales hacia la protección y redes de apoyo».
Los investigadores están frustrados de que hallazgos como éste no hayan llegado a los creadores de políticas de Estado, quienes aún adoptan un enfoque neutral de género para las pandemias. También es preocupante que se pierdan las oportunidades de recopilar datos de alta calidad que serán útiles para el futuro. Por ejemplo, existe muy poca información sobre cómo virus similares al Coronavirus afectan a las mujeres embarazadas o, según Susannah Hares, investigadora principal del Centro para el Desarrollo Global, datos suficientes para construir un protocolo para el momento en que las escuelas retomen actividades.
No debemos cometer ese error nuevamente. Tan sombrío como es imaginar todo esto ahora, las epidemias adicionales son inevitables y la tentación de argumentar que el género es un tema secundario o una distracción de la crisis real debe ser omitida. Lo que hagamos ahora afectará la vida de millones de mujeres y niñas en brotes futuros.
La crisis del coronavirus será global y duradera, tanto médica como económicamente. Sin embargo, también ofrece una oportunidad. Éste podría ser el primer brote pandémico en el que se puedan registrar las diferencias de género y sexo, y en que los investigadores y encargados de formular políticas sociales lo tomen en consideración. Durante mucho tiempo, los políticos han asumido que el cuidado de niños y ancianos puede ser «absorbido» por ciudadanos comunes, en su mayoría mujeres, proporcionando efectivamente un enorme subsidio a la economía remunerada. Esta pandemia debería recordarnos la verdadera escala de ese fenómeno.
Wenham respalda los proyectos de provisión de cuidado infantil de emergencia, seguridad económica para dueños de pequeñas empresas y el estímulo financiero pagado directamente a las familias que están proporcionando las autoridades de algunos países, sin embargo no mantiene muchas esperanzas al respecto de otros temas ya que su experiencia sugiere que los gobiernos son demasiado cortos además de reaccionarios.
Todo lo que ha sucedido se predijo con anticipación. Como grupo académico colectivo, sabíamos que habría un brote que saldría de China, que mostraría cómo la globalización propaga una enfermedad y que paralizaría los sistemas financieros, además de que no habría dinero suficiente ni ningún plan de gobierno previsto para controlar la situación de manera eficaz… Se sabía todo esto y aún así no escucharon a los expertos. Entonces, ¿por qué se esperaría se escuchara una forma de pensar diferente respecto a las mujeres?
*Basado en el artículo publicado originalmente por Helen Lewis el 19 de Marzo del 2020 en The Atlantic.
Helen Lewis es una periodista británica, colaboradora en “The Atlantic” y «The Guardian» en Londres y autora de “Mujeres Difíciles: Una Historia de Feminismo en 11 Peleas”.