Salvador Díaz Mirón, el poeta retador, considerado fundador del modernismo
Salvador Antonio Edmundo Espiridión y Francisco de Paula Díaz Ibáñez nació hace 166 años
Considerado fundador del modernismo en el país, al lado de José Martí, Manuel Gutiérrez Nájera, Julián del Casal y José Asunción Silva
· Carlos Monsiváis señala en La poesía mexicana del siglo XX: “Salvador Díaz Mirón, Manuel José Othón, Manuel Gutiérrez Nájera, Luis G. Urbina, Amado Nervo y Juan de Dios Peza fueron los más idóneos representantes espirituales del porfiriato”
Nació el 14 de diciembre de 1853 en Veracruz, México, murió el 12 de junio de 1928 en su estado natal. Considerado uno de los grandes románticos y precursor del modernismo, fue electo como miembro correspondiente de la Academia Mexicana de la Lengua el 6 de septiembre de 1922.
Realizó sus estudios de forma irregular en Xalapa por lo que la mayor parte de su formación fue como autodidacta. Ingresó al seminario a concluir sus estudios de preparatoria y a los 14 años volvió a Veracruz e incursionó en el periodismo, donde, alentado por personas cercanas a él, comenzó a nutrirse de la vida literaria.
Hijo del periodista y político que fuera gobernador de su estado, Manuel Díaz Mirón, siguió los pasos de su progenitor, pero con fuerte inclinación hacia las letras. Su madre fue Eufemia Ibáñez. Siendo todavía muy joven, su padre lo envió a Estados Unidos para alejarlo de malas amistades. Cuando volvió ya hablaba inglés, francés y tenía nociones de latín y de griego. Continuó con su actividad periodística pero dirigida a la crítica política.
Gracias a la popularidad que obtuvo, en 1878 fue electo diputado y se trasladó a Orizaba, sede del gobierno veracruzano. Por una serie de conflictos personales, fue destituido de su puesto, sin embargo, tiempo después fue reelecto, lo cual le permitió participar en las discusiones en torno a la deuda externa.
Fue director de periódico El Imparcial, posteriormente se trasladó a España y a Cuba en donde permaneció hasta 1919; regresó a México por orden de Venustiano Carranza. En 1927 fue nombrado director del Colegio Preparatoriano de Veracruz, donde impartió clases de literatura e historia.
Poeta retador y buscapleitos
Temperamental y de carácter irascible, aficionado a las armas, la cacería y dado al reto, fue célebre su duelo contra Manuel María Migoni, en el cual éste salvó la vida porque la bala dirigida a su corazón fue desviada por una cartera. Igualmente, retó a duelo al a general Luis Mier y Terán, gobernador del estado, a quien acusaba de la famosa matanza en el puerto de Veracruz de partidarios de Sebastián Lerdo de Tejada.
En 1895, fue a juicio por haber matado de dos balazos a Federico Wólter -un joven de 25 años-, quien lo había insultado y golpeado con un bastón. Fue cuando proclamó una de sus frases más conocidas: “A quien me grita le pego, y a quien me pega lo mato”. En esa ocasión pasó cinco años preso y años después fue encarcelado por segunda vez, por atentar contra la vida de un diputado, Juan Chapital, que presumía de haberlo mandado callar. Se conservan inumerables anécdotas de sus pleitos y duelos.
En constante reto al peligro, Díaz Mirón provocaba el resquemor por parte de su esposa, a la cual respondió, altivo, con su famoso poema “A Gloria”: “No intentes convencerme de torpeza con los delirios de tu mente loca; mi razón es al par luz y firmeza, firmeza y luz como el cristal de roca”.
Obra
La obra de Díaz Mirón se enmarca en la corriente del romanticismo y fue precursor del modernismo. A esta primera época corresponden Oda a Víctor Hugo, A Gloria, Voces interiores, Ojos verdes y Redemptio. En 1874 fueron incluidas algunas de sus piezas literarias en la antología titulada El Parnaso Mexicano editado por Vicente Riva Palacio (1886) basado en las Poesías (1895), impresas en Nueva York sin su consentimiento.
Durante su encarcelamiento en 1895, escribió poemas como El Fantasma, dedicado a Jesucristo y La oración del preso. En 1901 publicó Lascas y donó sus quince mil pesos de regalías para equipar la Biblioteca del Colegio Preparatorio de Xalapa.
Lascas, su último libro y el único que autorizó, es uno de los más estudiados de la poesía mexicana, que sigue siendo polémico y estimulante, e incluye el poema Ópalo, en el que narra su visita a la tumba de Federico Wólter, a quien mató. Ya menos orgulloso que antaño, admitía que su reacción fue exagerada: «Si resulté raudal turbio de cieno, y espumante de cólera en un trueno, en un fragor de alud». Sin embargo, pese a ese intento de lavar su conciencia y cerrar su obra poética, vendrían nuevas contiendas y nuevos poemas dedicados a éstas.
Publicó en Estados Unidos (1895) y en París (1900) el libro Poesías. De su segunda etapa poética destacan el periodo de Paquito, Nox, A Tirsa, A una araucaria y Claudia e Idilio, entre otras. Sus poemas posteriores a 1901 fueron publicaciones periódicas en el Semanario Literario Ilustrado, Revista Moderna, El Debate, Arte y Letras, El Imparcial.
Su hija Rosa, quien era su consentida por su viva inteligencia, murió a los quince años de edad. A ella la recuerda en Venit hesperus: «El bardo sufre tremenda cuita echando menos la tortolita que al aura oscura se le voló». En ese mismo poema confiesa su sentimiento de soledad y frustración, comparándose con un «sauce de fosa mudo y tranquilo que por impulsos del vendaval, vuelca el agobio, frustra el sigilo, plaga de acentos el sordo asilo, besa con tumbos el polvo igual».
Ya sexagenario, participó en la persecución del bandido «Santanón» Rivera, quien le respetó la vida al poeta por haber sido su ídolo en su juventud. Salvador Díaz Mirón ya entonces se burlaba de sí mismo comparándose con el Quijote y con Cervantes en su poema El ingenioso Hidalgo; «un loco se apercibe a la defensa, y triste la figura se renombra».
El poeta murió el 12 de junio de 1928, en el puerto de Veracruz. Sus restos descansan en la Rotonda de las Personas Ilustres de la ciudad de México. En 1941 se publicaron sus Poesías completas.