Tres caras del amor
Leonardo García Tsao
Con una filmografía demasiado irregular, el director François Ozon nunca me ha parecido una figura sustancial del cine francés. Su más reciente película, Été 85 ( Verano 85) confirma esa impresión con una historia de amor trágico situada en unas vacaciones veraniegas en la costa de Normandía. El adolescente Alexis (Félix Lefebvre) conoce a David (Benjamin Voisin), un seductor joven un poco mayor que él. Arrestado por la policía en la primera secuencia, el primero sugiere el fatal desenlace de la historia.
Ambos se enamoran con pasión, pero la presencia de una chica inglesa (Philippine Velge) precipita el desinterés de David, quien procede a seducirla también. Ozon juega con los tiempos narrativos de manera algo atropellada y engañosa para hacernos creer que Alexis tuvo algo que ver en la muerte de su novio (no estoy estropeando nada, eso se anuncia desde el inicio de la película). Cuando en realidad, lo único que desea es cumplir la promesa de bailar ante la tumba de su enamorado. Los momentos más sinceros de Été 85 suceden cuando Ozon se olvida del lado trágico y recrea en tono rosa la alegría de un juvenil amor gay.
También francesa es Seize printemps ( Dieciséis primaveras), debut en la dirección de Suzanne Lindon, quien es autora del guion, interpreta el papel protagónico y, por si fuera poco, canta la canción tema en los créditos finales. Todo se explica porque la señorita Lindon es hija de los renombrados actores galos Vincent Lindon y Sandrine Kiberlain. Es, pues, una junior del cine francés que uno supone recibió todo tipo de apoyo (entre los agradecimientos figura el nombre de Thiérry Frémaux, el director artístico de Cannes).
Por lo pronto, necesitamos más pruebas de su talento que su desnutrida ópera prima, que gira en torno al primer enamoramiento de una adolescente, Suzanne, de clase media parisina, cuyo objeto del deseo es un vanidoso actor teatral (Arnaud Valois), 20 años mayor que ella. La película tiene un buen momento en que la chica, al sentirse correspondida, improvisa unos pasos de baile en la calle para expresar su joie de vivre. Lástima que Lindon repite el numerito tres veces en que ella y su pareja ensayan sendas coreografías en diferentes contextos.
Mucho más simpática es la película palestina (en coproducción con Francia, Alemania, Portugal y Qatar) Gaza mon amour, segundo largometraje de los hermanos Tarzan y Arab Nasser. En ella, el protagonista es el solitario pescador sesentón Issa (Salim Daw), quien vive en un campo de refugiados en la franja de Gaza y que, por accidente, pesca una estatua griega del dios Apolo adornada por un enorme falo erecto.
Dicho descubrimiento le servirá de fetiche para reanimar su vida amorosa, enfocada a la viuda Siham (Hiam Abbas), quien atiende una tienda de ropa en el mercado donde Issa vende sus pescados. A pesar de su apariencia de comedia ligera, la película no olvida el comentario político sobre la opresión israelí, que se advierte en algunos detalles marginales.
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