Con la novela Los apóstatas, Gonzalo Celorio concluye una trilogía familiar
El autor pretende rendir un homenaje crítico a dos de sus hermanos, cuenta en entrevista
Ericka Montaño Garfias
La Jornada
La imaginación realmente puede llegar donde la inteligencia se detiene como delante de un precipicio, reflexiona el escritor Gonzalo Celorio, quien no sólo tiene una nueva novela, sino el final de una saga familiar que ahora se integra por tres libros. El viaje familiar se inició con Tres lindas cubanas, siguió con El metal y la escoria y ahora llega a puerto con Los apóstatas.
Han sido muchos años los que ha dejado en la escritura de esta saga, publicada por Tusquets, pero que hable de mi familia no tiene necesariamente que ver con la idea de que quiero hacerlo. Parto de la idea de que por diversas circunstancias los miembros de esta familia han desempeñado, como seguramente en las de todos, determinados papeles más o menos significativos en la historia, por ese motivo, y no porque sean mis familiares, son o pueden ser interesantes para la obra literaria, señala el narrador y ensayista en una charla vía Zoom.
Durante la entrevista está en su biblioteca, que se adivina de dos pisos; una ventana da al bosque y otra a la ciudad. Está lejos de la civilización, y desde ahí da clases y entrevistas; además, escribe.
En determinadas circunstancias esta familia ha vivido en varios países, ha padecido exilios y migraciones, ha amasado grandes fortunas, las cuales ha perdido igualmente. Hay historias de religiosidad, de compromiso político, de amores, de desamores, de encuentros y desencuentros, de muertes y de participación política en revoluciones, y todo eso me parece que, más allá de que se trate de mis familiares, es interesante, como si se tratara de cualquier personaje de cualquier novela que no tuviera nada que ver con la autoficción o con novelas con cierta autorreferencialidad.
Historia de dos hermanos
Eso es Los apóstatas, libro en el que narra la historia de sus hermanos Miguel, el mayor, quien tuvo un papel casi de padre para el director de la Academia Mexicana de la Lengua, y Eduardo, el décimo de los hermanos, y el más cercano en edad. Dos hermanos que compartieron la vocación religiosa, que se separaron de ella y vivieron mundos diferentes: el primero terminó con una obsesión por lo satánico y el segundo vivió la lucha contra la dictadura de Somoza en Nicaragua, y ahí sigue viviendo.
Aunque es una obra autorreferencial, hay mucho de ficción; no dudaría ni un segundo de que se trata de una novela. Lo que sucede es que hay novelas con una mayor dosis de ficción; ésta es una con una autorreferencialidad específica.
En las historias que dan forma a Los apóstatas hay muchos elementos de ficción, porque todo lo que no pude investigar lo suplí con imaginación. Acepto el término autoficción, que ahora se usa mucho en términos literarios, aunque a mis alumnos les hablo de una ficcionalidad supletoria; es decir, que aquello que no se puede documentar se invente.
La ficción es parte de la realidad
“Es curioso, porque esa invención de la realidad de manera supletoria acaba por hacer calas más profundas que la realidad que sirvió de punto de partida. La imaginación no es algo que debería considerarse opuesto a la realidad; para mí, es parte de la realidad.
No soy sólo lo que pienso; también soy lo que imagino, lo que recuerdo, lo que invento, lo que anhelo, lo que creo, lo que pienso. También es verdad que la imaginación permite que se conozca la realidad con mayor profundidad. Siempre pongo este ejemplo, porque creo que es contundente: conozco más la realidad rural mexicana a través de la lectura de Juan Rulfo que de todos los tratados historiográficos, sociológicos, demográficos, estadísticos o políticos que se hayan escrito sobre el México del campo y la época cristera; es decir, la imaginación realmente puede llegar adonde la inteligencia se detiene como delante de un precipicio.
La novela cuenta esas dos historias en las que el escritor descubrió también quiénes fueron sus hermanos; entre esos descubrimientos, el abuso sexual que sufrió uno de ellos cuando era niño y después cuando ingresó a una orden religiosa, y el pacto que hicieron escritor y personaje para contar la historia como fue, incluidos nombres y apellidos de los que abusaron de él.
“Quiero creer que esta historia de estos hermanos finalmente logra mi propósito original, que era rendir un homenaje, un homenaje crítico; claro, no hay amor que no sea crítico. Quería rendir un homenaje a mi hermano Miguel, porque le debo tener esta biblioteca, el gusto por la literatura, por la cultura, y a mi hermano Eduardo, porque tuvo una coherencia impresionante al irse a hacer la guerra, permanecer en Nicaragua y en condiciones ahora muy adversas, con una revolución que a todas luces ha fracasado en sus ideales originales.
Prevalece este sentido de homenaje y reconocimiento a dos figuras importantes en mi vida, uno por su ascendencia cuasipaternal y el otro por ser prácticamente de mi edad y generación, con quien compartí los mismos valores, ideales y aspiraciones políticas.
Los apóstatas se presentó el viernes pasado en la página de Facebook de editorial Planeta.