Dos conciertos desde lejos. Tres palabra de terror: «virtual, en línea y a distancia»

Otros dos conciertos desde allá lejos

Juan Arturo Brennan

El primero, formado por siete músicas a golpes. ¿Cuáles? Éstas:

1.- Music for pieces of wood (Música para trozos de madera), de Steve Reich. Sabrosa e hipnótica música repetitiva en la que las distintas maderas, resonancias y timbres llegan a dar la impresión de motivos melódicos que, estrictamente, no están ahí.

2.- Metro Chabacano, de Javier Álvarez. Luminosa obra original para cuarteto de cuerdas que, tocada a cuatro marimbas, es igualmente efectiva y que contiene, también, interesantes elementos de repetición.

3.- ¿Sabe cómo é?, de Leopoldo Novoa. Extrovertida pieza para un curioso ensamble de cuatro guacharacas con adición de marimbol e interpolaciones vocales, que produce la impresión de un interesante tropicalismo posmoderno.

4.- Soundscape No. 1 (Paisaje sonoro No. 1), de Raúl Tudón, obra en la que la percusión es abordada no por su valor en ritmos y acentos, sino en colores y texturas. Crótalos y vibráfonos frotados, cuencos, macetas, gongs, glockenspiel, marimba (indispensable tratándose de música de Tudón), crean un ámbito acústico lleno de sutilezas y posibilidades de evocación.

5.- Hematofonía, de Héctor Infanzón. Auténtica música del cuerpo, sin instrumento alguno, pero con coreografía, un poco de scat, un mucho de onomatopeya y otro tanto de juego.

6.- Musique de table (Música de mesa), de Thierry de Mey, ya un clásico del teatro musical sencillo pero eficaz, de alto rendimiento escénico y musical logrado con recursos mínimos: seis manos, una mesa y una buena dosis de sentido del humor.

7.- Tambuco por bulerías, de Miguel González. Rico injerto transcultural que conecta el cajón peruano (cuatro de ellos) con este extrovertido palo de la tradición del flamenco, cuya estilización va de la mano con la conservación de los gestos originales. Todo, tocado con su maestría habitual por el cuarteto de percusiones Tambuco, en un videoconcierto grabado (y bien grabado, hay que decirlo) en su tambucueva veracruzana, en Briones, con una producción de video bien lograda en el manejo de los ángulos de cámara y una iluminación con buen sentido dramático. Este concierto debió realizarse en vivo, en Portland, para la asociación Friends of Chamber Music, pero…

El segundo concierto lejano, con la presencia del Ensamble del Cepromusic y la dirección de José Luis Castillo, transmitido en vivo desde un vacío y enmascarado Auditorio Blas Galindo del Cenart. Como parte de un saludable programa de encargos a compositoras mexicanas, se realiza el estreno absoluto de Vientos alisios, de Valeria Jonard. La pieza, para seis cuerdas, percusión, flauta y piano, es un sobrio estudio en texturas, colores y dinámicas en cuyo desarrollo me pareció percibir elementos de lo aleatorio.

Cabalmente aleatorio es, en cambio, el planteamiento de la obra Plus-Minus, de Karlheinz Stockhausen, interpretada por vez primera en México durante esta sesión. Aquí, un ensamble más numeroso (16 músicos), diversificado y espacializado, con cuerdas, maderas, metales, percusiones y piano. Más allá de la evidente dificultad de seguir los parámetros constructivos de esta compleja obra, el oyente puede percibir una curiosa combinación de gestos sonoros de ayer y hoy, y puede entender que esta forma de aleatoriedad no desemboca en eso que llaman caos controlado, porque nada hay de caótico en esta partitura de Stockhausen. También es libre la elección de la dotación, que en este caso ha producido un episodio especialmente rico en la combinación de piano, vibráfono y marimba. En el trayecto de Plus-Minus se aprecia asimismo un dialéctico contraste entre la escritura angular, disjunta, y un discurso que por momentos es más fluido. ¿Percibí correctamente que José Luis Castillo tenía un cronómetro en su atril?

Hasta aquí esta apretada reseña de dos buenos conciertos de música contemporánea, a cargo de dos ensambles mexicanos de primer nivel. La redacción de estas líneas me lleva a reflexionar que, a estas alturas, hay tres palabras que me provocan igual terror que virus, pandemia y contagio; ellas son virtual, en línea y a distancia. Dicho de otra manera, y parafraseando a mi amigo y colega Leonardo García Tsao: ya estoy harto de mirar y escuchar música en la pantalla.

 

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