«Yo soy Greta»
Todos saben quién es Greta Thunberg, la chica combativa que un día se fue de pinta para protestar ella sola, con un cartel improvisado, fuera del Parlamento sueco contra el descuido político del cambio climático.
«Yo soy Greta»»Yo soy Greta».
Por Javier Betancourt
(Proceso).-
Al igual que su título, Yo soy Greta (I am Greta, Suecia, 2019) es un documental directo: Todos saben quién es Greta Thunberg, la chica combativa que un día se fue de pinta para protestar ella sola, con un cartel improvisado, fuera del Parlamento sueco contra el descuido político del cambio climático. De ahí brincó a la fama y se enfrentó contra los dinosaurios del poder, que niegan el impacto ecológico del uso voraz de la tecnología.
Nathan Grossman, director del documental, estuvo allí desde el principio, en ese momento mítico cuando explotó la semilla llamada Greta; conocido de la familia, captó desde antes el coraje de la chica, y luego las reacciones de la gente que la miraba con curiosidad o la franca desaprobación de “mejor deberías estar en la escuela”. ¿Habría sido guiado por la intuición del impacto que tendría la determinación y alcance de la brillante pero desadaptada muchacha, o mera curiosidad?
El documental abre en una situación muy dramática en la vida de Greta, convertida ya en estrella del rescate climático, aislada en medio del Atlántico en un velero fabricado con fibra de carbón, porque ella nunca viaja en avión para no contaminar; se dirige a Nueva York para asistir a un debate en la ONU. A las imágenes de incendios y catástrofes ecológicas, siguen secuencias que buscan armar un retrato auténtico de la Greta Thunberg bendecida por el presidente Emmanuel Macron y por Arnold Schwarzenegger, en su camino a convertirse en la Juana de Arco de la guerra contra la destrucción del medio ambiente; o vituperada por el ojalá salido Trump o por el procaz Bolsonaro.
Aunque poco aporte a lo que el público ya sabe a través de medios y redes sociales sobre esta niña prodigio, Yo soy Greta queda como el registro auténtico, casi experimento de laboratorio, de la voz de esta nueva generación de jóvenes furiosos contra aquellos que heredan un planeta al borde del colapso. Greta es una de tantos jóvenes aterrados por el futuro, dispuestos a pelear, convencidos de que los momentos virales de fama van a transformar el mundo. Concentrado por completo en la personalidad de Greta, el documental falla en la exploración de las voces y personalidades de otros jóvenes.
Pocos ignoran la historia personal de esta adolescente sueca tocada por el síndrome de Asperger y posiblemente con trastornos alimenticios, brillante en la escuela pero desadaptada en el ambiente social, sin amigos de su edad, apoyada incondicionalmente por su padre, Svante, quien la acompaña por mar y tierra en sus campañas en la Unión Europea o en Londres. Grossman propone el retrato de una joven que en el fondo quisiera ser normal, estar con su familia, vivir con horarios regulares.
En realidad, la novela y la película sobre Greta Thunberg están por hacerse; con la crisis del coronavirus todo se ha precipitado, formas de transporte, relaciones, impacto económico, todo colapsa o se vuelve obsoleto. ¿Se convertirá Greta en una dirigente a cargo de los cambios que propone?, ¿o sólo habrá sido la Casandra de la tragedia ecológica?