Escribir es resistir: Brevirus, una antología literaria global

Escribir es resistir: Brevirus, una antología literaria global

– Esther Andradi –

La Jornada Semanal

No es la primera vez que la escritora Lilian Elphick (Santiago de Chile, 1959) convoca a una antología desde su revista virtual ‘Brevilla’, pero esta vez las circunstancias eran excepcionales. El confinamiento frente a la amenaza de un virus desconocido generó y genera angustias, resistencias y las más diversas reacciones. La convocatoria movilizó todo el ámbito de las letras en español. Escritos desde la conmoción, la perplejidad, el miedo, la búsqueda, la irritación y la esperanza, se congregaron a lo largo de semanas.

El 20 de junio, fecha bisagra del planeta que anuncia la llegada del solsticio de invierno en el hemisferio sur y el solsticio de verano en el norte, Brevirus vio la luz: 348 páginas reúnen microrrelatos, aforismos y haikús creados por 278 escritoras y escritores de veintidós países, desde Nueva Zelandia a Marruecos, de Europa y las tres Américas.

 

Un equipo de editores de diferentes países se dio a la tarea de selección: Alejandro Bentivoglio (Argentina), Eliana Soza (Bolivia), José Manuel Ortiz s. (México), Geraudí González (Venezuela), Guillermo Bustamante, Geraudí González y Cristian Garzón (Colombia), Sergio Astorga (Portugal y Brasil), Jorge Etcheverry (Canadá, Estados Unidos), Alberto Sánchez Argüello (Nicaragua), Lluís Talavera (España) y Rony Vázquez (Perú).

Lilian Elphick escribe: “Que decenas de minificcionistas hayan tenido el aplomo y la valentía de escribir en tiempos de pandemia y caos social, me parece una hazaña y una forma de decir: ‘Aquí estamos, vivos/as y creativos/as’.” Y manifiesta su emoción por la presencia de los dos más jóvenes: José Zenteno Aguilar (México, 2001) y César Zetino Peñaloza (México, 2000). En esta entrevista, Elphick cuenta detalles acerca de Brevirus, documento urgente sobre esta marca que inscribe un ser “ni vivo ni muerto” en la experiencia de la especie humana.

 

–¿Recuerdas el momento en que pensaste cómo formular desde la microficción esta situación que estamos viviendo, o fue un proceso?

–Hacer una antología de minificción se me ocurrió en marzo, cuando nadie sabía a ciencia cierta a qué nos estábamos enfrentando, pero nos ponía los pelos de punta. Yo tenía un estrés muy grande porque la cuarentena y el cierre de fronteras me impidió ver a mi familia; una parte en Toronto, Canadá; y la otra en la región de Valparaíso, Chile. El único modo de encauzar esa incertidumbre y miedo fue concentrarme en algo que valiera la pena no sólo para mí, sino para todos/as. La temática caía de cajón: confinamiento y psicosis colectiva. No quise nombrar explícitamente al Covid-19. Como otras antologías de la revista Brevilla, la propuesta tuvo muy buena acogida en las redes sociales. Sometí el título de la antología a votación democrática, donde se propusieron nombres y finalmente mi voto fue para Brevirus, porque aúna el nombre de la revista y la problemática que nos aqueja.

 

–¿Qué expectativas tenías cuando hiciste la convocatoria? No era la primera vez para Brevilla, pero este es un momento muy especial.

–Efectivamente, era y sigue siendo una circunstancia horrorosa, no por el virus mismo sino porque con éste afloraron con más fuerza antiguas y conocidas instancias destructoras, como el mercado negro, saqueos, el racismo y clasismo, desigualdad, hambre y violencia de todo tipo. La cosa estaba (está) muy mala y yo llegué a pensar que la antología no “prendería”, pero prendió y con una fuerza titánica. Debo señalar que el esfuerzo Brevirus no sólo fue mío, sino de un grupo de escritoras y escritores, amigos y amigas del libro y la lectura y, en especial, de la minificción. Nunca terminaré de agradecer la labor de recopilación de los textos recibidos por parte de los/as compiladores/as y editores/as. Y al escritor y profesor Camilo Montecinos, quien me ayudó con la edición general. Asimismo, valoro la colaboración técnica del escritor e informático español Lluís Talavera.

 

–¿Cómo resuelves esa tensión entre editora/escritora? ¿O no existe tal tensión y todo fluye como sientes que debe ser?

–No tengo ningún problema con ser escritora y editora. He difundido literatura desde los años noventa aproximadamente, participando y organizando congresos, encuentros, foros, charlas, etcétera. Desde 2003 hasta 2015 fui editora, junto al escritor Miguel de Loyola, del portal Letras de Chile. Con orgullo destaco que la web Letras de Chile fue una de las primeras páginas chilenas en difundir minificción de modo constante a partir del año 2000, si mal no recuerdo. Creo firmemente que la labor del escritor/a no se reduce sólo a generar obras propias, desde el trono de la arrogancia, sino que es su deber difundir y promover el libro y la lectura. Y digo “deber” porque no concibo otro modo de hacer literatura: un sistema dialéctico de comunión entre escritores/as y lectores/as.

 

–La pandemia, las condiciones de aislamiento, la falta de contacto físico y las restricciones que implica, ¿en qué medida influyeron o modificaron tu proceso creativo?

–Frente a la posibilidad de la muerte no queda otra sino sacar fuerzas de flaqueza. Confinamientos ha habido siempre en la historia de la humanidad. No puedo evitar recordar a Ana Frank y su familia escondidos en un anexo secreto de una casa durante dos años, hasta que los descubrieron y llevaron a los campos de exterminio de las ss. Edith, Ana y Margot Frank murieron en aquellos barracones del horror. Entonces yo, que estoy en mi casa escribiendo esto, no me puedo quejar, cuando hay otras Anas desterradas y perseguidas, pasando hambre y muriendo de Covid-19 o cualquier otro virus. La llamada “normalidad” es una falacia. Si salimos de esta peste, ya nada será igual ni para bien ni para mal. Seguiré escribiendo y difundiendo literatura. Ahí está mi resistencia y la de muchos/as.

 

 

 

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