Mensaje de Navidad del 2020
Despue?s de habernos preparado durante el tiempo del Adviento, estamos por celebrar las fiestas del Nacimiento de nuestro Salvador. Sin embargo, se corre el riesgo de reducir la importancia de estas fiestas, las ma?s importantes de nuestro an?o solo despue?s de las de la Pascua. Es posible que algunos lleguen a pensar que se trata “del cumplean?os de Jesu?s”; pero esto significari?a reducir el sentido y valor de este acontecimiento de salvacio?n de Dios por nosotros. En efecto, en la Iglesia nunca se celebra algo que le haya acontecido a Jesu?s; celebramos siempre los acontecimientos a trave?s de los cuales Dios Padre por medio de Cristo, lleno del Espi?ritu Santo, realiza en favor nuestro el plan de salvacio?n que teni?a previsto desde el inicio de los tiempos.
Por una parte, pues, la Navidad celebra el inicio de nuestra redencio?n. El objetivo de la fiesta naviden?a es la celebracio?n del Misterio de la Redencio?n, que tiene en la Pascua su punto culminante: solo si en verdad el Hijo de Dios se hizo ser humano como nosotros podemos estar seguros de que verdaderamente nos ha salvado con su muerte y resurreccio?n, abrie?ndonos el camino hacia el Padre. Por eso, de cierta manera, la Navidad es la Pascua anticipada: Jesu?s nace para mostrarnos el grande amor de Dios que nos entrega a su Hijo u?nico, y de este Hijo que nos muestra que no hay amor mayor que el dar la vida por sus amigos. Asi?, la Eucaristi?a, especialmente celebrada en este Tiempo, es memorial del Nacimiento del Sen?or, de su Pasio?n, Muerte, Resurreccio?n y Ascensio?n, hasta su vuelta al final de los tiempos; se trata de la presencia viva de aquel que “por nosotros, los hombres, y por nuestra salvacio?n, bajo? del cielo”, el mismo que “de nuevo vendra? con gloria para juzgar a vivos y muertos”, que es el mismo que aseguro? “yo estoy con ustedes todos los di?as hasta el fin del mundo”.
Por otra parte, la Navidad celebra la manifestacio?n de la gloria de Dios que resplandece en Cristo. Se trata igualmente de un tema eminentemente Pascual: el esplendor de la gloria del Padre se refleja plenamente en Cristo Resucitado. La Encarnacio?n redentora no solo es manifestacio?n, sino tambie?n esta gloria que se ofrece a los creyentes; la liturgia de la Navidad subraya su presencia y actuacio?n en el hoy de nuestra historia.
La Navidad celebra tambie?n las bodas del Hijo de Dios con la humanidad. Los Profetas prepararon y Juan Bautista anuncio? a Cristo Esposo de la humanidad y de la Iglesia; el mismo Jesu?s, ma?s tarde, se definio? a si? mismo como el “Esposo” (cf. Mc 2,19). Con este ti?tulo nupcial, el Sen?or revela la realidad ma?s profunda de su hacerse hombre: la gran alegri?a del amor del Esposo que se ofrece sin li?mites. La Iglesia, asimismo, es llamada Esposa de Cristo porque representa el te?rmino ma?s i?ntimo de su amor salvi?fico, que san Pablo interpreta con ima?genes del amor conyugal (cf. Ef 5, 25-33).
Igualmente, la Navidad es la fiesta de la “nueva creacio?n”. Asi? como a trave?s de la Palabra de Dios florecio? la “primera creacio?n”, por obra de la misma Palabra se da la “nueva creacio?n”: el hombre asume la condicio?n de hijo de Dios y se realiza en plenitud el plan que Dios teni?a para el ser humano desde la creacio?n del mundo.
Finalmente, la Navidad es memorial de la maternidad virginal de Mari?a, “Hija de Sion”. En Mari?a se realiza la promesa del nacimiento de un pueblo nuevo, del resto fiel, de quien Cristo es Cabeza y nosotros sus miembros. Por eso, Mari?a no solo es Madre de Cristo, sino tambie?n nuestra (cf. LG 53). La oracio?n despue?s de la comunio?n de la solemnidad de Santa Mari?a, Madre de Dios afirma que en ella veneramos a la “Madre de Cristo y de toda la Iglesia”.
Este tiempo de Navidad, vivido tambie?n en medio de las dificultades y adversidades que la emergencia sanitaria por COVID-19 y lo que esta ha conllevado, lejos de hacernos perder la alegri?a de celebrar estos di?as, es la ocasio?n muy especial para descubrir ese mismo plan de Dios que se sigue realizando en este hoy muy concreto que vivimos: el mismo Sen?or que nacio? mostra?ndonos el rostro misericordioso del Padre, es el mismo que hoy tambie?n “viene a nuestro encuentro en cada persona y en cada acontecimiento, para que lo recibamos en la fe”. De hecho, en medio de esta pandemia, Dios se nos esta? manifestando y nos esta? salvando: recordemos la labor del personal me?dico y de salud, el acompan?amiento de sacerdotes y tantos miembros de la Iglesia no solo a enfermos, sino a cuantos se han visto afectados especialmente en este an?o, entre tantas otras que no acabari?amos de citar. Esta Navidad nos permite experimentar la nueva creacio?n, que se hace realidad si nos dejamos transformar por el Sen?or en nuestro modo de vivir y utilizar los dones que pone a nuestra disposicio?n; efectivamente podemos verdadera y radicalmente transformar nuestro mundo, y lo apreciamos cuando la vida resurgio? en tantos lugares durante estos meses. Esta Navidad, como lo hemos celebrado hace poco en la fiesta de Santa Mari?a de Guadalupe, es tambie?n la grande ocasio?n para experimentar su amorosa intercesio?n que nos lleva a contemplar el plan de salvacio?n que Dios esta? realizando hoy para nosotros, y se convierte tambie?n en la ocasio?n para que correspondamos con una vida renovada al don que nos ha hecho para ser sus hijos. Es, por lo tanto, la oportunidad para que no solo los pequen?os, sino todos, redescubramos que el Sen?or llena de “regalos”, cada di?a, nuestra existencia: papa?, mama?, hermano, hermana, hija, hijo, esposa, esposo, otras tantas personas, cosas, acontecimientos, cualidades, capacidades, oportunidades, situaciones…
Que las celebraciones de estas fiestas de la Natividad del Sen?or, especialmente en la sagrada Liturgia, “fuente y cumbre de la vida cristiana”, nos permitan experimentar la actualidad de esta obra tan grande el amor de Dios que se dona totalmente por nosotros.