Bemol sostenido
– Bemol sostenido
La Jornada Semanal
Arvo Pärt, 85 y tintineante
Decidimos detenernos cuando la lista se hizo demasiado larga; cuando esta columna se convertía en obituario, en esquela funeraria. No repetiremos los muchos nombres caídos ante el virus. De cara a un abismo diferente y otra vez desde el encierro (por favor quédese en casa, lectora, lector), celebramos hoy a quien cumpliera un ciclo largo burlándose de la muerte y sus jinetes, dando esperanza al año que se acaba.
El enorme Arvo Pärt logró ochenta y cinco traslados alrededor del sol en septiembre pasado. Desde entonces esperábamos el momento de abrazarlo con palabras. Lo postergamos porque sabríamos que sería complejo transmitir su magia. ¿Lo conoce? No partiremos de sobreentendidos. Cada vez se habla menos de él, aunque se trate de uno de los más grandes compositores del último siglo. Las razones de su importancia son comprensibles. Abocado a una sacralidad que se inscribe en el reduccionismo minimal, su obra ofrece ventanas entre la introspección y la noche más estrellada. Es conmovedora.
Sí. Lo diremos con todas sus letras pese a ser uno de los más terribles clichés: la suya es música que acaricia al alma. Hablamos de composiciones que guardan una bellísima relación entre la lentitud, la poca densidad armónica y la sutileza melódica. De voces –humanas o instrumentales– que cumplen con grandes premisas un bloque indivisible. De tesis que abarcan amplios rangos con pequeñas expresiones de materia.
Escuchando a Arvo Pärt el oído se humedece con múltiples fenómenos cuidadosamente trabajados. Lo mejor es que no le importa ni se atribula. No atiende a ellos con el deseo de comprensión, pues las fantasías de su autor no pretenden aplausos ni llamar la atención. La suya es una humildad que madura sin caer del árbol, pero que se sostiene con un rigor a prueba de todo. Suceden así juegos de espejos, frases palindromáticas, permutaciones de motivos simples, evasión de funciones armónicas, serialismos, expresiones matemáticas que sin entrar en laberintos se vuelven sofisticadas a base de repeticiones y combinaciones extremas. Todo mientras nos decimos: pero qué hermoso suena eso; mientras alguien pregunta (siempre alguien lo hace): ¿quién es el autor de algo tan bonito?
Yendo más a fondo, podríamos explicar un poco el concepto tintinnibular (tintineante). Es una técnica creada por Pärt a finales de los setenta y que consiste en usar notas de una escala, intercalando sus voces con las de arpegios triádicos. Sabemos que esto suena muy técnico, pero hace referencia a elementos simples que entrelazó con gran maestría y sensibilidad a lo largo de sus obras. Ejemplo es la pieza Fratres (Hermanos). Hoy incluso podemos escucharla mientras observamos los movimientos “tintineantes” que varios expertos han animado en internet.
Llegados a este punto, pareciera que el compositor pudo ejercer su talento y genio en forma libre. Pero no. Sus ideales estéticos incomodaron a la Unión Soviética que ocupaba Estonia tras la derrota de Alemania en la segunda guerra mundial. La historia de ese territorio es de las más complejas de Europa debido a su posición geográfica, al norte, en el mar Báltico. Se les ha acusado de traidores por apoyar a los Nazis. Vivieron bajo el yugo de Stalin. Han sido hermanos de Finlandia. De alguna manera, imaginando demasiado, la música de Arvo Pärt parecería invocar la paz que conociera lejos de casa, estudiando repertorios medievales y religiosos.
De Estonia a Viena y de allí a Berlín, el músico obtuvo la nacionalidad austríaca y pudo desarrollar su voz para alcanzar una fama inusual fincada en la belleza, claro, pero también en la cantidad de películas que lo han requerido. De Los amantes del puente nuevo a los Avengers pasando por el Japón, de Reygadas, Arvo Pärt ha sido uno de los favoritos para suplantar diálogos o subrayar ambientes en la gran pantalla.
Dicho eso, nadie mejor que él para cerrar un año herido y comenzar otro buscando luz. Lo dijimos. Durante 2020 muchos perdieron la vida. Hoy los honramos recomendando música que va más allá de la música, y de las palabras. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos l