Pandemia y desigualdad: 3 viñetas
Jorge Eduardo Navarrete
Con el extraordinario repunte en el número de contagios de Covid-19 a finales de 2020, impulsado por una variante del virus SARS-CoV-2 identificada inicialmente en Inglaterra, la atención de los analistas de la dimensión social de la pandemia se concentró en las relaciones entre las manifestaciones del flagelo y las condiciones de desigualdad económica y social prevalecientes en las poblaciones afectadas.
Desde el otoño, Joseph Stiglitz advirtió que “Covid-19 no es una dolencia que ofrezca igualdad de oportunidades: ha afectado en mayor medida a las personas con deficiencias de salud y a aquéllas cuya vida cotidiana las obliga al contacto con otras. Esto supone que afecta desproporcionadamente a los pobres, en especial en los países pobres…”. Con brevedad y precisión, examina varios tópicos: las diferentes políticas de contención indirecta de la pandemia y su efectividad.
Sitúa a los países en una gradación cuyo punto más positivo lo ocupa Nueva Zelanda y el extremo opuesto corresponde a EU (sin ignorar desde luego diferencias evidentes de dimensión y grado de conectividad internacional). Examina las políticas económicas y sociales con insuficiencias reveladas por la pandemia y alude al alcance de las reformas y nuevas orientaciones que las mismas exigen: “… se requiere de políticas monetarias que otorguen mayor importancia al aseguramiento del empleo pleno en todos los grupos, y no sólo al control de la inflación”.
Hacia el final de su ensayo, Stiglitz ofrece una conclusión que ahora, al haberse abierto la disponibilidad –selectiva y limitada– de vacunas, adquiere mayor relevancia: la pandemia no será controlada hasta que se la controle en todas partes y el impacto recesivo en la economía no podrá superarse mientras no se consolide una recuperación global robusta. Se trata, entonces, tanto de un asunto de interés propio como de una preocupación humanitaria, el que las economías avanzadas proporcionen la asistencia que requieren las que están en desarrollo y las emergentes. Sin ella, la pandemia global persisitirá por más tiempo, se agudizarán las desigualdades y habrá divergencias globales ( Conquering the great divide, Finance & Development, septiembre de 2020.)
Otro premio Nobel de Economía, Angus Deaton (en coautoría con Anne Case), publicó, casi al final del año, un ensayo que, aunque restringido al caso de EU, alude a preocupaciones similares. Para Deaton, el elemento perpetuador y amplificador de las desigualdades económicas y sociales es sobre todo la disparidad educacional, por lo cual, para fines de análisis, divide a los estadunidenses en dos grupos: los que nunca obtuvieron un grado tras cuatro años de college y los que alcanzaron ése o grados más elevados (menos de un tercio de la población).
Destaca que los efectos sociales de la pandemia, desde el inicio, han seguido esa línea divisoria: muchos profesionales educados han podido trabajar desde casa y protegerse ellos y sus ingresos, en tanto que los empleados en servicios y en la actividad mercantil han perdido el empleo o enfrentan mayor riesgo ocupacional. Cuando al final se hagan las cuentas, es difícil dudar que los decesos y las pérdidas de ingresos y riqueza seguirán el trazo de la misma falla.
Casi entre paréntesis, Deaton alude al tan publicitado auge de los mercados de valores: “la proporción del ingreso nacional que remunera al trabajo ha seguido –y así continuará– una larga tendencia declinante, que se refleja en los valores máximos alcanzados por las cotizaciones bursátiles. El auge de las bolsas durante la pandemia apunta, una vez más, al alza de las utilidades esperadas (no a la del ingreso nacional); los precios de las títulos bursátiles aumentan cuando se contrae la proporción del ingreso que corresponde a los trabajadores” ( Living and Dying in America in 2012, Project Syndicate, 28/12/20).
Una visión amplia de las consecuencias de la pandemia sobre la desigualdad económica y social apareció el penúltimo día del año en la prensa británica. Resume las más importantes en cinco señalamientos: 1. Los trabajadores pobres se han hecho más pobres. Desde un nivel de 800 millones de pobres extremos (ingreso <1.90 dólares al día), se esperaba su caída hasta algo menos de 600 millones al cierre de 2020. Ahora se prevé que la reducción los deje en 680 millones o incluso en 720 en caso de otros rebrotes, 2. Continúa el aumento de la desigualdad entre países. Los avanzados han ofrecido apoyos a la economía y el empleo por más de 8 por ciento del PIB: más del doble de las economías emergentes y el cuadruple de las que están en desarrollo, 3. La brecha generacional empeora. En la mayoría de las naciones, los jóvenes han sido los más afectados en su perspectiva económica, 4. Los trabajadores formales bien establecidos no han salido de su zona de confort. En varios países avanzados su tasa de ahorro se duplicó en 2020 y 5. Los ricos enriquecieron más. “La riqueza combinada de Jeff Bezos (Amazon), Elon Musk (Tesla) y Zhon Shanshan (biológicos) aumentó 275 mil millones de dólares en 2020. ( How the pandemic is worsening inequality, Financial Times, 30/12/20).