Vacunas: adiós a los patentes
John M. Ackerman
El desarrollo y la fabricación de las vacunas contra el coronavirus ha contado con un amplio apoyo estatal.
La comunidad internacional está fallando gravemente a la humanidad. Ni un solo país o empresa fabricante de vacunas se ha comprometido a compartir sus descubrimientos científicos de manera libre y gratuita con el mundo por medio de la plataforma establecida el año pasado por la Organización Mundial de Salud (OMS) (véase: https://bit.ly/3adimri). De la misma manera, existe una férrea oposición de parte de los países más ricos a la propuesta de India y Sudáfrica para suspender las regulaciones de la Organización Mundial de Comercio (OMC) en materia de patentes internacionales con el fin de permitir a los países más pobres fabricar sus propias versiones de las vacunas ya aprobadas (véase: https://bit.ly/3otRNDy).
Los patentes existen con el fin de estimular la inversión y la innovación a favor de nuevos descubrimientos científicos. Constituyen incentivos a aquellas empresas e investigadores que corren el riesgo de invertir grandes cantidades de recursos sin la garantía de tener un resultado favorable rentable en el mercado. A cambio de su inversión y creatividad, los creadores de nuevas invenciones tienen el derecho de gozar durante un tiempo determinado de un control monopólico sobre el nuevo conocimiento.
Sin embargo, cuando se trata de una emergencia sanitaria global, donde además el financiamiento proviene sobre todo de las arcas públicas, se justifica plenamente cambiar las reglas del juego capitalista mundial. La pandemia del Covid—19 constituye una crisis de la humanidad y su solución debe ser abordada de manera colectiva por todas las naciones, sin ningún fin de lucro y evitando cualquier utilización política o nacionalista.
El desarrollo y la fabricación de las vacunas ha contado con un amplio apoyo estatal. La organización internacional Médicos sin Fronteras ha estimado que los gobiernos del mundo han invertido ya más de 12 mil millones de dólares en el desarrollo de seis de las vacunas más importantes (véase: https://bit.ly/2YtflxK). Pero en realidad la cifra es mucho mayor si contabilizamos de manera integral las enormes inversiones públicas realizadas por los gobiernos de Rusia y de China. También debemos agregar en el rubro de financiamiento público las docenas de miles de millones de dólares en acuerdos de compra anticipada ya firmados por diferentes gobiernos con empresas farmaceúticas diversas (véase: https://bit.ly/3crzqwt).
Es un verdadero crimen contra la humanidad que desde ahora no estén disponibles de manera totalmente transparente las fórmulas completas y las indicaciones técnicas para la fabricación de las vacunas ya validadas. Con enorme cinismo, las empresas farmacéuticas buscan lucrar con descubrimientos que fueron financiados en gran parte por subvenciones estatales. Por su parte, los gobiernos ricos prefieren donar vacunas a compartir el conocimiento necesario para su fabricación local, obligando a los países del sur a rogar limosnas en lugar de invertir en la generación de su propia infraestructura soberana.
Los analistas internacionales estiman que, si seguimos por este camino, para finales de 2021 un 75% de la población de los países más ricos habrá sido vacunada mientras solamente 25% en los países más pobres. De esta manera se ensancharía de manera drástica la enorme brecha de desigualdad que ya existe entre el norte y el sur global. Así, en diciembre de 2021 los países del norte ya estarían de regreso a la “normalidad” a partir de alcanzar la “inmunidad de rebaño”, mientras los países del sur seguiríamos perdiendo miles de vidas diarias frente a la avaricia de las empresas transnacionales y el patrioterismo de las viejas naciones coloniales.
La razón por la que México hoy todavía no cuenta con suficientes vacunas para cubrir toda la población no es entonces porque no hayamos invertido suficientes recursos en la materia sino por la enorme mezquindad de quienes hoy son dueños de los patentes internacionales de las nuevas vacunas.
El gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha hecho lo necesario. El importante acuerdo con la empresa AstraZeneca nos permitirá fabricar esta vacuna en México. Y las excelentes relaciones del gobierno mexicano con la más amplia variedad de aliados internacionales está facilitando la llegada de millones de vacunas fabricadas en Estados Unidos, Inglaterra, Europa, China y Rusia. Adicionalmente, nuestra participación en el sistema internacional COVAX, promovido por la OMS, permitirá la compra descontada de otros millones de vacunas para la población mexicana durante 2021.
Sin embargo, una verdadera solución a un problema de las proporciones históricas y globales de la pandemia actual solamente puede surgir de la acción conjunta de los pueblos del mundo. México logrará cubrir las necesidades de vacunación de su población a partir de sus importantes acuerdos bilaterales. Pero no servirá de mucho si las otras naciones del mundo se quedan fuera.
Las nuevas cepas de Covid encontradas recientemente en Inglaterra, Sudáfica y Brasil demuestran que si no se logra abatir al virus en el mundo entero nadie estará a salvo. El cierre de fronteras solamente sirve de manera temporal. De ninguna manera puede ser una estrategia efectiva a largo plazo ya que los impactos económicos serían simplemente insoportables. Ningún país es una isla en términos económicos y tarde o temprano un nuevo brote local en cualquier parte del planeta llegará al mundo entero.
Ya es hora de que los supuestos expertos en salud pública de la oposición dejen de lado su obsesión con López Obrador y mejor unan sus voces con otras al nivel global que ya reclaman acción inmediata tanto a las farmaceúticas internacionales como a los gobiernos de los países ricos para que compartan sus descubrimientos científicos antes de que su mezquindad cause millones de muertos y alargue innecesariamente la pandemia durante años al nivel global.
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