Las grandes damas de la ciencia ficción recuperan por fin su trono
Imagina que entras en una librería cualquiera, te encaminas hacia su sección de fantasía, ciencia ficción y terror –suele estar al fondo a la izquierda, detrás de una columna o junto a la puerta del almacén– y revuelves entre las estanterías, buscando un título en concreto sin éxito. ¡Qué raro! Así que te acercas a algún librero y le pides por favor Crónicas marcianas, de Ray Bradbury, o Sueñan los androides con ovejas eléctricas (aka Blade Runner), de Philip K. Dick, o Yo, robot, de Isaac Asimov; entonces, el librero te responde: “No lo tengo”. Y no, no es que se le haya agotado, no lo puede pedir a la editorial ni buscártelo en otra tienda: es que no existe ninguna edición viva en el mercado editorial español de ese gran clásico de la literatura de ciencia ficción.
Impensable, ¿verdad? Pues hasta hace bien poco esto era lo que ocurría con las novelas de la escritora estadounidense Ursula K. Le Guin (1929-2018). Podías leer El señor de los anillos de J. R. R. Tolkien en todas las ediciones que se te antojaran: de bolsillo, ilustradas, de lujo con títulos en letras doradas… Pero ¡ay de ti si querías hincarle el diente a los magos de Terramar! La saga de épica maravillosa firmada por Le Guin era más difícil de encontrar que un unicornio, o mejor, que uno de esos dragones que tanto le gustaban a ella.
¿Dónde se ha metido Ursula?
Un día me topé con un artículo de la revista Vogue titulado El misterio de Ursula K. Le Guin, la autora best seller que desapareció de las librerías españolas. El texto apuntaba que prácticamente toda la obra de esta autora traducida al español se encontraba descatalogada, y yo, que había empezado a leerla hacía relativamente poco gracias al magnífico libro de ensayos Contar es escuchar (Círculo de Tiza, 2018), decidí comprobarlo. Me pasé unas cuantas horas buceando en webs de editoriales y librerías y, efectivamente, a fecha de marzo de 2020 la narrativa de Ursula K. Le Guin era imposible de encontrar salvo en bibliotecas y mercado de segunda mano, con precios de tres cifras por ejemplar. Un despropósito incomprensible que, afortunadamente, estaba a punto de ser corregido.
Desde el pasado otoño, el sello especializado en literatura de género Minotauro –perteneciente al grupo Planeta, y que es quien posee los derechos de la mayor parte de la narrativa en español de Ursula K. Le Guin– ha empezado a reeditar sus obras a un ritmo vertiginoso, prácticamente a un título o dos por mes. En su colección Esenciales se han incluido sus novelas más conocidas y multipremiadas: La mano izquierda de la oscuridad, Los desposeídos, Lavinia y El nombre del mundo es bosque. Además, ahora la escritora ostenta su propia “biblioteca de autor” en Minotauro, prestigio del que ya gozaban Ray Bradbury o Philip K. Dick. Esta nueva colección recoge obras menos conocidas, como Cuatro caminos hacia el perdón o El cumpleaños del mundo, publicadas en pequeño formato y a precio de bolsillo.
Ursula K. Le Guin ha pasado a convertirse en el buque insignia que siempre debería haber sido dentro de Minotauro. Sin embargo, en el momento de arrancar con las nuevas ediciones, el sello de Planeta cogió el rebufo de otras editoriales independientes que ya se habían lanzado a publicar la prolífica no ficción de Le Guin: la citada colección de ensayos en Círculo de Tiza de 2018, también Conversaciones sobre la escritura (Alpha Decay, enero de 2020) y, recientemente, El idioma de la noche (ediciones Gigamesh, diciembre 2020).
Los lectores de Ursula K. Le Guin estamos de enhorabuena, y parece ser que vamos a disfrutarla durante mucho tiempo y en ediciones variadas y muy cuidadas. Un Premio Nacional del Libro en la categoría infantil y juvenil, ocho Premios Hugo, seis Nébula y 24 Locus (la tríada de premios de ciencia ficción más importantes del mundo), el Premio Gandalf Grand Master de la Sociedad Mundial de Ciencia Ficción y un larguísimo etcétera de otros galardones avalan su obra. Pero entonces, y volviendo al germen de este artículo: ¿por qué hasta hace poco era casi imposible leer a Le Guin en español? ¿A qué obedece esta rápida aparición de nuevas ediciones? ¿Estamos ante un boom Ursula?
Las abuelas de la ciencia ficción
El caso de Ursula K. Le Guin no es un hecho aislado; si no, no emplearía el término boom para referirme a esta eclosión múltiple y repentina. Y es que, a la par que en los últimos años, más bien meses, empezaban a recuperarse la narrativa y los ensayos de Le Guin, otras autoras clásicas de la ciencia ficción anglosajona, desconocidas para el público mayoritario –o, quizás, tan solo olvidadas–, empezaban a asomar la cabeza en los catálogos de varias editoriales.
Hay dos nombres que destacan entre todos los demás: Octavia E. Butler (1947-2006) y Joanna Russ (1937-2011). Las tres escritoras no solo comparten idioma y nacionalidad, también época e influencias: los años dorados de la ciencia ficción –un campo abonado con muchos señores blancos (Butler era afroamericana) y heterosexuales (Russ era lesbiana y activista), poca crítica seria para la literatura de género y un fandom acérrimo–, la carrera espacial y las revistas pulp, pero también la lucha por los derechos sociales, el despertar de la conciencia ecológica y el prolífico feminismo de los años 70.
La narrativa de las tres autoras, sobradamente reconocida y premiada en el ámbito anglosajón, se nutre de este background. Aunque su obra es muy diferente –si tuviera que resumirlo en pocas palabras: Le Guin es la más poética e intelectual, Butler es el furor por la narración y Russ es una feminista deslenguada y divertidísima–, en todas ellas reconocemos una calidad literaria excepcional, unas ideas profundamente estudiadas y trabajadas, una pulsión por reivindicar, denunciar, pero también por fantasear y soñar con futuros mejores, con otros mundos posibles.
¿Dónde estaban metidas Octavia E. Butler y Joanna Russ: en el mismo baúl polvoriento que Le Guin? Más o menos. Si algún lector iba en busca de las grandes abuelas – es decir, las antecesoras, las fundadoras, las sabias– de la ciencia ficción, entre las estanterías de su librería apenas iba a encontrar nombres femeninos, y mucho menos los de estas autoras clásicas. “Como lectora es un poco frustrante”, apunta María Teresa Morin Santana, fiel lectora del género, bloguera y colaboradora de la revista especializada Windumanoth. “Teniendo en cuenta la popularidad de una autora como Ursula K. Le Guin, que la última edición de una obra como La mano izquierda de la oscuridad fuera de 2009 (si no contamos la edición limitada que salió en 2018) me parece inaudito. El caso de Octavia E. Butler es aún más sangrante”.
Viejas editoriales, nuevas editoriales
Aquel año, la editorial Círculo de Tiza publicó la colección de ensayos Contar es escuchar, de Ursula K. Le Guin; los pequeños sellos Barrett y Dos Bigotes se aliaron para publicar el imprescindible ensayo Cómo acabar con la escritura de las mujeres, de Joanna Russ; y Capitán Swing, editorial especializada en no ficción, se aventuró a publicar por primera vez en España la novela más famosa de Octavia E. Butler, Parentesco. Una novela de ciencia ficción sobre viajes en el tiempo podría parecer que no encajaba en el catálogo del sello madrileño, pero sí lo hacía la combativa denuncia contra el racismo histórico en Estados Unidos que escribió Butler en su novela de 1979.
“A través de la ficción, Butler aprendió a imaginar un futuro alternativo a la vida monótona que se imaginó para ella: esposa, madre, secretaria. Tenía 12 años cuando descubrió la ciencia ficción, el género que más poderosamente le atraería como escritora”, nos cuenta Daniel Moreno, el editor que apostó por Butler hace ya tres años. “Ella desafió la identidad de género tradicional, contando una historia sobre un hombre embarazado en Bloodchild y visualizando personajes que cambian de forma y de sexo en Wild Seed. Su interés por la hibridación y la adaptación de la raza humana, que exploró en su trilogía Xenogénesis. Las preocupaciones sobre temas como el cambio climático y la industria farmacéutica resuenan con más fuerza ahora que cuando los incorporó a su trabajo”. El pasado mes de marzo, Capitán Swing publicó una nueva novela de Octavia E. Butler, La parábola del sembrador: una distopía sobre un Estados Unidos seco, mortalmente empobrecido, lleno de caníbales, drogadictos, violadores y nuevos esclavos. La editorial acaba de confirmar que a finales de año publicarán su continuación, La parábola de los talentos. Desgraciadamente, Butler falleció a consecuencia de una caída sin poder completar su trilogía.
Pero Capitán Swing no ha sido la única editorial responsable de ofrecernos a los lectores españoles a una narradora de la talla de Octavia E. Butler. En marzo de 2020, la editorial independiente Consonni publicó una fascinante colección de la autora californiana, Hija de sangre y otros relatos, que recoge siete relatos y dos ensayos. “Veía la obsesión positiva como una forma de apuntar tu ser, tu vida, hacia el blanco que eligieras. Decide qué es lo que quieres. Apunta alto. Ve a por ello”. Estas palabras las escribió una mujer negra que quería escribir ciencia ficción en los años 80. En abril, el otro gran sello español especializado en ciencia ficción, Nova (ahora en Penguin Random House, antes en Ediciones B), publicó La estirpe de Lilith, el nuevo nombre que Butler le dio a su trilogía Xenogénesis. El tomo reúne las tres novelas: Amanecer, Ritos de madurez e Imago.
Nova, el mítico sello de Miquel Barceló, también acaba de recuperar –el pasado febrero– la novela más importante de Joanna Russ: El hombre hembra. «Desde que tengo el honor de ser editora del sello, trabajamos para rescatar a autoras clásicas, como Connie Willis o Joanna Russ, sin dejar de prestar atención a las nuevas voces, como N. K. Jemisin, Tamsyn Muir o Hao Jingfang», explica Marta Rossich, actual editora de Nova. «Como editora, una de mis prioridades es detectar qué quieren los lectores y qué libros han traspasado su época para convertirse en clásicos». El hombre hembra desde luego que lo es. Bajo la premisa de cuatro identidades distintas de la misma mujer distribuidas por el espacio tiempo, Russ escribió un libro de teoría feminista bastante complejo, irreverente, muy divertido y, sobre todo, brillante. Dos de las identidades de J viven en una Tierra constreñida por la masculinidad bastante similar a la nuestra; las otras dos habitan una utopía de una Tierra enteramente femenina y una distopía de hombres y mujeres divididos y en guerra. La novela, publicada originalmente en 1975, ya contaba con dos viejas ediciones españolas: una de Bruguera en 1978 y otra de Ultramar en 1987, ambas descatalogadas desde hacía mucho tiempo.
Aunque Minotauro y Nova parecen haberse puesto las pilas en lo que a reediciones se refiere, si la presencia de escritoras de ciencia ficción del siglo XX en nuestras librerías es hoy muchísimo más amplia, se debe también a la labor de pequeñas editoriales independientes que, valientes y comprometidas, han apostado firmemente por el género dentro del género: es decir, ciencia ficción –y también fantasía y terror– escrita por mujeres. Consonni, además de a Butler, acaba de publicar Mujer al borde del tiempo, de Marge Piercy (1936), una ficción especulativa feminista –también de los años 70, ¡gracias años 70!– muy en la línea de El cuento de la criada, protagonizada por una mujer chicana que puede ver el futuro. Junto a Consonni hay que mencionar otros pequeños sellos especializados como Insólita, Cerbero, ediciones El Transbordador y Crononauta, uno de los más nuevos.
Imaginando nuevos mundos femeninos
Las mujeres que conforman el equipo editorial de Crononauta han sido las responsables de presentarnos por primera vez a una autora de ciencia ficción curtida en las revistas pulp y reverenciado por el fandom de mediados de siglo, James Tiptree, Jr. Sí, he dicho “autora”: James, una mujer… O quizás no. Lo cierto es que Alice B. Sheldon, la mujer que se escondía detrás del seudónimo masculino, no tenía clara ni su identidad de género ni su orientación sexual. “Sheldon era una persona con una capacidad inmensa de crear, analizar e imaginar”, explican sus editoras. “Su obra, además, refleja el conflicto interior que se fraguó a lo largo de toda una vida de no encajar en ningún molde. Intentaba cumplir las expectativas que la sociedad y su familia le imponían, pero fracasaba estrepitosamente. Ella quería ser libre de todas estas imposiciones y consiguió serlo a través de su imaginación y la palabra escrita”.
Una mirada a Alice B. Sheldon, la colección que acaba de publicar Crononauta, recoge un ensayo y tres cuentos que reflejan a la perfección las inquietudes de esta autora. En ellos, por ejemplo, imagina un futuro en el que los hombres no sienten ninguna empatía hacia las mujeres y, por tanto, las destruyen, y otro en el que los hombres se han extinguido y la Tierra es un bastión de mujeres (temática recurrente entre la ciencia ficción utópica escrita por mujeres).
En una carta, Joanna Russ –oculta en su granja de Virginia, Alice B. Sheldon mantenía correspondencia con otros escritores de ciencia ficción, también con Ursula K. Le Guin– le hizo ver que utilizar un seudónimo masculino para escribir relatos tan marcadamente feministas quizás no fuese la mejor idea, así que Alice inventó una segunda identidad: Raccoona Sheldon. Esta nueva autora, curiosamente, cosechó muchos menos premios y halagos que James. En 1976, la verdadera identidad de Alice salió a la luz y ¿qué creéis que sucedió? “(…) bastantes escritores hombres a quienes había considerado mis amigos (…) de repente sintieron la necesidad de adoptar un tono condescendiente y paternalista conmigo”, contó en su ensayo Una mujer escribiendo ciencia ficción, que recoge el libro de Crononauta.
En este ensayo, Alice también escribió: “(…) me quito el sombrero ante esas mujeres tan valientes que escriben como mujeres”. No es que se sintiera avergonzada, tampoco estaba reconociendo una culpa: Sheldon no se sentía del todo mujer y no quería que su literatura fuese mal juzgada a causa de su sexo –algo que, como ya sabemos, ha sucedido en multitud de ocasiones–. Pero con estas palabras reconoce lo difícil que lo tuvieron otras autoras de ciencia ficción del siglo XX, como Ursula, Octavia y Joanna, en hacerse valer en un terreno eminentemente masculino.
Pese a quien le pese, estos ya van siendo otros tiempos. Tiempos no solo de recuperar las voces silenciadas u olvidadas de las grandes damas, sino también de que muchas y muy diferentes nuevas autoras de ciencia ficción se alcen a lo más alto, copen titulares, estanterías de “los más vendidos” y entregas de premios. Hace años que unos galardones como los Hugo son testigo del cambio: una amplia no ya paridad, sino incluso mayoría de mujeres nominadas y ganadoras en las principales categorías.
Antes de despedirme imaginando un futuro tan esperanzador para las escritoras –como hicieron las grandes utopistas feministas: Margaret Cavendish, Charlotte Perkins Gilman, Christine de Pizan…–, le he pedido a Antonio Torrubia, librero de ese paraíso lector que es la librería Gigamesh de Barcelona, que nos recomiende algunas autoras de género contemporáneas: Lauren Beukes, Lois McMaster Bujold, Kameron Hurley, N. K. Jemisin y, más pegadas a lo fantástico, Pilar Pedraza, Cristina Fernández Cubas, Mariana Enríquez, Mónica Bustos… Torrubia empezó a trabajar en Gigamesh allá por el año 2002, y me cuenta: “Desde entonces y hasta bien entrado 2015, era un erial en lo que a autoras se refería”. Como diría Octavia E. Butler en su primera parábola: sembremos.