El atractivo principal de este peculiar libro está en que cumple en buena medida con la intención declarada en su título; es decir, hacer una compacta narración de la historia de México en la época en que fue creado el himno, tejiendo una especie de montaje cinematográfico paralelo en el que los acontecimientos históricos se narran en contrapunto con las biografías de Francisco González Bocanegra y Jaime Nunó, autores respectivamente de letra y música de la canción patriótica.
El lector hallará que el de Juan Cid y Mulet es un estilo literario pomposo, prosopopéyico, de alambicada retórica y de clara tendencia a tomarse toda clase de licencias narrativas. En su trazo de la historia de México, centrado en el periodo de la Reforma, el autor urde un esbozo político que tiene como figuras principales, por razones evidentes, a Antonio López de Santa Anna, Maximiliano de Habsburgo, Benito Juárez y Porfirio Díaz. Como actores de reparto aparecen aquí también numerosos políticos mexicanos, sobre todo aquellos que se turnaron la presidencia de la nación en un vertiginoso juego de sillas musicales, al grado de que es relativamente fácil perderse en el laberinto de tantos nombres y fechas.
Lo central, sin embargo, está en el par de trazos biográficos que Juan Cid y Mulet dedica a González Bocanegra y Nunó. Como es de esperarse en un texto de intención francamente celebratoria y oficialista, es apreciable el nivel de adoración que el autor profesa por ambos personajes, a quienes dedica panegíricos que en ocasiones se antojan francamente desorbitados. Juan Cid y Mulet pone por las nubes, y son nubes muy altas, a la poesía de González Bocanegra y a la música de Nunó, afirmando que ambos ocupan los sitiales más altos de la historia cultural de México. Ello me lleva a la indispensable pregunta retórica: ¿cuántos mexicanos, al margen de los investigadores especializados, conocemos algo más de la creación poética de González Bocanegra, y cuánta música de Nunó hemos escuchado, más allá de la que contribuyó al Himno Nacional? Me parece que la respuesta es evidente, y ésta conduce a una consideración puntual: o somos, como nación, muy olvidadizos de nuestros grandes personajes culturales (más allá del hecho de que Nunó fue catalán), o ninguno de los dos fue el creador inmarcesible, inmortal, trascendente e indispensable que pinta el autor de México en un himno.
Para los historiadores, musicólogos y melómanos ilustrados, el texto de Cid y Mulet menciona los nombres (y otros datos) de los numerosos músicos que intervinieron de una u otra manera en los primeros intentos fallidos de crear un himno para México; entre ellos destacan personajes como Charles Bochsa, Henri Herz y Giovanni Bottesini. De igual manera, el autor da noticia detallada del concurso en el que finalmente fueron premiados González Bocanegra y Nunó, y procede a hacer una detallada y profusa apología del belicoso texto y la marcial música respectivos, llegando a extremos como el de afirmar que la Batalla del 5 de mayo en Puebla no fue ganada por Ignacio Zaragoza y sus tropas, sino por el empuje irresistible del gallardo Himno Nacional Mexicano. Un elemento ciertamente interesante del texto de Juan Cid y Mulet es que incluye las estrofas originales de González Bocanegra (algunas de las cuales fueron suprimidas por razones de corrección política) y una versión de la partitura a piano de la música de Nunó.
No podía faltar en un texto de alabanza como éste el muy repetido (y muy subjetivo) lugar común que afirma que después de La Marsellesa , el Himno Nacional Mexicano es el segundo himno más bello del mundo. ¿Según quién, o a partir de la medida de cuál hermosímetro?
Más allá de su ampuloso estilo y de sus exageraciones adulatorias, México en un himno es una obra de lectura ciertamente ilustrativa, un texto que en su momento fue declarado libro oficial de consulta por la Comisión Revisora de Libros de Texto y de Consulta del Consejo Técnico Nacional, de la hoy muy vapuleada, ninguneada y abandonada Secretaría de Educación Pública.