Más que en otros momentos, me parece que esta obra debe ser conocida por políticos y por quienes, sin ser militantes, tienen interés en la política. Acostumbramos escribir, discutir y enviar mensajes en redes sociales, para defender o para atacar a un partido político. El libro a que me refiero es algo distinto. Se trata de un estudio objetivo y serio de una historiadora ocupada desde hace tiempo, en forma rigurosa, de seguir lo que llama atinadamente huellas
de la derecha en general y de ese partido en particular, fundado en 1939, como abierta oposición a los cambios sociales promovidos por el gobierno de Lázaro Cárdenas y que ahora, 82 años después, encabeza el núcleo de grupos, intereses y partidos que se oponen al actual gobierno y al amplio movimiento popular que lo apoya.
El enfoque escogido por la autora no es nada fácil y, por supuesto, opinable; por mi parte tengo al respecto mis puntos de vista, en algunos casos diferentes a los de la autora, pero eso no me impide reconocer el profesionalismo, el talento y la seriedad con que la obra ha sido escrita, ni tampoco la importancia de ésta, para entender una parte fundamental de la historia reciente de México.
Vistas desde fuera, con el rigor de quien tiene una formación sólida en historia y en ciencias sociales, se ocupa de unas huellas no fáciles de seguir, que a veces cuesta trabajo encontrar, pero siempre aparece una doble pista, por una parte motivaciones elevadas y altruistas, en ocasiones de carácter religioso y muchas veces fundadas en convicciones éticas profundas, pero otras, las pistas llevan al dinero burgués, la clase media, las familias pudientes, ricos que ven en la política una fortaleza para defender su estatus social.
El libro es objetivo y rastrea con rigor las convicciones de los fundadores del partido, su propósito de defender la democracia, de formar ciudadanos y de enfrentarse a un gobierno acostumbrado no sólo a convocar periódicamente a elecciones, sino también habituado a fabricar los resultados
. En el primer capítulo del libro, Primeras pesquisas
, la autora encuentra antecedentes del PAN en los acuerdos de paz entre el Estado y la Iglesia con los que concluyó el levantamiento popular y campesino, conocido coma La Cristiada, guerra entre pueblo y gobierno de 1926 a 1929, y en la Doctrina Social de la Iglesia Católica de las encíclicas sociales; en la Acción Católica y más lejos en el tiempo, en el Partido Conservador del siglo XIX.
La doctrina del panismo se arraiga –se lee en el libro– en su convicción democrática en política y liberal en economía; los fundadores rechazaban el reparto de tierras y el apoyo al sindicalismo militante; agregaría yo, el temor al socialismo propuesto en forma expresa en la reforma cardenista al artículo tercero de la Constitución.
En los siguientes capítulos se analiza con abundancia de detalles el camino difícil del partido, especialmente en sus inicios, en los que parecía imposible alcanzar el poder, realidad que nunca desanimó a los militantes. Estudia también la reactivación de la oposición ya con el calificativo de derecha, el significativo refuerzo que recibe este partido a raíz de la expropiación de la banca, con los empresarios que buscaron participar en política partidista, al confirmar que se rompían los acuerdos tras bambalinas, que tuvieron por años con los gobernantes del PRI.
La Dirección de Estudios Históricos del INAH a través del Seminario Permanente sobre las Derechas en México, invitó a la presentación del libro que tuvo lugar el 8 de julio y en la que participamos los investigadores Alberto Aziz Nassif, del Ciesas, Víctor Reynoso Angulo, de la Universidad de las Américas; Francisco Pérez Arce, del Fondo de Cultura Económica, y yo; se transmitió en vivo y esto propició que interesados del mundo académico estuvieran presentes y participaran con opiniones y preguntas.
Creo que, tanto los militantes de hoy del PAN, tan distintos a los fundadores, como los militantes de otras corrientes políticas deberían de enterarse a fondo de lo que estudiosos y académicos piensan de nuestros partidos; la cercanía entre los militantes y los analistas debe ser constante, y habitual escuchar a quienes, en forma imparcial, se interesan en la política como objeto de estudio; debiera ser parte de la capacitación de los ciudadanos que sí son militantes; esto serviría para disminuir la tensión tan peligrosa en que vivimos y mitigaría la destructiva polarización.