Los Tratados de Córdoba

Los Tratados de Córdoba

 

Los Tratados de Córdoba son el reflejo del gran esfuerzo político por alcanzar un ajuste entre diferentes intereses, con la responsabilidad por validar ideas plasmadas en el movimiento de independencia personificado por Agustín de Iturbide como Comandante del Ejército Trigarante, frente a las muy limitadas posibilidades del Teniente General Juan O’ Donojú, recién llegado de la Península Ibérica, representando al Virreinato de la Nueva España.

En los Tratados de Córdoba se reconocieron los territorios que pertenecieron anteriormente a la monarquía y se instauró una nación soberana e independiente como “Imperio Mexicano” con la condición monárquica constitucional moderada, donde se podría situar a las cortes en la misma capital.

El nuevo imperio fue ofrecido a Fernando VII, Rey Católico de España; en segundo caso debido a su renuncia o no admisión, a su hermano o a uno de sus infantes, así como a un elemento de la Corte Peninsular que el Rey designaría y, en caso de que ninguno de éstos aceptase el nombramiento, las propias Cortes Imperiales de México lo designarían.

Los tratados, por tanto, no fueron solamente el reconocimiento de la unión de las fuerzas insurgentes y realistas o el concilió de intereses entre la Colonia y la Corona Española, sino un cuerpo jurídico estructurado que siguió siendo utilizado hasta la formación del Primer Congreso Constituyente Mexicano.

La firma del tratado no detuvo a los españoles más leales a la Corona, quienes rechazaron el documento y mantuvieron ocupadas las plazas de México, Veracruz, San Carlos de Perote y el Castillo de San Diego en Acapulco. Estas discordias entre los Realistas y el Ejército Trigarante, finalmente terminaron cuando el General Francisco Novella se desempeñaba como Jefe Interino Superior de la Nueva España, quien encontrándose en una situación insostenible fue obligado a retirarse, dando como resultado que los españoles que aún permanecían en el territorio se desplazaran hacia Veracruz, para abandonar las plazas de inmediato.

Al salir las Tropas peninsulares de la Ciudad de México, el 27 septiembre de 1821 se ejecutó un evento que conocemos como la entrada triunfal del Ejército Trigarante. Un día después de estos acontecimientos, se firmó el Acta de Independencia de México eligiéndose a Agustín de Iturbide como Presidente de la Junta Provisional Gubernativa, efectuándose un primer paso constitutivo, además de que en funciones ordenó modificar la Bandera Trigarante para que sus franjas fueran verticales con el orden de color: verde, blanco y rojo, al centro posada sobre un nopal, el águila real coronada que simbolizó el Imperio.

La Junta Provisional Gubernativa no sólo consagró un acceso al poder deslindado del Reino Español, sino que dilucidaba los objetivos y la estructura del primer órgano de gobierno en los inicios del constitucionalismo del México Independiente que se fue nutriendo hasta establecerse el Primer Congreso Constituyente, que generó la Constitución de 1824.

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