Premio Formentor de las Letras 2021 César Aira y la amenaza de la muerte
– Alejandro García Abreu
Aira: Borges, un universo en expansión
César Aira (Coronel Pringles, Argentina, 1949) dijo al periodista Alberto Gordo, en una entrevista para El Cultural de España en mayo de 2016: “El día de la muerte de Borges fue como si se apagara una luz. Y al día siguiente todos los periódicos decían lo mismo, pero de distintas formas: nos quedamos sin Borges, ¿qué hacemos ahora? Fue una suerte, un orgullo tener un escritor así. Y
es un universo en expansión porque se están publicando cosas que él escribió, o dijo, porque todo tiene valor.”
Aira, como Borges, ganó el Premio Formentor de las Letras. Es motivo de alabanza, ya que desde 1967 Aira se ha dedicado a la escritura de relatos, novelas breves, ensayos y abundantes textos anfibios. Fue vencedor del Premio Roger Caillois 2014 y del Premio Iberoamericano de Narrativa Manuel Rojas 2016, entre otros. “Aira es uno de los narradores más radicalmente originales, imaginativos, inteligentes y delirantes”, afirman sus editores. Traducido a más de veinte idiomas, Aira percibe el delirio como una forma de absoluta creatividad.
En 2021 se cumplen diez años de la publicación de “A brick wall” (2011), cuento preeminente incluido en El cerebro musical (Literatura Random House, 2016), la más actual edición de Relatos reunidos, antología de cuentos escritos por Aira entre 1996 y 2011. El libro incluye tres relatos inéditos: “Duchamp en México”, “Taxol” y “La broma”. Penguin Random House inauguró la Biblioteca César Aira, en la que se recuperan sus mejores libros.
Encarar a la muerte
En Sortilegios de la memoria y el olvido, Hugo Francisco Bauzá –especialista en Virgilio– escribió: “Léthe devino una alegoría, ‘el Olvido’, que los mitos hermanan a la Muerte y al Sueño: esta relación no es casual.” Ocurre algo similar con Aira: su aproximación a la muerte resulta onírica en algunos relatos. El escritor sabe que toda persona determina cómo se encara a la muerte. La inferencia de que la muerte y la desintegración acechan al hombre se encuentra en diversos cuentos incluidos en El cerebro musical.
Se refiere al Tiempo como si fuese la corriente de un río subterráneo: “El Tiempo, que todo
lo destruye y domina, se remansaba en el presente eterno de la vida simple. Tranquilos y sensuales, ajenos a los tormentos de la conciencia y la duda, seguros del fluir suave de la vida, del apareamiento, de la reproducción, de la muerte; la muerte también: ellos sí podían decir ‘morir, dormir, quizás soñar’”, se lee en “El hornero”, cuento que alude al mundo de Morfeo, hijo de Hipnos.
En “A brick wall” considera la obra de Hitchcock a la luz de sus intereses intelectuales y se presenta la fatalidad: “Miguel López fue mi gran amigo de la primera infancia, y, también por rara coincidencia […] murió ayer.”
“Picasso” contiene una reflexión sobre la posteridad: “entre ‘ser Picasso’ y ‘tener un Picasso’ había un abismo económico, como lo había entre la vida y la muerte.”
En “El perro” muestra empatía por un animal: “Qué triste era ser un perro. Vivir con la muerte tan cerca, tan inexorable. Y más triste todavía ser este perro, que había salido de la resignada fatalidad del destino de la especie.”
El impulso poético que caracteriza a Aira se manifiesta en “Mil gotas”: “La muerte de unos es la vida de otros; y la vida de unos, la simple y mera vida que uno está viviendo, la vida rutinaria y aburrida y sin sentido, está tejiendo la muerte de algún otro genial y novelesco.”
Cruza el existencialismo en “El Todo que surca la Nada”: “Sólo lo irrepetible es vida. Ese ‘algo’ irrepetible es una sola cosa, única, en la que se tocan como en un doble vértice inconcebible los mundos de la vida y la muerte.”
En “El espía” ahonda en el arte de la desaparición: “Pensé que la muerte sería una solución, un corte del nudo gordiano, pero desde mi desaparición, hace veinte años, las cosas han seguido igual que antes: unos pocos lectores.”
“Taxol” deviene en exploración del tiempo de la muerte: “Desde que la amenaza de la muerte hizo su aparición tan brutal en mi vida, hace unos meses, el tiempo ha tomado un peso distinto; el tiempo de escribir ha empezado a mostrarme su revés, que es el tiempo de vivir; ahora, antes de empezar, lo pienso dos veces…”
“La broma” es una disertación sobre el temor que infunde la muerte: “Es difícil pensar, sin ser un paranoico grave, que alguien vaya a querer matarlo a uno de pronto, sin aviso, sin una explicación, sin un motivo visible… Y que le prepare una muerte tan horrenda como la de ser aplastado y triturado por el subte.”
Y en “Sin testigos” condensa su pensamiento sobre el final: “Sentí la muerte, con una absoluta convicción.” Se trata, para Aira, del panorama futuro en el que todos habremos de estar muertos.