Tamara Kamenszain, poeta y ensayista argentina, «Historias de amor y muerte»

Tamara Kamenszain: historias de amor y muerte

– María Andrea Esparza Navarro

Breve y puntual semblanza de la poeta y ensayista argentina Tamara Kamenszain (1947-2021), en recuerdo de su obra y su estancia en nuestro país como refugiada política. Escribió cerca de veinte libros, entre los que destacan ‘La casa grande’ (1986), ‘Vida de living’ (1991), ‘Tango Bar’ (1998), ‘El ghetto’ (2003) y ‘El eco de mi madre’ (2010).

 

Tamara Kamenszain, poeta y ensayista argentina, murió el pasado miércoles 28 de julio en Buenos Aires, dejándonos casi una veintena de libros. Su escritura, siempre imantada por cierta fuerza de desmesura, de expansión de los límites genéricos, se aventuró por diversos caminos para explorar la novela que cuenta la poesía, tanto como la poesía que canta el ensayo. El primer libro de la porteña, De este lado del Mediterráneo (1973), ya adelantaba sin ambages esos cruces e hibridaciones: conjunto de poemas en prosa en el que germina una pasión narrativa, un afán de “inventar una historia” que no es otra más que la de sí misma. Esta fragua de un yo femenino en la escritura –siempre intervenida por la ficción, por la fabulación– se hace posible por medio de la reconstrucción de los lazos familiares estrechamente unidos a la tradición judía de sus orígenes. Ese aire de familia se ve irrumpido por lo que pronto se convertiría en un tema recurrente en Tamara: la muerte de los otros y, con ella, el intento de cancelar lo absoluto de su desaparición apelando a su memoria. Con este primer volumen, la porteña traza los ejes que jalonarán la senda de su escritura: la noción de lo familiar y el asedio de la muerte, la condición judía, la construcción de la identidad sostenida en lo femenino, así como la tensión entre el canto y el cuento, que será su reducto, la zona intersticial desde la que seguirá escribiendo, aunque en sus poemarios posteriores elegirá el verso y su cesura como herramienta irrevocable. Desde ese singular lugar escribirá libros como La casa grande (1986), Vida de living (1991), Tango Bar (1998), El ghetto (2003), así como El eco de mi madre (2010), un intenso testimonio poético sobre la progresiva ausencia de la madre aquejada por la enfermedad de Alzheimer. En sus versos, limítrofes con la anotación, la lengua trastabilla hasta el balbuceo, hasta el “grito en un ataque de ecolalia” que repite “mamá mamá mamá”. Con La novela de la poesía (2012), Tamara decide reunir sus poemarios anteriores bajo ese título con el que les construye una casa, un techo que los cobija, como apunta Enrique Foffani en su luminoso prólogo al volumen. Así, cada poemario se ofrece como un hito, un jalón (y jirón) de la novela que cuenta la poesía, una novela familiar escandida a golpes de realidad.

Del lado del ensayo, hay que decir que su primer libro, El texto silencioso (1983), lo escribió durante su exilio en México, entre 1979 y 1984, durante la última dictadura militar que vivió Argentina. Fue entonces al amparo de nuestro país que Tamara decidió iniciar su andadura crítica que, a partir de este momento, se desplegará de manera espiralada, alternándose con su escritura poética. México le brindó, como declaró años después, la libertad para arrojarse al terreno de la crítica, armando un volumen en el que traba parentescos entre poetas asaz disímiles, pero hermanados por su trazo filial, afectuoso. Y es que, si en la poesía de Tamara lo familiar deviene literatura; en sus ensayos los referentes literarios se familiarizan hasta volverse deudos, hermanos. De ahí que en cada uno de sus volúmenes ensayísticos construyera genealogías que supieron unir a Amelia Biagioni, Alejandra Pizarnik, Delmira Agustini, Alfonsina Storni, Olga Orozco, por el lado femenino; por el lado masculino, a Oliverio Girondo, Macedonio Fernández, Enrique Lihn, Néstor Perlongher, Nicanor Parra –entre otros tantos y tantas más. En la articulación de estas filiaciones literarias sobreviene, como en las sanguíneas, la brutalidad de la ausencia, la muerte que agujerea las Historias de amor (2000), como se titula su tercer volumen de crítica, en el que Tamara, gustosa de dejar pistas de lectura, compila sus ensayos anteriores para ofrecérnoslos en cuanto que páginas de un “diario íntimo”, como confiesa en el prefacio. Escribir crítica fue, para la porteña, un modo de relatar su encuentro con los otros, con esas presencias (y sus espectros) que estuvieron con ella hasta el final. Biagioni, Lihn y Parra son algunas de las lecturas que acompañaron a Tamara durante el encierro que trajo consigo la pandemia, tiempo que dedicó a la escritura del que sería su último poemario, Chicas en tiempos suspendidos (2021), dedicado a Margo Glantz.

El año pasado, con motivo del cumpleaños y homenaje a la autora de Las genealogías, Tamara vino a México, refrendando con ello su amistad con aquella a la que la unían afinidades tan vitales que se convirtieron en nexos literarios. Para Tamara, la literatura fue un territorio compartido, aquél en el que es posible hablar con los otros, permanecer a la escucha de sus voces, ésas que siempre le dijeron, como canta en su último libro –dibujo del abrazo fúlgido entre poesía y ensayo–, que “no está sola”.

 

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