Desde 1999 Los Zorros no llegaban a una final
La materia con la que se construye la épica es finita. La sustancia, el valor, la voluntad o eso que denominan la garra no alcanzó a Pumas para revertir el resultado global adverso ante Atlas, al que venció 1-0 en la semifinal de vuelta en el estadio Jalisco. Un empate 1-1 tras dos partidos, pero que le valió el boleto a los rojinegros por terminar mejor en la tabla. Los Zorros están en la final para tratar de revertir 70 años de sinsabores. El León los espera.
Este Pumas parecía una versión ajena a la que eliminó al América de los cuartos de final. Si aquellos auriazules eran la encarnación de la confianza y el coraje, esta vez lucían tímidos, confundidos, como si en estos días hubieran perdido algo que necesitaban para encarar un reto como el de anoche.
Pumas debía remontar. Ya lo había logrado en el torneo para meterse al repechaje y despachar a su acérrimo rival América. Pero la gesta tenía que dar otra prueba, meterse a un coto aguerrido, despiadado contra el adversario, el territorio rojinegro era un dominio al que difícilmente se puede entrar en plan conquistador.
Los universitarios llevaban la obligación de marcar dos goles si querían avanzar a la final. Recibir en contra sería quedar en una situación francamente irreversible.
Los 70 años sin campeonato del Atlas funcionaban como la principal inspiración para una de las aficiones más fieles y leales de cuantas existan. Un modelo de dignidad en la derrota y la adversidad de largo plazo.
Salvados por el portero
En media hora de juego, Atlas estaba desatado a la ofensiva. Disparando por ambos lados, intentando osadías individuales, con riflazos inclementes y Alfredo Talavera saltando, manoteando, en una exhibición de las más eficaces de toda la temporada. Si en ese momento los universitarios no habían recibido un gol fue gracias a las artes soberbias del portero auriazul.
El duelo ocurría en la zona felina, sin posibilidad de salir con la pelota, arrinconados y resistiendo más que en duelo. A menos que consiguieran hacerse de la pelota y circularla pegada a los botines, sería una cuestión de tiempo para que los rojinegros abrieran el marcador.
Sólo al final del primer tiempo los universitarios tuvieron esporádicas llegadas al área de los tapatíos, pero sin el empuje ni el orden para imprimirle peligro. Apenas un disparo desviado de Diogo de Oliveira que no sirvió ni para equilibrar los sustos.
El técnico universitario, Andrés Lillini, hizo ajustes para arrancar la segunda parte. Los cambios surtieron un efecto inmediato y Pumas empezó a salir con la pelota. Si estaban a la defensiva jugadores como Erik Lira y Alan Mozo, ahora sí se notaban y recuperaban los balones que amenazaban con llegar a la zona de peligro.
Aun con la reacción, Atlas no dejó de representar una amenaza muy tangible. Había que ver la respuesta inesperada de Julián Quiñones, quien sacó un disparo a saber de dónde que pasó cerca de un poste.
Los rojinegros cambiaron el tono. Dejaron un momento el ataque insistente para mantener la pelota, impedir que se la apropiara Pumas y así ganaran confianza, algo que sucedió durante algunos minutos.
Cuando parecía que Atlas recuperaba el control en su cancha, apareció un providencial Juan Ignacio Dinenno, quien, tras una rechace de Camilo Vargas, se barrió para meter el anhelado gol universitario al 75.
La respuesta de los rojinegros casi llegaba de inmediato con Julio Furch, quien no pudo rematar con tino en el área y la mandó a un poste. Un error que devolvió el alma a los auriazules ante la situación tan comprometida.
Batalla épica
Lo que Atlas no quería ocurrió. Pumas se envalentonó, el camino a una final le dio la motivación que necesitaba y se volvió una fuerza incontenible. La desesperación por pelear terreno ocasionó una disputa aguerrida en el área, donde Dinenno salió lastimado del rostro, para jugar el resto del tiempo con la nariz taponeada por una hemorragia. La jugada tardó en ser revisada por el VAR, pero el árbitro consideró que la acción no fue con dolo y perdonó la sanción a los rojinegros.
El tiempo se agotó y agregaron nueve minutos, 540 segundos a tam-bor batiente y la pelota a merced de cualquiera. Un centro al área que llegó al manchón penal, donde Dinenno, sin ángulo, sacó una chilena con la que, para mala fortuna, pateó el rostro de Jesús Angulo, quien terminó noqueado en el suelo.
Dinenno fue expulsado, aunque no había intención posible de hacer daño. El jugador con la nariz taponada no salió de inmediato, estaba preocupado por su compañero del equipo rival. Salió aliviado de ver que Angulo se levantaba.
Fue una batalla, pero la épica no alcanzó para que Pumas llegara a la final. Lo hecho hasta aquí ya fue una proeza.