Muere el ídolo del pueblo Vicente Fernández
El deceso del intérprete de Mujeres divinas, Por tu maldito amor y Volver volver, sucedió finalmente este domingo 12 de diciembre a las 6.15 de la mañana.
El cantante, quien encarnó en el séptimo arte a El arracadas, El tahúr o a El albañil tenía una máxima, tal vez emulando a la «ley del monte», que seguía al pie de la letra: «Mientras ustedes no dejen de aplaudir, Chente no deja de cantar».
La crisis de salud del ídolo se inició cuando sufrió una caída en su rancho Los tres potrillos, que le lesionó las cervicales y le agravó el síndrome de Guillain-Barré que ya padecía.
Tras una prolongada hospitalizaicón tuvo una leve mejoría, pero su condición se volvió delicada el jueves pasado, por una falla renal y en uno de sus pulmones. Regresó a terapia intensiva del hospital Country 2000, en Guadalajara.
El movimiento en el hospital se intensificó el sábado. El último reporte médico informó que el cantante presentaba “mayor inflamación de sus vías respiratorias bajas e incremento del apoyo respiratorio. Se requirió sedación para mantener confort. Continúa manejo multidisciplinario. Su condición el día de hoy es crítica. Pronóstico muy reservado”.
El deceso sobrevino al amanecer de este domingo. El comunicado en su propia cuenta de Instagram señaló: “En Paz Descanse Sr. Vicente Fernández. Lamentamos comunicarles su deceso el día domingo 12 de diciembre a las 6:15 am. Fue un honor y un gran orgullo compartir con todos una gran trayectoria de música y darlo todo por su público. Gracias por seguir aplaudiendo, gracias por seguir cantando. #ChenteSigueSiendoElRey».
Vicente Fernández nació el 17 de febrero de 1940, en Huentitán El Alto, Jalisco, México. «Entre vacas y caballos», decía.
Fue hijo de Ramón Fernández y Paula Gómez. Su biografía oficial detalla que con tan sólo seis años de edad comenzó a soñar con una carrera de cantante. Y, a los 8 años, tuvo una guitarra, la cual enseguida aprendió a tocarla y comenzó a estudiar música folclórica.
Desde adolescente comenzó a buscar su camino. Participó en concursos, tocó en restaurantes, fiestas y reuniones y luego se unió a mariachis; en esa época se casó con María del Refugio Abarca (Cuquita) con quien procreó a Vicente, Gerardo, Alejandro y Alejandra. Le sobreviven sus hijos, nietos, su bisnieta Cayetana y otro miembro más de la estirpe, que está en camino, de Álex Fernández Junior.
Convencido y venciendo obstáculos, Fernández se convirtió en “Ídolo de México”. En 1976, su hit mundial e himno ranchero, Volver, Volver, lo consolidó como “el más grande cantante ranchero de todos los tiempos”.
En una entrevista con La Jornada en 2004, Fernández contó que a los 11 años ordeñaba vacas junto a su padre, quien fracasó en varios proyectos. La familia tuvo que irse a Tijuana, donde Chente trabajó como peón, albañil, lavaplatos, talachero (limpiar pisos y baños), lavacoches y en actividades diversas en un hipódromo.
Soñaba y era fanático de Pedro Infante y Jorge Negrete, recordaba. En Tijuana, donde vivió seis años, «mi segundo Huentitán», trabajó de cajero en un restaurante típico, al lado de su tío Javier Hernández. Amenizaban un trío y un mariachi. Iba a las mesas y ofrecía: «Oiga, ¿le canto?». Le dieron la oportunidad. Ahí se puede decir que comenzó su profesión. Le iba bien, pero las envidias propiciaron su despido.
Después, llegó al entonces Distrito Federal, a la Plaza Garibaldi, con la ilusión de ser contratado. Le dieron trabajo al oír su voz. Estaba en El Amanecer Tapatío, donde conoció a Felipe Arriaga y a Federico Méndez, decisivos en su vida.
Fue Federico Méndez quien lo llevó a la XEX, donde se emocionó al saber del apogeo de su ídolo Javier Solís. Lo probaron hasta el borde de la desesperación. Pasó una mala racha, por la que de nuevo padeció hambre. Ya tenía un hijo. Se regresó a Guadalajara, donde incluso llegó a pedir fiados unos tacos.
En el límite de la desesperación entró a chambear al cabaret El Sarape, donde tuvo que fichar; ahí, los meseros le decían que no sabía hacerlo, fichar. «Yo soy cantante.» Aprendió a tomar coñac con refresco de cola. «Gané, a veces, más dinero fichando que cantando.»
Hacia 1966 recibió un telegrama. Felipe Valdez Leal, quien sería uno de sus principales arreglistas, lo invitaba a firmar con una disquera. Ya antes le habían cerrado las puerta de varias compañías. «Mejor vete a vender cacachuates.»
Pero se lo disputaron Orfeón, CBS y Peerles. En CBS grabó Cantina de mi barrio y la que cambiaría su sino: Tu camino y el mío. De ahí para adelante, la rueda de la fortuna no descendió.
Afirmó sincero: «A mí, Dios me dio un arma: cantar, pero cuando, aparte de ser pobre, no se ha estudiado, es más difícil. Estudié hasta el quinto año de primaria, pero aprendí de la vida lo que en la escuela no podría, quizá, en 20 años”.
Incluso, alguna vez le preguntaron “¿oye, Chente, de Vicente Fernández, Pedro Infante, Javier Solís y Jorge Negrete, para ti cuál es el mejor? Dije: el mejor no sé, pero el más vivo se llama Vicente Fernández”.
El Charro de Huentitán recibió innumerables premios y reconocimientos, fue un símbolo a escala internacional del folclor mexicano; fue empresario, productor discográfico, actuó en alrededor 34 películas y como cantante logró infinidad de éxitos. En casi 60 años de trayectoria logró vender más de 67 millones de discos. Apenas a finales de noviembre le fue conferido el Grammy Latino, por el Mejor Álbum de Música Ranchera, titulado A mis 80´s.
A lo largo de su vida también enfrentó otras enfermedades y salió avante: un tumor en medio de las vías biliares, una operación en el menisco derecho, una trombo embolia pulmonar y un pequeño infarto cerebral; además de infecciones urinarias que lo mandaron a revisiones al hospital, hasta que en agosto pasado, sucedió la trágica caída en el rancho Los Tres Potrillos, tras la cual ingresó de inmediato a terapia intensiva y ya no salió del Hospital Country 2000. Se dijo, que había sido diagnosticado con el síndrome de Guillain-Barré.
Se recuerda que a principios de 2012, el cantante, anunció su retiro de los escenarios luego de que concluyera su gira por España, Centro y Sudamérica. En esa ocasión, a sus 72 años dijo: “Un artista necesita retirarse con mucha dignidad, en el mero momento. Lo que más voy a extrañar es el cariño del público, pero justo por ese cariño no quiero que llegue el día en que digan: ‘No, don Vicente ya no canta, anda causando lástimas”.
Pero fue en 2016, cuando el Charro de Huentitán ofreció un gran concierto en el Estadio Azteca para despedirse de su fiel público. Contó que Miguel Mancera, entonces jefe de gobierno capitalino, le puso a sus órdenes el Zócalo. “Después, Emilio (Azcárraga) vino a visitarme para ver cómo seguía de salud y me dijo: ‘Chente, ya hiciste Un mexicano en la México, ¿cómo te suena Un azteca en el Azteca?’ Le dije que si ponía un escenario de acuerdo al público, para mí sería mejor”, dijo Fernández, aunque afirmó que seguiría grabando discos
“Me voy con la voz que me conocieron al principio, también porque me siento cansado. No me retiro porque me falte el cariño del público. Me voy porque nunca disfruté a mi mujer ni a mis hijos, ahora quiero disfrutar a mis nietos”, comentó el ídolo de México.