La construcción más importante es el Templo de los Guerreros Águila y Jaguar,

Malinalco
Ángeles González Gamio
Primoroso pueblo del estado de México que posee una antigua historia que se remonta a épocas prehispánicas, cuando lo poblaron las culturas teotihuacana, tolteca, matlazinca y azteca. De estas dos últimas permanece una notable zona arqueológica en la orilla de un precipicio de 125 metros, en la cima de un cerro conocido como de los ídolos, desde donde se aprecia una magnífica vista del poblado.

La construcción más importante es el llamado Templo de los Guerreros Águila y Jaguar, una obra excepcional de la arquitectura prehispánica. Es una construcción monolítica labrada directamente sobre la misma roca del cerro; la entrada representa la boca de un serpiente que abre sus fauces amenazadoramente, mostrando su lengua que se extiende como una plataforma que permite al visitante penetrar el mágico mundo de la religión de los antiguos mexicas que conquistaron el lugar.

El nombre del pueblo proviene de una fascinante historia-leyenda que protagonizan Malinalxochitl, la diosa mexica responsable de la hechicería, adivinanzas y otras artes oscuras, y su hermano, el poderoso dios Huitzilopochtli.

Los vestigios se encuentran dentro del pueblo, que conserva también relevantes construcciones de siglos pasados, como el imponente convento que fundaron en 1540 frailes agustinos. La planta baja del monasterio y la iglesia se edificaron al mismo tiempo y 20 años más tarde se construyó el claustro alto. Aquí trabajó en la instalación de los recuadros el notable pintor de origen flamenco Simón Pereyns.

Sobresale la fachada de estilo renacentista conocido como plateresco, donde destacan cabezas de ángeles, rosetones y conchas adosadas a las bases de pilastras o a los frisos. El convento está decorado con profusión con bellos frescos de motivos religiosos y otros que muestran la fauna y la flora de la época, algunas de los cuales todavía crecen en la zona ecológica de Malinalco. En las pinturas se advierte la maestría de los tlacuilos indígenas.

Otro encanto son las capillas de los ocho barrios que vale la pena visitar en los Días de Muertos, en que las decoran con gran creatividad, al igual que los altares que ponen en las casas para los muertos nuevos, que son los que murieron ese año. La hospitalidad de los habitantes abre las puertas a todo visitante, le comparten su historia, le dan un ponche y una golosina; conmueve su generosidad.

Desde hace unos años Malinalco cuenta con un atractivo especial, que es el Xoxopastli, taller rebocero que dirige Camelia Ramos –prenda que se ha descrito como manto de identidad– que aquí alcanza categoría de obra de arte.

Hija de un artesano textil de Tenancingo –pueblo rebocero ancestral–, don Isaac, enseñó el oficio a su esposo José –se consideraba actividad de varón– oriundo de Malinalco y Camelia, avezada, la aprendió también.

Con el procedimiento bien dominado regresaron al pueblo de José y montaron su taller, donde ella representa la quinta generación de tejedores en telar de cintura de su familia. La técnica que se maneja en el amplio y luminoso taller es la de ikat, de las más laboriosas y de largo proceso, ya que cada uno de los rebozos lleva tiempo de trabajo, de principio a fin va de un mes y medio a tres meses de elaboración.

Han retomado estilos y métodos muy antiguos como utilizar tintes naturales y han revivido el rapacejo (las puntas del rebozo que tejen las mujeres con exquisita maestría). A la vez, innovó el diseño de prendas y accesorios hechos con rebozo y ahora también ofrecen bolsas, zapatos, carteras y originales modelos de blusas, vestidos, ruanas, quechquémeles y muchas más que le abre múltiples usos a esta hermosa artesanía tan mexicana.

Para la pausa gastronómica, en la plaza principal de Malinalco está Los Placeres, que hace honor al nombre, tanto por la belleza de la casa de pueblo, decorada con arte popular y con vistas extraordinarias, como por la música de José María Fernández y la exquisita comida mexicana preparada con ingredientes locales por el chef David Ochoa.

Otra opción, económica y sabrosa, es el mercado, en la calle Juárez, lugar perfecto para disfrutar antojitos de la región como tacos de barbacoa, cecina, chorizo y papa, quesadillas de maíz azul. De postre, las frutas locales como las perfumadas guayabas de pulpa rosa que se adquieren ahí mismo.

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