La voz de quien lo lea / Entrevista con Pedro Serrano
Ricardo Venegas
–¿De qué manera el traductor ha influido en el poeta?
–Traducir abre puertas. Como escribir. En el ejercicio de la traducción se descubren afinidades y contrapesos inesperados. También enseña un poco de humildad. Para mí traducir es una extensión de la escritura, en el sentido común y en el literal: una continuación por un lado, y un extender un poco más la tensión de lo que uno avista por el otro, llevar la tensión de la escritura un poco más allá. Traducir ocupa el lugar de la escritura cuando ésta no aparece por sí sola. Traducir un poema es seguir escribiendo. La diferencia es que el palimpsesto se ejerce sobre un borrador diferente.
–¿Sólo un poeta puede ser buen traductor de poesía?
–Sí, pero hay que aclarar esto. No todos los poetas, aunque hagan traducciones, son poetas cuando traducen y no todos aquellos que traducen un texto poetico están traduciendo un poema. Quien escribe un poema en traducción está siendo poeta en ese momento, aunque nunca haya escrito ni vaya a escribir un poema propio. No es lo mismo la transcripción traducida de un poema que la escritura de un poema en traducción. En el primer caso se está traduciendo un documento, no un poema, y se responde a las normas establecidas de la traducción; en el segundo se está escribiendo un poema, y se sigue la cauda de necesidades de ese poema en la lengua a la que está siendo traducido.
–Algunos de tus poemas son como sueños rítmicos, ¿notas un rasgo surrealista?
–Se leen como sueños rítmicos quizás porque el ritmo está ordenando el modo en que sucede el poema, en el cauce en que éste se dice a sí mismo, de la misma manera en que la presión y las corrientes acomodan la orientación y forma de los organismos en las zonas bénticas del mar. El lenguaje en un poema funciona de acuerdo a las necesidades de ese organismo, que no son puramente racionales sino emocionales también. Eso está siempre en el lenguaje pero en el poema se acentúa. No diría que hay un rasgo surrealista sino netamente poético. Puedo remontarme más atrás y suscribir a Góngora cuando dice que el sueño es autor de representaciones que en su propio teatro, que está armado sobre viento, suele vestir sombras. Esto no es surrealista, es la pujanza propia del lenguaje humano en su capacidad para decir no sólo lo racional sino también lo emocional. O para ir a otra tradición y a otro siglo y a Wordsworth desde cierta traducción, es un aliento que impele a las cosas pensantes, a los objetos todos de todo pensamiento, y que rueda por todas las cosas. De ahí viene y ahí está.
–¿Qué lugar ocupa la inspiración?
–No se escribe un poema en cualquier momento pero también es cierto que el
aliento poetico puede ser encauzado. Es decir, hay poemas que de su propio empuje surgen, acomodando en una conjunción puntual muchas cosas que han ido arrimándose, por necesidad pero también por atención, y que caen ahí de súbito, todas juntas, en un mismo instante, en la escritura; y hay series de poemas que van dejando caer poco a poco su materia, hasta formar una secuencia.
–¿La edición te permite tomarle el pulso a las novedades?
–Editar el Periódico de Poesía me dio la oportunidad de pulsar lo que estaba sucediendo en México. Ser editor de poesia cambia de acuerdo al lugar en dónde se ejerza ese oficio. En el Periódico de Poesía, que era una publicación de la unam, era dar cuenta de lo que sucedía en poesía, en México y en el mundo. En Cartapacios, que fue una revista independiente, buscaba que ciertas afinidades encontradas en poesía dieran sentido y dirección a la propia revista. He buscado como editor que los poemas fueran congruentes con la apuesta declarada en el prólogo, es decir, con la intención de dicha antología.
–Se ha comentado mucho sobre la inexistencia de la originalidad…
–La originalidad es una cosa que, si se tiene suerte, se encuentra. No se escribe un poema para alcanzar la originalidad. Escribir un poema requiere voluntad y aprendizaje. Si en esa conjuncion se alcanza la originalidad, se ha tenido suerte. De la misma manera, la voz propia no se alcanza siguiendo recetas o persiguiendo novedades, sino pulsando eso que uno es. Todo en el mundo está para ser posible en un poema, pero no todo es alcanzable. Es en el ejercicio de la escritura en donde se alcanza esa voz, y en donde encontramos esa originalidad.