La literatura, el rigor de la palabra y el silencio

La literatura, el rigor de la palabra y el silencio

Luigi Oldani y Elisabetta Beneforti

La Jornada Semanal

El escritor, traductor, periodista y profesor Antonio Tabucchi (Pisa, Italia, 1943-2012) es uno de los narradores italianos más destacados del siglo XX, autor, entre otros títulos, de los libros Sostiene Pereira y El ángel negro. La presente entrevista ocurrió en 1993 y la publicamos en conmemoración de los diez años transcurridos desde el fallecimiento del célebre narrador italiano, cuyo amor por la literatura y la lengua portuguesas son legendarios.

Comencemos hablando de uno de sus libros, Sueños de sueños; ¿no le parece que el sustituir a los escritores con los propios sueños es un método que se remonta a los ortónimos o heterogéneos de Pessoa?

–En realidad el método que usó Pessoa –inventando personajes que se ponen a escribir poesía– es fuertemente novelístico porque cualquier escritor hace esto, inventa un personaje y vive a través de él; Pessoa llevó este juego hasta a las últimas consecuencias, y llegó al punto de adoptar un estilo diferente para cada personaje, de producir una poesía distinta, de ponerlos en comunicación entre ellos, de hacer que se escribieran cartas el uno al otro; sin embargo, el método sigue siendo fuertemente novelístico. Cualquier narrador que inventa un personaje siempre crea también un heterónimo, a través del cual vive él mismo. Ciertamente, yo también he vivido mis emociones sumergiéndome en el alma de personajes que, de cualquiera modo, no son de ficción porque todos los personajes de los que hablo realmente han existido y además fueron artistas.

¿El sueño también es una manera de llenar los vacíos, y la literatura puede suplir lo que se ha perdido?

–Volviendo a nuestro amado Fernando Pessoa, él decía que la literatura es la demostración de que la vida no basta; si bastara no se soñaría. Sabemos que el sueño puede ser la proyección de un deseo, de modo que en este caso hice que la literatura sustituya y acompañe algo que nos falta. Me parece también que esta es la tarea de la literatura, es decir, inventar cosas que no tenemos, de las que no hay rastro.

A menudo usted cuenta sobre esa famosa novela suya que arrojó al Atlántico página tras página. Entonces, como acto “extremo”, ¿a veces también es importante para el escritor imponerse el silencio?

–Cierto, el silencio es esencial, como también lo es el intervalo musical, es un laboratorio, una promesa, un espacio larvario del que después nace algo. Quizá mi gesto significaba una relación no feliz con el escrito, así que en ocasiones, cuando ocurre así, se debe “amputar”. El gesto era un poco romántico, pero quería ser irónico conmigo. Sin embargo, a menudo la escritura es más fuerte que nosotros y encuentra, como los ríos subterráneos, una salida en otro lugar; de hecho, después de tantos años reapareció en El ángel negro, por supuesto con variaciones y en forma distinta.

En una de sus novelas usted quiso utilizar directamente la lengua portuguesa como lengua de frontera con un más allá, pero, ¿por qué, siendo usted toscano y, por tanto, hablante de un idioma “antiguo” y “puro”?

–El portugués es mi lengua afectiva, adoptiva, que quizá sustituyó al dialecto que ya no tengo, que aprendí desde muy joven. Portugal es un país que adopté y que me adoptó. Cuando escribí Requiem no lo hice de forma planificada; diría más bien que el libro se escribió a sí mismo, como a menudo se escriben muchos de ellos. Una anécdota curiosa es que cuando empecé a escribirlo no estaba ni en Italia ni en Portugal, sino en París… Al principio pensé en traducirlo, pero me pareció muy forzado porque había sido muy espontánea la escritura en portugués. Recuerdo haber encontrado una frase –haciendo una investigación psicoanalítica acerca de escribir en otro idioma– que tal vez me dio una clave de interpretación de lo que yo había hecho: “Se puede olvidar en una lengua y recordar en otra”, y me di cuenta de que si pienso o reflexiono sobre mis recuerdos portugueses estos recuerdos no existen si los pienso en italiano; para recordarlos bien es necesario que los piense en portugués.

–El tiempo pasado, presente y futuro es un tiempo único para Tabucchi, donde todo vuelve o ya retornó…

–Creo que existen la banalidad del tiempo cronológico y el tiempo del alma, y este último es el que frecuento con mayor placer y que es también el de la escritura. Aquí los personajes se mezclan, vuelven, se asoman, nos hacen revivir historias y quieren vivir otras. No hay que afrontar el tiempo del alma como si fuera el tiempo de la cotidianidad.

–En sus novelas a menudo hay un paso del hecho cotidiano al extraordinario y viceversa. ¿No se puede ponerlas en contacto con una tradición consolidada de la novela?

–Creo que en nuestra realidad hay cosas tan inexplicables que ya pertenecen de por sí a lo casi fantástico, y en ocasiones he intentado “atrapar” lo extraordinario que sucede en la realidad. Tal vez lo fantástico que más me atrae no es tan puro, como diría Todorov, y, por lo tanto, no pertenece a lo fantástico de los románticos; se trata de una fantasía en la que participa la realidad que nos rodea. Creo que el trabajo del escritor es hacer ligero lo que es muy pesado, lo que nos obsesiona, lo que nos duele e impresiona; en la página todo esto puede adquirir una ligereza, la palabra tiene una fuerza decantadora, depuradora, no tiene la presencia masiva de lo real. Así que es un filtro. Este trabajo de la ligereza es un poco el estigma del escritor.

–Venimos a pedirle algunas impresiones o ideas sobre “entidades” importantes para su poesía, temáticas … El mar, por ejemplo, ¿disipa la certeza?

–Esta es una frase poética. Yo nunca he escrito poemas, no sé si el mar disipa las certezas; el mar, como lo entendía Pessoa, es el mar de la oda marítima, que recordaba a los antiguos veleros de Coleridge, a los piratas de Stevenson, el bullicio de la gente en el muelle donde Pessoa iba a esperar a que llegaran los barcos del Este. Sobre el mar se dispersan las certezas, quizá también porque el mar es el que mejor nos muestra el horizonte. Cuando vivimos en nuestras casas el hilo del horizonte está ausente, sobre el mar lo vemos mejor y, por lo tanto, la certeza se deshace un poco como la niebla, se deshilacha.

–Volviendo a sus novelas, ¿reconoce usted la literatura como vida? Tabucchi en su “incongruencia”, en sus posibles e imposibles, en sus “realidades”, ¿cree que se puede interactuar, tomar posición sobre algunos problemas cotidianos, políticos?

–Creo que muchos de mis libros parten de la realidad cotidiana, entre otras cosas, hay algunos que están muy arraigados en la realidad. El ángel negro es un libro de cuentos muy partícipe de la realidad cotidiana. Por otra parte, vi que hubo algunos críticos que incluso se molestaron acerca de un cuento porque, junto con un libro de Sciascia, lo han señalado como opinionista de un proceso político, por lo tanto creen que fue hecho para influenciar la opinión pública. Sin embargo, la literatura hace siempre otra operación porque para hablar de la realidad cotidiana, tal como es, es mucho más eficaz la televisión o el periodismo; si la literatura hiciera esto, se pondría en una peligrosa competencia. La literatura tiene que llegar a donde no llega la cámara, de lo contrario no hay espacio para la literatura.

–¿No cree que la poesía, la novela, hoy deben buscar en parte también el silencio, la ausencia?

–Creo que un poco de silencio nos hace bien, hay un coro de voces “demasiado fuerte”, desgarrado, que nos consume, y no me refiero sólo a la literatura. En esta especie de “desorden” que nos vemos obligados a escuchar a diario, el valor de las cosas se pierde. Si hay un momento de reflexión, de silencio, la palabra escrita o dicha adquiere mayor rigor.

Traducción de Roberto Bernal.

 

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