Se celebra, la gran novela del siglo XX, ‘Ulises’, de James Joyce (1882-1941)

Bloomsday’: el día más largo del mundo (A 100 años de ‘Ulises’, de James Joyce)

Álvaro Rojas Salazar

En este ensayo se conmemora y se celebra, con atinado sentido crítico e histórico, la gran novela del siglo XX, ‘Ulises’, de James Joyce (1882-1941), enormemente compleja y a la vez renovadora de la literatura occidental, y de la cual, dice Jorge Luis Borges en un verso: “Entre el alba y la noche está la historia universal.”

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Cada 16 de junio en Dublín se celebra el día de Bloom, en conmemoración de aquel mítico día que comenzó a las ocho de la mañana del jueves 16 de junio de 1904 y terminó cerca de las cuatro de la madrugada del viernes 17 de junio de ese mismo año. Son menos de veinticuatro horas contadas en ochocientas páginas, que por sí mismas muestran la complejidad de la vida humana, todo aquello que está implícito en un matrimonio desdichado, compuesto por una ruina de hombre y por una mujer inestable, hermosa y adúltera.

Al terminar Dublineses, James Joyce pensó agregarle al volumen un relato más. Duró siete años escribiéndolo y cuando lo terminó ya no era un cuento sino la novela más complicada y demencial de toda la literatura moderna, una obra endemoniadamente renovadora que hoy, cuando acaba de cumplir cien años, no existe otra forma de calificarla más que como una verdadera revolución narrativa, una de las cimas de la literatura universal, un festín de la técnica literaria, una escuela para escritores, un reto para los lectores y un laberinto para los críticos.

“Entre el alba y la noche está la historia universal,” dice Borges en un poema que le dedica a Joyce y a su Ulises, esa novela que tiene como referencia al héroe de la Odisea y al resto de los personajes que lo acompañan en la epopeya homérica. Sin embargo, esta es una referencia prescindible, pues el Ulises, de la Odisea queda el esqueleto: un hombre que sale de su casa, vaga por el mundo por un tiempo y después regresa al punto de partida donde lo espera Penélope, su esposa fiel en el caso de la Odisea, Molly Bloom, la esposa infiel en el caso de Ulises.

Según Joyce, Ulises “es una epopeya de dos razas (israelita-irlandesa) y al mismo tiempo el ciclo del cuerpo humano, así como una pequeña historia de un día (vida).”

La novela monstruo

Ulises comienza con tres capítulos dedicados al joven intelectual Stephen Dedalus, tres capítulos que pueden leerse como la continuación del Retrato del artista adolescente. Luego continúa con quince capítulos que hablan, cada uno desde una perspectiva narrativa distinta, del vagabundeo de Leopold Bloom por Dublín: la preparación del desayuno, el baño, la carta del amante de su esposa, la carta de su hija, el entierro de Mr. Dignam, el anuncio en el periódico, el almuerzo insípido, “la visita al museo y a la Biblioteca Nacional, la búsqueda del libro a lo largo de Bedford Row, Merchants Arch, Wellington Quay, la música en el Hotel Ormond, el altercado en los locales de Bernard Kiernan, un trayecto en coche, visita a casa de luto, una despedida, el erotismo producido por el exhibicionismo femenino, el prolongado parto de la señora Mina Purefoy, la visita a la irregular casa de la señora Bella Cohen, calle Lower Tyrone 82 y subsiguiente riña y pelea fortuita en la calle Beaver, perambulación nocturna hacia y desde el refugio del Cochero”, regreso a casa, el monólogo interior de Molly Bloom mientras pasa la duermevela en su cama, con Leopold ya derrotado a su lado.

Desde la mañana, Leopold Bloom sabe que esa tarde su esposa le será infiel con Boylan, su promotor artístico. Molly Bloom es cantante y nació en Gibraltar, Leopold es agente de publicidad y es hijo de un judío húngaro de apellido Virag, apellido que se transformó en Bloom cuando Virag desembarcó en Irlanda. En Leopold se reúne el desamparo del hombre moderno y los mitos constitutivos del pueblo judío y de la nación irlandesa, el primero errante por el mundo, la segunda sometida por Roma y por Inglaterra; riquísimas referencias históricas y mitológicas presentadas en diálogos que se interpolan, en conversaciones entre estudiantes o entre taberneros, diálogos que exponen argumentos nacionalistas, reflexiones sobre Shakespeare, las luchas del Sinn Fein, el pasado Celta, las invasiones vikingas, la cábala, la mística judía que llega a Irlanda y se mezcla con las enseñanzas druidas, las costumbres hebreas, el odio contra “la pérfida Albión”.

Nada en Ulises está contado de manera diáfana o explícita, la información de los personajes que le dan vida a esta historia se suministra a cuentagotas, mediante complejísimas formas narrativas que esconden datos e incluso a los mismos personajes; entonces descubrimos quiénes son aquellos que hablan o piensan por las referencias que se hace de ellos en otros capítulos, en otras voces. La narración objetiva se alterna con los diálogos, los diálogos con el estilo indirecto libre y éste con el monólogo interior, ese descubrimiento joyceano que muestra el funcionamiento automático de la mente solitaria mientras interactúa con el mundo o es asaltada por recuerdos y afectos, ese fluir de la conciencia, excesivamente lingüístico, que en ocasiones llega a explotar en alucinaciones, para encontramos de pronto expuestos al dominio de un narrador que sabe las técnicas narrativas que abren la puerta del inconsciente, principalmente el de Bloom y el de Dedalus, al final también el de Molly. Dice Mario Vargas Llosa que Joyce no es posible sin Freud y esa estructura mediante la cual el padre del psicoanálisis explicó la subjetividad.

Junto al capitalismo, lo más importante de la modernidad es el sujeto que surge en ella, esos individuos escindidos y desgarrados, lúcidos y atormentados, seres que hacen la vida de las ciudades, relativamente conscientes de la historia que se mueve bajo sus pies. Ese sujeto es estudiado por filósofos y psicólogos, pero en ninguna parte aparece mejor descrito que en las novelas de Dostoievski, de Marcel Proust, de Virginia Woolf, de James Joyce y de William Faulkner, y ellos exportan al resto del mundo esa forma de contar historias que descubrieron gracias a su talento, al estudio de la literatura y a la observación atenta del comportamiento humano en la época en la cual les tocó vivir.

Un 16 de junio censurado, envidiado y festejado

La anécdota de Ulises es sencilla: Leopold cuenta con treinta y ocho años y Molly con cuatro menos, tienen una hija que ya no vive con ellos y diez años antes perdieron un hijo de once días de nacido. Desde ese momento el matrimonio se dañó, desde ese entonces no tienen relaciones sexuales, a duras penas Leopold se desahoga por mano propia en las nalgas de Molly, principalmente cuando está celoso. Ella se resiste a sentirse acabada en materia de amores, no quiere ser despreciada nunca más, le estimula saberse gustada por los hombres, tiene una lista de amantes que Leopold contabiliza. Él fantasea y coquetea con otras mujeres, escribe cartas, añora parejas anteriores, lo asaltan deseos homosexuales. Ese 16 de junio él sale a un entierro, camina por Dublín, se encuentra con gente, hombres que lo desprecian por judío y por cornudo, se excita en una playa en aquel juego erótico de miradas y gestos con la jovencita coja y hermosa Gerty Mac Dowell, en uno de los mejores capítulos de la novela, el trece; además, Leopold ve en Dedalus (Telémaco) al joven que él fue y al hijo que perdió, lo sigue por la calle, lo rescata de un prostíbulo en el alucinante capítulo quince, en el que todo es iluminado por el sol de la medianoche y las percepciones están alteradas por el alcohol y por la explosión del inconsciente que se cuenta mediante la estructura de una subyugante obra de teatro en la que el narrador, eufórico, de pronto grita que está en medio de “la fiesta de la razón pura”. Leopold y Dedalus conversan por las calles, regresan a Ítaca, la casa de Bloom, Dedalus no acepta la invitación a quedarse a dormir, se va mientras un gato entra a esa casa donde Molly duerme. Ella se despierta mientras Leopold se mete a su cama ya desahogado y, finalmente, recapitulamos toda la historia desde la perspectiva de Molly, desde ese monólogo interior, contado sin signos de puntuación, que nos expone la manera de pensar de aquella mujer adúltera, la falsa o la otra Penélope.

Los ingleses no quisieron publicar esta novela, la censuraron por moralismo. Lo mismo pasó en Estados Unidos hasta que un juez, varios años después de haberse publicado en París, dictó una curiosa sentencia a su favor. Ezra Pound la defendió en un brillante artículo, Virginia Woolf no la quiso imprimir y después tuvo manifestaciones ambivalentes sobre ella. Poco antes de suicidarse expresó que Mr. Joyce había escrito mejor todo lo que ella había intentado hacer.

La anécdota es sencilla y, sin embargo, está contada de una manera tan compleja porque Ulises forma parte de esas obras, como el Quijote, como Gargantúa y Pantagruel, como Tristram Shandy, que no sólo pretenden contar una historia, sino que además quieren transformar la tradición literaria a la que pertenecen. Ulises está contada de una manera tan compleja porque nada en la vida humana es simple, porque un día lleva consigo la historia universal, porque, como dice Borges, un hombre es todos los hombres, porque los hombres y las mujeres tenemos cosas que ni a nosotros mismos nos contamos, porque un ruinoso agente de publicidad, socialista y masón, es Irlanda y es Israel; porque en el presente están, todos revueltos y entremezclados, el pasado y el futuro; porque el ordinario, inquietante y perturbador Leopold Bloom es el hombre moderno, cuyas aventuras no son épicas, sino más bien mediocres, cotidianas, urbanas y conyugales.

Bajo el aparente moralismo católico y bajo la fría racionalidad subyacen, y de vez en cuando revientan, las bajas pasiones, la transgresora e irreprimible sexualidad, los odios y la maldad, la perversión, los mitos colectivos de culturas silenciadas o colonizadas. Bajo la aparente normalidad de una ciudad moderna, periférica como Dublín o como las capitales latinoamericanas, la gente sufre y esconde sus vergüenzas en rincones a los que un genio supo llegar, rincones que Joyce descubrió cómo exponer y presentar valiéndose de su potencia expresiva y de nuevos lugares para ubicar al narrador, un narrador que en Ulises está siempre cambiando; en esta novela cambia el narrador, cambian los tiempos y cambian los estilos, la narración rosa le deja paso a la periodística y ésta a la médico-jurídica. En Ulises se parodian distintos hitos de la literatura inglesa, se inventan palabras, los diálogos conviven con los monólogos y los cuestionarios con el teatro, todo ordenado tras el aparente caos; cada estilo, cada forma ha sido escogida con inteligencia de acuerdo con el contenido de los capítulos y al momento emocional de los personajes.

Se dice en Ulises que Irlanda es una isla de santos y de sabios. No creo que Joyce haya sido un santo, pero sin duda es uno de los grandes sabios de la literatura, un hombre que llevó las posibilidades de la novela a límites insospechados. Cien años cumple Ulises y está más joven que nunca.

 

*Costa Rica, 1975. Master en Literatura Latinoamericana por la Universidad de Costa Rica. Es autor de la colección de ensayos Con el lápiz en la mano (2016) y ha publicado, entre otras revistas y suplementos culturales, en LiterofiliaIstmoLos Libros y Áncora.

 

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