José Ortega y Gasset: La rebelión de las masas y la importancia de la organización social

José Ortega y Gasset: La rebelión de las masas y la importancia de la organización social

José Rivera Guadarrama

A partir de las ideas de dos pensadores, Ortega y Gasset y Umberto Eco, y dos de sus libros, ‘La rebelión de las masas’ y ‘Apocalípticos e integrados’, respectivamente, este ensayo reflexiona sobre el concepto de masa, sus componentes y su participación en la conformación de la sociedad y la cultura en nuestros tiempos.

 

Las expresiones multitudinarias van adquiriendo sentidos propios en la medida en que se hacen cada vez más frecuentes, continuas e identitarias. Es en los espacios públicos en donde adquieren mayor notoriedad empleando herramientas performativas como imágenes, música, símbolos, grafitis, coreografías elaboradas en temáticas referentes a lo que se pretende dirimir. Mediante estos actos expresivos demuestran, sin duda, el poder que se puede lograr mediante la organización colectiva.

Sin embargo, durante buena parte de los años previos, se intentó desacreditar de muchas maneras a todo tipo de expresiones multitudinarias. Aquellos movimientos eran catalogados con diversas formas despectivas empleando, sobre todo, términos como “las masas”, “amorfas”, restándoles todo tipo de estructura, de organización, de ideas, de propósitos. Por lo tanto, a estas alturas, la pregunta que intentaba responder a qué son las multitudes, podría sustituirse por la de qué es lo que pueden lograr las multitudes.

Es así que la cultura, como una de las condiciones valiosas de la humanidad, no debe representar ningún tipo de obstáculo durante el progreso de los individuos. Al contrario, a nivel individual, los dota de más conocimientos. Al mismo tiempo, a nivel social, los hace más comprometidos con las problemáticas que los rodean, incitándolos a participar como sujetos activos y como tomadores de decisiones de los procesos que afectan su entorno.

Contrario a lo que pudiera interpretarse, José Ortega y Gasset pensaba en lo positivo de estos sectores de la sociedad. En su obra La rebelión de las masas (1929), desde aquellos años resaltaba su notoriedad argumentando que de pronto, la multitud “se ha hecho visible, se ha instalado en los lugares preferentes de la sociedad. Antes, si existía, pasaba inadvertida, ocupaba el fondo del escenario social. Ahora se ha adelantado a las baterías, es ella el personaje principal”.

De manera más específica, Ortega y Gasset hace una especie de anatomía de las multitudes, refiriéndose a ellas de dos maneras. “Primera, las masas ejercitan hoy un repertorio vital que coincide, en gran parte, con el que antes parecía reservado a las minorías. Segunda, al propio tiempo, las masas se han hecho indóciles frente a las minorías: no las obedecen, no las siguen, no las respetan, sino que, por el contrario, las dan de lado y las suplantan”.

Llama la atención este último término, el de suplantar. Sobre todo, porque la historia natural demuestra que los sucesos históricos, el de las sociedades humanas, es lento, paulatino, debe proyectarse en conjunto. Es decir, Ortega y Gasset está apelando a una gradual toma de conciencia, a un escalonado reconocimiento de las problemáticas históricas en las que, hasta hacía poco tiempo, las multitudes habían estado ensimismadas. Y, por lo tanto, no tenían manera de suplantarlas.

Contrastando el término, la idea de masa o de multitudes, también fue analizada de forma negativa por diversos pensadores a partir del siglo xix. Sus apuntes iban dirigidos a los nuevos modos de vida y a las transformaciones sociales de las que estaban siendo partícipes durante aquellas décadas. Sobre todo, indicaban que con ello se preveía un proceso de uniformización y mediocrización de la cultura, a decir de los principales críticos de la Escuela de Frankfurt.

En términos generales, aquellas reflexiones sobre las multitudes eran situadas en tres ámbitos: Una, respecto a las convulsiones políticas, en las que la participación multitudinaria se presentaba como decisiva. Segunda, las transformaciones económicas sobre las que se desarrollarían las teorías de la alienación. Tercera, los nuevos espectáculos y medios de comunicación, que prefiguraban un nuevo tipo de público en las sociedades urbanas.

Por lo tanto, con lo anterior, la preocupación por la masa recaía en una doble reacción. Por una parte, la corriente elitista le asignaba condiciones negativas a las masas, atribuyéndoles falta de gusto, de sentido estético. Por otro lado, la corriente revolucionaria, asumía una concepción positiva y rupturista de la multitud, otorgándole la capacidad de fuerza social, transformadora, mediante la movilización y acción colectiva directa.

De manera que, en la actualidad, no hay forma de pensar una sociedad, de construirla y fomentarla, sin la aparición de este sector fundamental. Es dentro de estas dinámicas en donde prevalecen las divergencias. Esta es la principal característica de las multitudes, que mediante ellas se resalta la riqueza de las diferencias. Se hacen más claras y complejas al mismo tiempo. Esto fue observado por los movimientos contraculturales, quienes partieron de aquella premisa apropiándose de los espacios públicos, desacralizando la cultura y poniéndola al servicio y disfrute de todos, de la pluralidad, haciendo a un lado la exclusividad. Mostrando sobre todo que, más que agotarse en sus transgresiones, las multitudes tienden a explorar o exponer alternativas.

A estas actividades, Ortega y Gasset las engloba en la idea de “mundo”, el cual, asegura, “es el repertorio de nuestras posibilidades vitales”. Sobre todo, porque estas dinámicas representan lo que podemos ser, “nuestra potencialidad vital” dentro de las sociedades junto a todas sus divergencias. Para él, estos desenvolvimientos demuestran la manera en la que ha crecido la vida de la especie humana en la dimensión de potencialidad. Ahora, cada individuo cuenta con “un ámbito de posibilidades mayor que nunca”. Dentro de este orden intelectual, los individuos encuentran “más caminos de posible ideación, más problemas, más datos, más ciencias, más puntos de vista”. Mientras que, antes de estos desarrollos, los oficios o carreras en la vida primitiva se limitaban a los de ser pastor, cazador, guerrero, mago. Eran más limitados.

Ortega y Gasset apela a que había menos posibilidades para las multitudes. No tenían forma de suplantar las objeciones que los grupos minoritarios, las élites aristocráticas, les habían asignado. En ese sentido también apunta Umberto Eco, otro pensador a quien, muchas veces, de forma errónea se le atribuyen razonamientos en contra de las multitudes. En su obra Apocalípticos e integrados (1984) señala que “no carece de motivos buscar en la base de todo acto de intolerancia hacia la cultura de masas una raíz aristocrática”. Para él, mediante esos actos, se evidencia “un desprecio a toda la masa”.

Esta denostación, dice Eco, se hace evidente porque, “en el fondo, existe siempre la nostalgia por una época en que los valores culturales eran un privilegio de clases, y no eran puestos a disposición de todos de manera indiscriminada”.

Además, esta cultura de masas, argumenta, “no es típica de un régimen capitalista”. Más bien, asegura que nació “en una sociedad en que la masa de ciudadanos participa con igualdad de derechos en la vida pública, en el consumo, en el disfrute de las comunicaciones”. Es decir que, mediante todas estas actividades contemporáneas, las multitudes están generando notorias renovaciones estilísticas, que, además, provocan constantes repercusiones en el plano de las artes llamadas superiores, promoviendo su desarrollo. De ahí la importancia de que lo contemporáneo permita avanzar reinterpretando el estado presente de nuestra cultura.

Por lo tanto, para estos dos pensadores, las multitudes hacen que se tenga en cuenta una eventual complejidad de la circulación de valores estéticos, prácticos, teóricos, económicos, políticos, etcétera. Ahora, contamos con sociedades participativas, las cuales ya no están dejando las decisiones en las minorías.

Hasta antes de esta irrupción positiva, a las multitudes no se las invitaba a formar parte de ningún tipo de proyecto. Al contrario, la mayoría de las veces se les imponía a que actuaran dentro de algo que otros, sin su consentimiento, ya habían proyectado.

Sin duda, cada etapa histórica manifiesta una sensación diferente ante ese extraño fenómeno de la altitud vital. La civilización, cuanto más avanza, se hace más compleja, más difícil. Y en épocas de crisis, son las multitudes quienes asumen la responsabilidad social del progreso, del trabajo, de la economía, de las organizaciones populares. Todo cuanto afecta a la cultura y a su progreso, se pone en función de la actividad colectiva.

Es a partir de eso, indica Ortega y Gasset, que nuestra vida, como repertorio de posibilidades, es magnífica, exuberante, superior a todas las conocidas con anterioridad. Y, por lo mismo que su formato es mayor, ha desbordado todos los cauces, los principios, las normas y los ideales legados por la tradición. Lo contemporáneo es más vívido que todo lo previo, y, por lo mismo, más problemático. No puede orientarse en el pretérito, por lo tanto, tiene que inventar su propio destino.

Ser partícipes de esta evolución del gusto colectivo debe ser parte de nuestras inquietudes. Sólo mediante la participación colectiva y propositiva de las multitudes, el disfrute se hará más amplio, suplantando en todas sus formas al nivel hasta antes restringido.

 

 

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