En Bellas Artes, el Cuarteto Latinoamericano festejó sus 40 años de existencia.

Cuarteto Latinoamericano: 40 años
Juan Arturo Brennan
El jueves por la noche, en el Teatro de Bellas Artes, el Cuarteto Latinoamericano (CL) se plantó ante un público numeroso y entusiasta para hacer música como festejo por sus 40 años de existencia. No hay tiempo ni espacio para enumerar aquí a detalle los variados logros del CL; baste con mencionar a vuelapluma una discografía enorme, un par de miles de conciertos, colaboraciones con colegas de alto nivel, presentaciones en más de 40 países, premios y reconocimientos por doquier, alumnos en número abundante y de calidad destacada. Y un prolijo etcétera. El programa elegido para esa noche estuvo conformado por un repertorio típico de la variedad y eclecticismo (que no vaguedad y dispersión) que han sido, desde hace cuatro décadas, el santo y seña, la sólida línea de conducta, el modus operandi invariable del CL; a saber, una obra insólita, escrita originalmente para otro instrumental; un estreno mundial (de una obra mexicana); otra obra mexicana, básicamente desconocida para el gran público, y una obra maestra indiscutible del repertorio.

En las Dos fantasías de Henry Purcell, originalmente concebidas para viol consort, el CL aproximó, en la medida de lo posible, el sonido liso y transparente de aquellos rústicos ensambles del siglo XVII. Mérito fundamental aquí, el delicado balance entre las voces.

El estreno absoluto: Memorial, de Ana Lara, obra creada recientemente en memoria de su maestro y amigo Mario Lavista (1943-2021). Es posible hablar aquí de una obra a dos voces: la voz propia de Ana Lara, y también la de Lavista, representada en esta partitura por diversos gestos y sonoridades que habitan su música, tanto la de cámara (especialmente sus cuartetos de cuerda) como algunas de sus obras orquestales. Música homenaje, música dolorosa, en la que la compositora pone de manifiesto, de nuevo, la importancia primordial que da a la textura instrumental en sus composiciones. El CL manejó hábilmente, y con numerosos toques de delicadeza, la fusión entre estos dos lenguajes sonoros similares.

El Cuarteto en sol, del michoacano Domingo Lobato, se desarrolla en realidad en un sol sabrosamente ambiguo, que se aparta (sin desvaríos) de las estrecheces del desarrollo armónico tradicional. Notable trabajo del CL en mantener siempre coherentes las texturas homogéneas y los movimientos paralelos del primer movimiento. En el segundo, los cuatro cuerdistas tocaron las contemplativas melopeas propuestas por Lobato con una dosis justa de expresividad, sin exceso romántico alguno, siempre al servicio de la coherencia estilística. En este movimiento central del Cuarteto en sol de Lobato ocurrieron algunos de los mejores momentos del recital. El tercer movimiento, marcado Rudo, no lo es tanto, y el CL utilizó únicamente la rudeza necesaria en su ejecución, manteniendo la música de este lado de la aspereza, como debe ser. Hay aquí un par de muy fugaces pinceladas de sabor local, venturosamente alejadas del pintoresquismo folclorizante, insertas en una expresión similar a la del primer movimiento. Obra ciertamente interesante, merecedora de ser divulgada, que fue interpretada con evidente conocimiento de causa.

La obra maestra indiscutible arriba mencionada: el soberbio cuarteto La muerte y la doncella, de Franz Schubert. El logro principal del CL en su energética interpretación de esta pieza fue la flexibilidad para transitar entre los diversos estados de ánimo propuestos por el volátil Schubert, estados de ánimo que en ocasiones cambian de un compás a otro. Esta cualidad, sostenida por el cuarteto a lo largo de toda la obra, fue especialmente perceptible en el segundo movimiento, cada una de cuyas variaciones fue elaborada con un carácter propio, bien perfilado y definido.

A destacar en los movimientos tercero y cuarto, abundantes en veloces figuraciones, la precisión y la unidad de propósito en la articulación, conducentes a una equilibrada mezcla de claridad y expresividad.

Al final de esta potente y energética versión de La muerte y la doncella de Schubert, el CL dio otra lección de coherencia, acallando la consabida petición popular de la propina musical con un concepto de lógica impecable: ¿qué se puede tocar después de esta formidable obra?

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